Se acaba el verano. Volvemos, aunque no nos hemos ido, a los dramas habituales: corrupción, violencia contra mujeres y niños, tragedias de la inmigración, guerras en el tercer mundo.... y tenemos por delante un trimestre movido, con elecciones en Grecia, en Cataluña y en España.
Tiempo habrá de escribir sobre todo ello.
Menos mal que hoy hay luna llena.
Para hacer más llevadera la vuelta a "la normalidad", he colgado varias canciones de uno de mis grupos favoritos, los ingleses "THE SEARCHERS", que en la primera mitad de los años 60 nos dejaron un buen montón de maravillosas canciones, hoy un tanto olvidadas, pero que merece la pena volver a escuchar. Tenían unas voces magnificas, un juego de guitarras extraordinario, y daban un toque precioso a canciones tradicionales del folk anglosajón o a standars de la musica pop. De alguna manera se puede decir que fueron precursores del folkrock e incluso del country rock. Aunque en su momento tuvieron un gran éxito tanto en Gran Bretaña como en Norteamerica, al cabo del tiempo los laureles se los han llevado otros como The Byrds o los propios Crosby, Stills, Nash & Young. A mi, me siguen gustando mas The Searchers, de los que afortunadamente en su día pudimos tener sus discos en España. Hoy hay estupendas recopilaciones en cds. con sus mejores momentos.
Os dejo tres de sus mas conocidas canciones y otras cuatro menos conocidas pero también magnificas.
sábado, 29 de agosto de 2015
miércoles, 26 de agosto de 2015
SUSPENSO EN GRAMATICA
En los primeros meses de segundo curso
de bachillerato empecé a suspender matemáticas. Mi padre hizo tres cosas: me restringió
drásticamente las salidas con los amigos, me compró una pizarra que colgó en
una pared de mi cuarto y me puso un profesor particular.
Durante varios meses hice cientos y
cientos de problemas, que por cierto guardé bastantes años en un armario
clasificados por sobres. A pesar de todo ello estuve todo el curso renqueando
con las matemáticas, aprobado, suspenso, aprobado, suspenso….El examen final lo
hice bien. Cuando nervioso y asustado recogí el cuadernillo marrón de las
notas, me encontré con un 6. El esfuerzo había merecido la pena.
De pronto me quedé espantado, ¡había
sacado un 4 en gramática! Pensé que tenía que ser un error. No solo no había
tenido suspensos a lo largo del curso en esa asignatura, no solo había hecho un
muy buen trabajo de fin de curso nada
menos que sobre el poema “El Cristo de Velazquez” de Miguel de Unamuno, es que,
además, el profesor, el Padre Juan Navarro, me consideraba uno de sus alumnos
preferidos junto con Membrillera, López Martínez y López-Lago.
Mi padre muy enfadado por la sorpresa me
llevó a verle para que le explicara que había pasado con aquel suspenso inesperado.
Lo que contestó el Padre Juan Navarro me resultó increíble. Vino a decir que
muy mal no estaba, pero que necesitaba reforzar, que me vendría muy bien dar
unas clases de refuerzo en verano y volver a examinarme en septiembre, que
seguro que aprobaba. Al ver mi cara, se despidió diciéndome algo así como
“quien bien te quiere te hará sufrir”.
Mi padre no se anduvo por las ramas.
Contrató un profesor en Xativa, para que me diera clases tres veces a la
semana, de 5 a 7 de la tarde. Mi madre hizo un amago para que fueran menos
o mas cortas, diciéndole que era muy pequeño, que tan solo tenía 11 años, pero
mi padre no cedió. Eran otras formas de educar a los hijos, bien distintas a
las de hoy.
Xativa estaba a cuatro kilómetros de la
finca familiar y desde luego papa no se iba a quedar sin siesta para llevarme o
recogerme con su coche. Así que lunes, miércoles y viernes a las 4 y media de
la tarde me colocaba en la carretera bajo un pino a esperar a que pasara “La
Adzaneta”, el autobús de línea que unía Albaida con Xativa. Supongo que el
conductor se preguntaría que demonios haría ese niño tres tardes a la semana
bajando a Xativa a las horas de mas calor del día, en los dos meses mas tórridos
del año. Porque el calor de Xativa era tremendo (y lo sigue siendo ya que acaba
de dar la máxima de España hace unas semanas).
El profe era muy majo. Acababa de
terminar Filosofía y Letras. Cuando llegaba se compadecía de mi estado
catatónico y me ofrecía un vaso de limonada fría. Pero no solo iba a clase,
todas las mañanas me tiraba al menos una hora haciendo ejercicios.
