Con motivo de su muerte, toda la prensa destaca elogiosamente la obra de Antoni Tapies. No soy ningún experto en pintura, pero siempre me ha gustado mucho su obra. Por tanto no voy a escribir sobre su magna trayectoria artística, seria pretencioso por mi parte. Pero si quisiera destacar algo que han olvidado, no se si casualmente, todos los comentaristas que he tenido ocasión de leer: su firme compromiso político, mantenido hasta el final de su vida.
La gente de mi generación nos acostumbramos en los años 60 y 70 a leer el nombre de Antoni Tapies en numerosos manifiestos, declaraciones, tomas de posición ante actuaciones represivas de la dictadura. Era uno de los que nunca faltaba. Como también fueron frecuentes sus donaciones económicas para multas, huelgas, presos políticos o apoyo a organizaciones ilegales, muy en especial CCOO y el PSUC. Ese claro compromiso le llevo a participar en “la Capuchinada”, un encierro de personalidades de la política y la cultura catalanas en el Convento de los Capuchinos de Sarria en defensa del Sindicato Democrático de Estudiantes o a participar en la marcha al Monasterio de Montserrat en protesta por el juicio de Burgos, lo que le valió ser detenido y encarcelado. Su compromiso con la lucha del pueblo catalán por sus libertades nacionales fue igualmente inequívoco y su pintura con las cuatro barras de la bandera catalana fue una seña de identidad de la oposición democrática.
A diferencia de otros, que con los años y la gran fama, se volvieron artistas asépticos, Tapies continuo su compromiso. Participo en actuaciones de apoyo al grupo progresista Elkarri, en la búsqueda de la paz en Euskadi o la donación de un cuadro suyo para pagar la multa que la Generalitat Valenciana impuso a TV3.
Hoy cuando el compromiso político de los intelectuales y de los artistas parece estar mal visto, sí el compromiso es con la izquierda, claro, (aunque algo también habremos hecho mal desde la izquierda para ese amplio abandono), el ejemplo de personas como Tapies tiene aun mucho mas valor.
La gente de mi generación nos acostumbramos en los años 60 y 70 a leer el nombre de Antoni Tapies en numerosos manifiestos, declaraciones, tomas de posición ante actuaciones represivas de la dictadura. Era uno de los que nunca faltaba. Como también fueron frecuentes sus donaciones económicas para multas, huelgas, presos políticos o apoyo a organizaciones ilegales, muy en especial CCOO y el PSUC. Ese claro compromiso le llevo a participar en “la Capuchinada”, un encierro de personalidades de la política y la cultura catalanas en el Convento de los Capuchinos de Sarria en defensa del Sindicato Democrático de Estudiantes o a participar en la marcha al Monasterio de Montserrat en protesta por el juicio de Burgos, lo que le valió ser detenido y encarcelado. Su compromiso con la lucha del pueblo catalán por sus libertades nacionales fue igualmente inequívoco y su pintura con las cuatro barras de la bandera catalana fue una seña de identidad de la oposición democrática.
A diferencia de otros, que con los años y la gran fama, se volvieron artistas asépticos, Tapies continuo su compromiso. Participo en actuaciones de apoyo al grupo progresista Elkarri, en la búsqueda de la paz en Euskadi o la donación de un cuadro suyo para pagar la multa que la Generalitat Valenciana impuso a TV3.
Hoy cuando el compromiso político de los intelectuales y de los artistas parece estar mal visto, sí el compromiso es con la izquierda, claro, (aunque algo también habremos hecho mal desde la izquierda para ese amplio abandono), el ejemplo de personas como Tapies tiene aun mucho mas valor.
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