miércoles, 26 de abril de 2017

CCOO, ILEGALES Y LEGALES, SIEMPRE LUCHANDO POR LOS TRABAJADORES


Hoy hay bastante gente que ignora, desprecia o critica duramente a los sindicatos de clase. Lo peor es que esa actitud ha alcanzado a sectores progresistas. Y peor aún, hay quien lo hace desde la precariedad, el paro o las condiciones inhumanas de trabajo.

He tenido la inmensa suerte de estar vinculado, de una u otra forma, a CCOO desde septiembre de 1971, cuando recién terminada la carrera de derecho, empecé a trabajar en el despacho laboralista de Javier Sauquillo y Lola González Ruiz. Allí día a día y hasta el 1 de julio de 1977, atendí a miles de trabajadores que acudían a los abogados de CCOO, porque así éramos considerados, con el más amplio abanico de abusos e injusticias sociales que uno se pueda imaginar. Había trabajadores, que incluso después de haber firmado la demanda o la denuncia, no volvían por miedo al despido o la sanción o porque no lograban que otros compañeros testificaran o aportaran pruebas. Muchos trabajadores eran empujados por sus mujeres, que más decididas, les animaban a reclamar.

Según se resquebrajaba la dictadura, en buena medida gracias a las luchas impulsadas por CCOO, las demandas y reclamaciones se multiplicaron, como se multiplicaron los despachos, el número de laboralistas y nuestro trabajo. No exagero al decir que la mayoría de las mañanas tenía cinco, seis o siete juicios y que la mayoría de las tardes terminaba pasadas las diez de la noche con 25, 30 o 35 consultas. Y todo ello era movido, impulsado por los hombres y mujeres de CCOO en los centros de trabajo. En aquellos años de la transición muchos trabajadores lograron mejorar sustancialmente las condiciones de trabajo y salario gracias como nunca hasta entonces, gracias sobre todo a CCOO.

Conseguimos la libertad y CCOO (y también UGT) tuvo que transformarse, con rapidez y escasísimos medios, en un sindicato similar a los que existían en los demás países democráticos. Y desde el primer día de la legalización tuvimos que seguir peleando por los derechos de los trabajadores que la nueva democracia regateaba. Luchamos por una Constitución avanzada, por unos Pactos de la Moncloa que no hicieran pagar a los trabajadores el coste de la crisis y de la modernización de la economía española. Peleamos por la universalización de las pensiones y de la sanidad pública, que la derecha y la patronal no querían. Luchamos por unas prestaciones dignas de desempleo y una cobertura general, cuando esa misma derecha y esa misma patronal acusaban a los trabajadores de vagos y fraudulentos. Combatimos para frenar las consecuencias de las reconversiones industriales. Nos movilizamos para que el Estatuto de los Trabajadores recogiera unos derechos básicos dignos. Negociamos  miles y miles  de convenios colectivos, que transformaron las condiciones de trabajo de nuestro país. Exigimos la incorporación de las mujeres al empleo y la igualdad de condiciones con los hombres. Denunciamos la tremenda siniestrabilidad laboral existente, así como el fraude en las nominas y cotizaciones….Y asi hemos seguido 40 años.

Podrán decirnos a los viejos sindicalistas y a los viejos profesionales colaboradores de los sindicatos, que esas son las batallas del “abuelo cebolleta” y que ahora las cosas son muy distintas. Efectivamente son muy distintas y sobre todo en muchos casos han empezado a ser peores,  de la mano del debilitamiento de los sindicatos, de las constantes y poderosas ofensivas mediáticas contra el sindicalismo de clase. Los derechos se han empezado a reducir gracias al desguace de la negociación colectiva y a la perdida de competencias de los comités de empresa, delegados de personal y secciones sindicales.  

La precariedad laboral y la impunidad patronal están siendo posibles tras largos años de ataque y cuestionamiento de los sindicatos.

Los sindicatos y en concreto CCOO hemos cometido errores, algunos de importancia. Quienes hayan seguido mi blog en sus ya seis años de existencia habrá podido leer, sin adornos ni paños calientes, críticas y autocriticas. Por ello he saludado con enorme satisfacción los numerosos llamamientos a la profunda renovación sindical que viene haciendo Ignacio Fernández Toxo y del que va a dar buena muestra en el próximo Congreso Confederal, empezando con dar ejemplo con su retirada de la Secretaria General. Pero nuestros errores y malas prácticas no cuestionan la ingente labor realizada en estos 40 años.