Mis primos Casesnoves, siempre cariñosos
e ingeniosos, me empezaron a llamar “Nebrija”, en recuerdo del gran gramático
pionero de la lengua castellana.
A principios de Septiembre me mandaron solo
en el “Taft” (una especie de tren Talgo) a Madrid. Me quedé dos días en casa de
mi abuela Esperanza, que como siempre me mimó, me examiné y me volví a Xativa.
A los pocos días recibí una carta del
Padre Juan Navarro dándome la enhorabuena ya que había hecho un excelente
examen, consiguiendo un 9. Fue entonces cuando mis padres me compraron el
regalo que me hacían siempre cuando terminaba el curso y que ese año aun no me
lo habían hecho.
Aquel tardío sobresaliente en gramática
no me sirvió para nada. Todo lo contrario. De mi cerebro desaparecieron íntegramente
buena parte de las reglas gramaticales. Durante más de 40 años ignoré los
acentos y las comas, a pesar del tipo de trabajos a los que me he dedicado y de
las frecuentes advertencias de amigos y familiares, sorprendidos de mi absoluta
falta de interés por ponerlos. Uno de mis colaboradores me dijo un día en público.
“Héctor cuando termina un informe espolvorea unos cuantos acentos y comas y se
queda tan tranquilo”.
Afortunadamente el corrector gramatical
de Google ha reparado en parte, solo en parte, ese rechazo freudiano hacia la gramática española.
viernes, 21 de agosto de 2015
"WILL YOU STILL LOVE ME TOMORROW": DE CAROLE KING A AMY WINEHOUSE
En 1960, Carole King, una jovencisima y bellisima compositora norteamericana de 18 años, compuso junto con su entonces pareja Gerry Goffin una preciosa canción titulada "Will you still love me tomorrow". En 1961, The Shirelles, un magnifico grupo femenino de pop con fuertes influencias del rhythm and blues, consiguió un gran éxito de ventas con esta canción, que a partir de ese momento se convertiría en un estándar de la música juvenil.
50 años después la formidable Amy Winehouse realizaría una gran versión, demostrando dos cosas: su maravilloso talento y la vigencia de esta canción.
En estos mismos días en los cines españoles se proyecta una película documental sobre Amy. Es una película dura, como dura fue la vida de esta gran artista, pero magnifica, cuya visión es muy recomendable para todo el mundo y desde luego para los seguidores de la música con raíces en el jazz, el blues o el rhythm and blues. La película refleja, una vez mas, a donde podría haber llegado esta jovencisima cantante, si no se hubieran cruzado en su vida las drogas y amistades y familiares aprovechados y oportunistas.
Junto a estas tres versiones, la de Carole King (que grabo e incluyo en su fantástico lp "Tapestry" aparecido en 1971), la de The Shirelles llenas de ritmo y de incitación al baile y la de Amy, con claras influencias del jazzblues, incluyo otras tres versiones interesantes. La de Dusty Springfield, sin duda una gran cantante inglesa de los años 60 y 70, con muchas similitudes con Amy; la de la gran folksinger y compositora Laura Nyro, con un toque folk que la aproxima mucho a la interpretacion de Carole King; y por ultimo la de Linda Ronstadt, una estupenda música de country rock, que realiza una versión fresca y relajada (aunque con una horrible portada de disco).
En definitiva una gran canción y seis excelentes versiones para disfrutar este fin de semana.
miércoles, 19 de agosto de 2015
¡ALS BOUS!, ¡ALS BOUS"
Cuando ya nos acercábamos a la plaza de
toros de Xativa, había hombres gritando “als bous!”,” “als bous!”; unos revendían
entradas y otros refrescos, chucherías diversas o viseras para protegerse del
sol.
A mi padre siempre le gustaron los
toros, incluso viéndolos en televisión. En Madrid en rarísimas ocasiones iba a
Las Ventas, supongo que por el precio de las entradas, pero en Xativa era otra cosa.
En las corridas de la Fira de Xativa, en
pleno mes de agosto, mi tío Eugenio Blasco, alcalde casi permanente, siempre le
regalaba a mi padre entradas y además en muy buen sitio. A él le hacia una ilusión
enorme y a mí, que solía acompañarle, también.
Bajábamos a las cuatro y media, mi padre
con dos puros y una guayabera de estilo cubana, para ir, como él decía, de
“semigala”, que consideraba fresca y veraniega pero elegante; yo con gorra,
camisa y pantalón largo. Aunque estábamos en tendido de sombra, lo cierto es
que hasta bien empezada la corrida daba todavía el sol, ese terrible sol de los
agostos de Xativa.
