La izquierda abertzale sigue dando pasos para la convivencia democrática en Euzkadi. A muchos les siguen pareciendo insuficientes, o lentos, pero no se pueden despachar con descalificaciones como las que han hecho los Ministros de Justicia e Interior o el Consejero de Interior del Gobierno Vasco.
Que las victimas del terrorismo de ETA y sus familiares digan que es poco, tarde y ambiguo, es comprensible. Ellos no tienen porque pensar en términos políticos, sino en razón a sus sentimientos y sufrimientos. Pero los políticos deben hacer política. Cualquiera que milite o haya militado en un organización radical, sabe lo muy difícil que es hacer una autocrítica de tal alcance que suponga tirar por la borda el sentido de su actividad pasada. La militancia en este tipo de organizaciones conlleva una dosis de sobrecarga ideológica, a veces rayando en el misticismo o en el fanatismo, que es lo que permite hacer frente a la hostilidad o a la incomprensión del resto de la sociedad y mantener un activismo que a menudo es de una dedicación absoluta. Y ese ha sido el marco en el que se han desenvuelto la mayoría de los dirigentes de la izquierda abertzale.
Ver ahora en el mitin del domingo a Permach, Barrena o Rufi Etxeberria, reconociendo su “profundo pesar por las consecuencias derivadas de la acción armada de ETA”, o que la actitud de las organizaciones abertzales ha supuesto “un dolor añadido o un sentimiento de humillación a las victimas” o “su insensibilidad frente al dolor” o que “ha faltado hacia unas victimas la sensibilidad mostrada con otras”, es un paso importante de quienes hace muy poco tiempo amenazaban públicamente, hacían siniestras pintadas en las casas o locales de constitucionalistas, o insultaban en las sesiones de los ayuntamientos. ¿O es que ya hemos olvidado los macabros gritos que se daban en las manifestaciones abertzales hace solo dos o tres años? Por cierto esta autocrítica nunca se le ha exigido a los politicos que organizaron o permitieron el GAL y las diversas formas de guerra sucia o a los que toleraron o fomentaron las torturas en comisarías y cuartelillos.
Se podría discutir sobre la sinceridad o no de la autocrítica abertzale, pero lo que importa en política es el efecto político y este es muy claro: han rechazado el terrorismo y han deplorado sus consecuencias. ¿Cabe mayor desautorización política de la actuación de ETA durante 50 años por parte de sus propios seguidores?
Es cierto que su llamamiento a ETA de que “deshagan sus estructuras militares” o que inutilicen sus armas, es insuficiente y no llega a pedir la disolución lisa y llanamente de la organización. Pero es un nuevo paso y hasta ahora no se ha visto correspondido por ningún gesto significativo del gobierno hacia algunos sectores de los presos que ya han cortado claramente con ETA.
Lo escribí en un anterior blog: la izquierda abertzale esta midiendo inteligentemente sus tiempos y sus pasos, porque no querrá que se produzcan rupturas o escisiones en este proceso, ya que seria nefasto para todos. Esto también lo tienen que valorar el gobierno de Euzkadi y el de España, mas vale que los abertzales vayan más despacio, pero que no se dejen a nadie por el camino. Ahora Rajoy tiene que mover alguna pieza.
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