Hoy una parte considerable de los trabajadores y sobre todo trabajadoras de nuestro país sufren unas pésimas condiciones de trabajo, de manera más intensa precisamente en muchas  pequeñas y medianas empresas donde no están presentes los sindicatos de clase. El cambio de su situación solo será posible si consolidamos sindicatos fuertes y valorados socialmente. Que nadie se engañe, buena parte de la patronal española quieren competir con el mundo globalizado mediante bajos salarios, jornadas sin límite e inhumanas condiciones laborales. Nos quieren devolver a los años 60 del siglo XX o a las actuales sociedades desreguladas del tercer mundo. Los únicos que lo pueden impedir somos cada uno de nosotros apoyando y apoyándonos en los sindicatos.

Se cumplen en estos días los 40 años de la legalización de CCOO, a la que aporte mi pequeño grano de arena trabajando en sus estatutos por encargo de Julián Ariza y Nicolás Sartorius. Durante estos 40 años, aunque no siempre he compartido todo lo que se hacía, he podido vivir el ímprobo trabajo de decenas y decenas de miles de sindicalistas que se han dejado la piel, la salud, el dinero, la promoción profesional y el disfrutar de una vida tranquila y cómoda, para que la clase trabajadora de nuestro país y mas allá el conjunto de nuestra sociedad, trabajara y viviera con mucha más dignidad.


Y personalmente, como pensionista, tengo que decir que hoy o no tendría pensión o sería mucho peor, si mi sindicato desde un lejano año 1977 no hubiera situado la lucha por las pensiones como una de sus prioridades. 

jueves, 20 de abril de 2017

¿QUIEN NO CONOCIA COMO ES IGNACIO GONZALEZ?


Tuve ocasión de conocer a Ignacio González en febrero del año 2000. Él era Secretario de Estado de Administraciones Públicas y yo Director General del IMSERSO. En los primeros días de ese mes se habían producido unos terribles disturbios xenófobos y racistas en El Ejido (Almería), contra la numerosísima población inmigrante. El motivo fue la reacción ante el asesinato de una chica española por parte de un inmigrante. Hubo incendios, apaleamientos y bastantes heridos entre la población inmigrante, que obligó a desplazar nada menos que 500 policías y guardias civiles a esa localidad.

Pronto quedaron de manifiesto las indignas condiciones de vida y trabajo de la inmensa mayoría de los miles de inmigrantes que allí estaban. La población española y las autoridades locales exigieron la marcha o al menos una reducción muy sensible de la inmigración (lo decían por cierto con la boca pequeña, pues a ver quienes iban a trabajar en los invernaderos sino era la población inmigrante). El gobierno de Aznar decidió intervenir para bajar la tensión y nos encargó al IMSERSO, a Cruz Roja, Andalucía Acoge y alguna otra ONG que buscáramos soluciones.

Nos pusimos a ello de forma inmediata y prioritaria. Como Aznar ya no se fiaba del Ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, (de quien dependía el IMSERSO), nos colocó de comisario político a Ignacio González. Esta designación no solo puenteaba a Pimentel, sino también a la Secretaria de Asuntos Sociales, Amalia Gómez, medio sevillana medio murciana, que conocía muy bien la problemática inmigratoria del poniente almeriense, con una clara sensibilidad social y una probada buena relación con las ONGs del ámbito de la inmigración.

Ignacio González desembarcó en la comisión de trabajo que habíamos montado como un elefante en una cacharrería, exigiendo soluciones inmediatas y eso sí sin poner una financiación complementaria. El personal del IMSERSO dando muestras, una vez más, de sus profesionalidad y calidad humana, se volcaron para gestionar una respuesta inmediata habitacional y de mejora de las condiciones de vida. Cruz Roja, con su gran experiencia creó un operativo eficaz y diseñó una serie de medidas de intervención rápida.

Al principio nos reuníamos todas las tardes para hacer un seguimiento puntual de todas las actuaciones. González se comportaba de manera autoritaria, exigiendo que se solucionaran en días problemas que se venían arrastrando desde hacía años. Incluso en su burdo desconocimiento de las cosas nos propuso trasladar inmigrantes desde El Ejido a Huelva o a Jaén, para tener en lugar de uno, dos o tres focos de tensión. Su trato con Cruz Roja y las ONGS era igualmente de ordeno y mando, mientras Amalia Gómez y yo intentábamos calmar el creciente malestar de estas, que en más de una ocasión estuvieron a punto de mandar a paseo al irresponsable gubernamental.