A mí lo que mas me gustaba de aquellas
corridas era que al estar en asientos reservados a las autoridades, varias
veces pasaba un alguacil con un cubo con hielo ofreciendo refrescos. Yo me
tomaba por lo menos dos o tres “cholecks” de vainilla o chocolate. Mi padre
cervecitas, que alternaba con el humazo de sus puros. Lo segundo que mas me
gustaba era presumir ante mis amigos del sitio preferente desde el que asistía
a la corrida.
Pero la corrida en sí, no me gustaba
nada. Incluso cuando toreaban figuras como Palomo Linares. Era tremendo
escuchar tan cerca y tan nítido los terribles mugidos de los toros heridos o
ver de manera tan clara la sangre que les salía del lomo o de la boca.
Resultaba imposible no sentir compasión por el sufrimiento inútil de los
animales. Creo que a mi primo Javier Blasco, que siempre se sentaba a mi lado,
tampoco disfrutaba con la lenta muerte de los toros.
Y el tío Eugenio también nos invitaba a “la
charlotada”. En ese caso nos acompañaban mis
hermanas. La charlotada, con el Torero Bombero y la Banda del Empastre era maravillosa. Ver salir al ruedo a la
“siempre autentica” Banda del Empastre tocando “Paquito el chocolatero” era fantástico,
con el director de la banda con su inconfundible sombrero de copa, frac, bigote
y perilla y gafas tipo Groucho Marx y los músicos tropezando y haciendo
payasadas. Mi madre no solía venir, porque lo consideraba bastante basto, y razón no le faltaba, entre las perrerías que les hacían a los novillos, las bromas subidas de tono y el barniz escatológico, que tanto divertía al público.
Un espectáculo, que hoy podría ser
considerado “políticamente muy incorrecto”, pero que nos resultaba entretenidísimo y de
hecho seguimos yendo hasta muy adolescentes. Incluso recuerdo que en Madrid en
alguna ocasión mis padres nos llevaron a ver una charlotada en Las Ventas, por
supuesto con la actuación de la “autentica” Banda del Empastre.
Ya de adulto, tuve ocasión de volver a
los toros, siendo Director del INSERSO. La muy peculiar, por decirlo de forma
educada, ONG “ANDE”, hacía todos los años una corrida benéfica en Las Ventas.
Siempre me invitaban y me daban unas cuantas entradas. Siempre disculpaba mi
asistencia, con claro malestar e incomprensión de mi equipo de dirección y les
daba las entradas a mis secretarias, que se quedaban encantadas.
Hasta que un año, mi jefa Amalia Gómez
me indicó que ya era hora de que asistiera alguna vez, y dado que en esa ocasión
ella no podía acudir, lo tenía que hacer yo en su representación. Lo peor no
fue estar en la presidencia de la plaza, sino el tener que compartir sitio nada
menos que con Pilar de Borbón, la hermana del Rey. Era como estar con una de las
hermanas Gilda, del tebeo “Pulgarcito” o en el mejor de los casos con Bianca
Castafiore, la soprano amiga de Tintin y terror del Capitán Haddock. No tengo
palabras para comentar la conversación con ella. Al menos me pasé dos horas forrándome
de canapés y cervezas.
No he vuelto, ni creo que vuelva a los toros
y menos aun a la Plaza de Toros de Xativa, que la han reformado y techado de
tal manera que la gente la conoce por el “platillo volante”. Seguramente es más
útil y más utilizable, pero es cualquier cosa menos una plaza de toros. En
lugar de encontrarte con la Banda del Empastre o con Palomo Linares, esperas
cruzarte con el Capitán Spock y su tripulación de Star Trek.
sábado, 15 de agosto de 2015
¡AQUELLA MUSICA FRANCESA QUE TANTO NOS GUSTABA!
¿Qué tenía aquella música francesa que tanto nos gustaba?
La dulzura de Francoise Hardy, el ritmo de Sylvie Vartan, el romanticismo de Adamo, la melancolia de Herve Vilard, el toque folk de Michel Polnareff o el pop de Christophe y tantos mas...desde las mas ye-yes como France Gall, Marie Laforet, Claude Francoise o Richard Anthony, hasta los mas clásicos como Alain Barriere, Gilbert Becaud...
Era música para bailar cuando íbamos de guateques o para escuchar languidamente cuando no teníamos con quíen o cómo ir de guateques.
Tenía sus fotos en mi habitación, arrancadas de la inolvidable "Salut les copains", que como costaba bastante, la tenía que conseguir de forma digamos "irregular", en los kioskos de la Gran Via o de Cibeles.
Aunque los vídeos de youtube son flojillos, nos podemos hacer idea de aquellas maravillosas canciones.
La dulzura de Francoise Hardy, el ritmo de Sylvie Vartan, el romanticismo de Adamo, la melancolia de Herve Vilard, el toque folk de Michel Polnareff o el pop de Christophe y tantos mas...desde las mas ye-yes como France Gall, Marie Laforet, Claude Francoise o Richard Anthony, hasta los mas clásicos como Alain Barriere, Gilbert Becaud...
Era música para bailar cuando íbamos de guateques o para escuchar languidamente cuando no teníamos con quíen o cómo ir de guateques.
Tenía sus fotos en mi habitación, arrancadas de la inolvidable "Salut les copains", que como costaba bastante, la tenía que conseguir de forma digamos "irregular", en los kioskos de la Gran Via o de Cibeles.
Aunque los vídeos de youtube son flojillos, nos podemos hacer idea de aquellas maravillosas canciones.
domingo, 9 de agosto de 2015
¡¡¡A TODO SURF!!!
Como todos los meses de agosto en este blog, hay que olvidarse durante unos días de la realidad que nos rodea y disfrutar de solecito, baños, comida alta en calorías, cervecitas y desde luego buena música.
¡Y qué mejor que empezar con tres grandes canciones de la música surf de principios de los años 60!. Nada menos que con The Beach Boys, Jan & Dean y The Rivieras. Los vídeos no son de gran calidad, y las imagenes responden a una estética ya desfasada y un pelin machista, pero la música.....¡eso son palabras mayores! No solo no ha envejecido nada, al revés que nos ha pasado a sus adolescentes seguidores de aquellos tiempos, sino que sigue tan fresca, brillante, divertida y contagiosa para bailar como hace más de 50 años. Y tan solo en poco más de dos minutos de duración.
¡Y qué mejor que empezar con tres grandes canciones de la música surf de principios de los años 60!. Nada menos que con The Beach Boys, Jan & Dean y The Rivieras. Los vídeos no son de gran calidad, y las imagenes responden a una estética ya desfasada y un pelin machista, pero la música.....¡eso son palabras mayores! No solo no ha envejecido nada, al revés que nos ha pasado a sus adolescentes seguidores de aquellos tiempos, sino que sigue tan fresca, brillante, divertida y contagiosa para bailar como hace más de 50 años. Y tan solo en poco más de dos minutos de duración.
domingo, 2 de agosto de 2015
VERANO DEL 65. CUANDO CASI ME HICE MISIONERO
Sucedió hace 50 años, a principios de
agosto de 1965, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Mi padre bajó del
coche, venía de hacer la compra en Xativa. En la replaza del secano estábamos
sentados en mecedoras y leyendo mi madre
y yo. Con cara de enfado y un sobre en
la mano se dirigió a nosotros, diciendo “Esperanza, mira lo que ha hecho el
majadero de tu hijo”. Papá solo utilizaba esa palabra cuando estaba muy muy
cabreado.
Mamá se puso a leer la carta. Era del
Seminario que la Congregación de los Sagrados Corazones tenía en Miranda de
Ebro y daba todas las instrucciones para
mi próximo ingreso el 1 de septiembre: la ropa que debía llevar, los objetos
personales y de higiene y algunos detalles más. Mamá, que estaba al tanto de mi
decisión, aunque no se lo había comentado a mi padre, le contestó “es que Tolo (así me llamaban en casa) quiere
ser misionero y una vez acabado el bachillerato se va al Seminario”.
Papá aun se enfadó más, ante la complicidad secreta de mi madre. “Ni hablar,
este no se va al Seminario de ninguna manera”. Y empezaron a discutir los dos
sobre mi vocación misionera y la llamada de Dios. Papá cortó por lo sano:
“cuando termine la carrera de Derecho, si aun sigue teniendo vocación, me parecerá
muy bien que ingrese en el Seminario” y añadió “además siendo abogado podrá ser
mucho mas útil como sacerdote”.