Ignacio solo quería resultados para capitalizarlos políticamente en su curriculum y en en el de su ministro Ángel Acebes, sin duda más educado, pero también con rasgos autoritarios en cuanto las cosas no salían como él quería o a la velocidad que había imaginado. Poco a poco se fueron encauzando los problemas gracias al trabajo ímprobo del personal del IMSERSO y de Cruz Roja, Andalucía Acoge…  

Durante meses las frecuentes reuniones con Ignacio González fueron una cruz, que afortunadamente terminó cuando en junio de ese año Amalia Gómez y yo, presentamos nuestra dimisión al nuevo gobierno de Aznar.  Para más inri Aznar premio a González nombrándole en el año 2002 nada menos que Delegado del Gobierno para la Extranjería e Inmigración, cuyo desempeño seguro que aún recuerdan con pavor el movimiento asociativo de los inmigrantes y de las ONGS españolas de trabajo solidario.

Por eso y aun admitiendo la presunción de inocencia a la que todos tienen derecho, me cuesta mucho no creerme lo que está surgiendo en estos días en relación a Ignacio Gonzalez. Y para empezar me resulta sorprendente que una empresa pública de actividad muy vinculada a la prestación de un servicio a la población de un territorio, como es el Canal de Isabel II, se dedicara a hacer negocios en otros países, con compras de empresas y otras inversiones al menos oscuras. ¿Pero qué concepto tienen estos personajes de lo que debe ser una empresa de servicios públicos?

Y aun más sorprendente es lo que está diciendo Esperanza Aguirre de que ella no sabía nada de lo que estaban haciendo sus diversos y sucesivos hombres de confianza. ¿A quién quiere engañar Aguirre? Cualquiera que haya tenido un puesto de cierta responsabilidad en el sector privado y mucho más aun en las administraciones públicas sabe de sobra y lo ha experimentado en su propia piel, que al poco de tomar posesión de un cargo hay numerosas fórmulas de enterarse de lo que se cuece a su alrededor. Formulas ordinarias (inspección, intervención del Estado, abogacía del Estado, informes periódicos de gestión, evaluación de resultados…etc.) y también mecanismos “peculiares”, como son lo que vienen a contarte unos y otros de fulanito y menganito, por no hablar de lo que cuentan o denuncian los Sindicatos o los representantes de los trabajadores.

Al menos en mi caso, las tres experiencias de responsabilidad pública que he tenido en mi vida, a las pocas semanas ya estaba al tanto del terreno en el que me movía. Claro que resulta mucho más cómodo no revolver las cosas y no darse por enterado. También en mi caso, uno de los problemas más serios, desagradables y tensos que tuve, fue precisamente por el cese de un responsable que no cumplía adecuadamente con sus obligaciones gestoras; estuve en un tris de que me llevara por delante. 


Así que Esperanza no nos pongas cara de póker, que tu sabías desde el principio lo que hacían tus manos derechas y…si no lo sabías todavía peor, porque reflejaría tu absoluta incapacidad para asumir un puesto de responsabilidad.         

domingo, 9 de abril de 2017

LEGALIZACION DEL PCE: UNA MEZCLA DE ALEGRIA Y TRISTEZA


A media tarde del sábado 9 de abril de 1977, estábamos sentados en la terraza de un entonces famoso café de la Plaza de España de Ibiza. Elena embarazada de nuestro primer hijo Javier, mis hermanas Elisa, que acababa de perder a su compañero Luis Javier Benavides, asesinado en el despacho de Atocha, y Charo, Cristina Almeida, María Teresa, viuda de Enrique Valdelvira, también muerto en el atentado de Atocha, Tomas Dupla compañero del despacho de Españoleto 13, Rosa y Miguel Gonzalez Zamora. Cristina con su proverbial generosidad nos había invitado a casi todos  al chalet que tenía alquilado en la Cala San Vicente.

Necesitábamos descansar y cortar con la tensión que llevábamos viviendo en los últimos tiempos en Madrid, antes y después del atentado del despacho de Atocha. Habían sido unos meses muy intensos. La movilización contra el referéndum convocado por Adolfo Suarez para la reforma política, la imparable “salida a la superficie” con la campaña de afiliación al PCE y el  reparto en actos públicos de carnets, la detención de Carrillo, las constantes amenaza de los ultras y de los militares golpistas, los cada día más frecuentes intentos de la oposición democrática moderada de dejar en la cuneta al PCE ante la posible convocatoria de elecciones, la intensificación de las huelgas y las reclamaciones de los trabajadores en las Magistraturas de Trabajo y sobre todo la muerte de nuestros amigos y camaradas y la visita a los hospitales para ver a Lola González Ruiz o a Luis Ramos.