Mamá siguió insistiendo en que no se podía
torcer mi vocación religiosa. Fue entonces cuando mi padre sacó toda la artillería
pesada de sus argumentos. “Este chico tiene varias novietas, aquí, en Gandía y
en Madrid, es de izquierdas, tiene su cuarto de Madrid lleno de fotos y pósters
de revolucionarios, casi le echan del colegio por melenudo y es un fan de la música
rock. Vamos que no tiene ninguna señal de su vocación religiosa”. Por primera vez intenté intervenir en la
discusión. Expliqué que Juan XXIII también tuvo novias antes de hacerse
sacerdote, y que el mérito era que te gustara salir con chicas, pero que lo
sacrificaras para ser misionero. No le hizo ninguna mella. Y volvió a insistir:
“Tú que tienes unas ideas tan sociales, como Inspector de Trabajo podrías hacer
muchas cosas por la gente pobre”.
Ahí se terminó la discusión.
Subí a mi habitación. No bajé a comer,
aunque mamá vino a consolarme, que no me preocupara, ya que antes o después convenceríamos
a mi padre. Me pasé el resto del día tirado en la cama, llorando desconsoladamente.
De pronto me dí cuenta que lo que más me dolía era quedar tan mal con todos mis
amigos y con los curas y profesores del Colegio, de los que al terminar el
curso me había despedido, anunciando mi marcha al Seminario. ¿Qué iban a pensar
de mí, cuando apareciera en clase a principios de octubre? ¡O que era un mentiroso
o que vaya familia que tenía!
Mis padres siguieron discutiendo toda la
tarde. Tampoco bajé a cenar. Papá, afectado por mi actitud y por las palabras
de mama, hizo por fin una concesión. Anularíamos provisionalmente la
inscripción en el seminario y al regresar a Madrid en septiembre, iríamos los
tres a hablar con el Padre José María Llanos, párroco obrero en el Pozo del Tío
Raimundo y con el Padre Federico Sopeña, párroco de la Iglesia de la Ciudad
Universitaria y gran musicólogo, ambos amigos de papá. “Son dos sacerdotes muy
progresistas y con mucho prestigio, les consultaremos y haremos lo que ellos
nos digan”. Nos pareció una buena solución, ya que tanto mamá como yo estábamos
convencidos de que nos apoyarían sin la menor duda.
Me
tocó el tremendo trago de escribir la carta al Seminario y al Colegio, anunciándoles
que en principio haría Preuniversitario en el Colegio y no me incorporaría al
Seminario.
Quedé mucho más tranquilo y seguí
disfrutando de las largas vacaciones en Xativa. En la Feria de Agosto me
dejaron entrar al Casino Setabense con la pandilla y también me dieron todas
las facilidades para ir a guateques o incluso hacer alguno en nuestro secano.
Papá ponía cara de circunstancias cada vez que me veía bailar agarrado, poco
agarrado, pero agarrado, con Amparo o
con otras chicas o tontear con ellas en la piscina municipal.
Volvimos a Madrid y tal y como habíamos
acordado nos fuimos a ver a Llanos y a Sopeña. Nunca sabré si papa previamente había
hablado con ellos y en ese caso qué les había contado. Lo cierto es que la
opinión de ambos fue coincidente: que hiciera la carrera y después con más
conocimiento de la vida y con mayor madurez, decidiera, que si realmente tenía vocación
no la perdería por esperar cinco o seis años.
Asunto concluido, aunque mamá no quedó nada convencida.
La vuelta al Colegio no fue traumática,
todo lo contrario: Juan Manuel, mi mejor amigo y todos los demás me recibieron
de mil amores. Incluso otro gran amigo, Tato, nos dio la sorpresa de haber
vuelto al Colegio, dejando el seminario donde había estado dos años (se había
echado novia y le pillaron las cartas en el Seminario). Los que no lo llevaron
tan bien fueron los curas, sobre todo mi director espiritual, el Padre Conrado,
que contaba conmigo como futuro misionero.
En Preu me quedé prendado de una amiga,
Maye, con la que estudiaba ruso en Mangold y que solo me quería como amigo y a
la que mis compañeros la llamaban “la camarada”. Y al siguiente verano en Gandía conocí
a Carmina, que me traería a mal traer. Aun y así estuve durante un tiempo
pensando que no era incompatible tener o aspirar a tener novia y mantener la vocación
religiosa.
Años después, cada vez que me detuvo la policía
o papá me encontraba panfletos en casa, mamá le reprochaba: “ves, si le
hubieras dejado ir al seminario, ahora no estaría metido en líos”.
Mi padre, como casi siempre los padres,
tuvo razón, por mucho que me fastidiara.
Si el 1 de septiembre de 1965 hubiera
entrado en el Seminario de Miranda de Ebro, no se qué hubiera sido de mí, pero la
foto que acompaño a este post, que acabo de hacer en el Acuario de Gijón con
mis cuatro grandes amores, no hubiera sido posible.
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