Los desayunos en la cala de San Vicente, los atardeceres frente a Es Vedra, el pescadito en el chiringuito en la playa donde trabajaba Juan, un amigo ibicenco de Cristina, los paseos por el casco antiguo de Ibiza comprando artesanía y alguna ropa, las largas charlas en la terraza de la casa de Cristina…fueron sin duda el bálsamo que necesitábamos.

Aquella tarde tomando unos helados, de pronto pasaron tres o cuatro coches tocando la bocina y sacando por las ventanillas banderas rojas, con la hoz y el martillo y el anagrama del PCE. La mucha gente que a esas horas paseaba por el centro de Ibiza se quedaba mirando sorprendida. Creo recordar que Juan le preguntó a un camarero si sabía algo y nos dijo que en la TVE acababan de anunciar la legalización del PCE.

Nos abrazamos entusiasmados y en nuestras caras se mezclaron la alegría y la tristeza, incluso las lágrimas.

Por fin éramos legales, podríamos compartir con nuestros familiares y amigos nuestra satisfacción y orgullo de ser comunistas, de poder mostrar nuestro carnet que teníamos guardado en la mesilla de noche. Por fin, los comunistas, que tanto habíamos luchado por la libertad desde el 1 de abril de 1939, podríamos contribuir a la construcción de la democracia como el resto de los partidos, que se habían incorporado a ese camino mucho más tarde o casi al final.

Sin embargo, el precio había sido terrible. Y hasta prácticamente el ultimo día. Todas aquellas mujeres y hombres que tanto habían sufrido a lo largo de 38 años y de los que nosotros nos sentíamos solidarios por formar parte del mismo partido y desde luego por lo muchísimo que nos había afectado con la muerte de Javier, Luis Javier, Enrique, Serafín y Ángel y por las graves heridas sufridas por Lola, Luis, Alejandro y Miguel.

Los pocos días que aun permanecimos en Ibiza ya no fueron iguales y esa agridulce sensación de alegría y tristeza nos acompañó todo el tiempo. Solo por un poco más de dos meses nuestros amigos y camaradas no habían podido vivir ese día de la legalización, disfrutar con esas alegres y emocionantes imágenes que veíamos en la televisión de las y los comunistas celebrando por las calles de Madrid y otras ciudades que ya éramos legales.

Al volver a Madrid rápidamente se nos volvió a acumular el trabajo. Aún quedaba pendiente la legalización de CCOO (Nicolás Sartorius y Julián Ariza me pidieron urgentemente, como siempre, que preparara un proyecto de estatutos para presentar en el Ministerio); teníamos que diseñar nuestra participación en la inminente campaña electoral; a través de nuestros despacho laboralistas era imprescindible recabar el voto comunista de nuestros clientes, rentabilizando el prestigio ganado durante tantos años esforzándonos en la defensa de los trabajadores y por supuesto pensar en cómo íbamos a vincularnos a CCOO una vez que el sindicato fuera legal.

La legalización del PCE fue una meta importantísima, sin la que no hubiera sido posible la transición democrática; pero aun nos quedaban muchos días de lucha, de alegría y también de amargura y frustración.


lunes, 3 de abril de 2017

LA BANALIDAD DE LOS DEBATES PUBLICOS


Buena parte de los “grandes temas”, que han estado ocupando los debates en la mayoría de los medios de comunicación audiovisual en las últimas semanas, han sido de una banalidad indudable: desde el piso de un cargo público, la misa de los domingos en la 2 de TVE, el boicot al consumo de Coca Cola en las Cortes, los twists de Casandra, las peripecias amorosas del rey Juan Carlos, o como rebautizamos a un parque madrileño, etc. todo ello ciñéndonos a los programas de noticias y debates, olvidándonos de los espacios basura.  

Resulta sorprendente que estas cuestiones ocupen más de 1 minuto en los medios de comunicación. Sorprendente porque sus destinatarios son los hombres y mujeres de las generaciones más cultas, mejor formadas e informadas de nuestra historia.

Es cierto que otros temas de mayor calibre también están presentes, pero de una u otra forma se contagian del tono banal o superficial, como ocurre en programas punteros de la Sexta, “Al rojo vivo” o “El objetivo” que dirige Ana Pastor. El único programa que intenta rehuir de esas coordenadas es el de “La noche en 24 horas” de TVE, aunque se ve lastrado por el sesgo político de sus intervinientes, mayoritariamente conservadores. La banalización del periódico “El País”, que ha ido creciendo en los últimos años de la mano de su progresiva derechización, es otro claro exponente de ese proceso. Aquella parte de la prensa digital que procura evitar la banalización y promueve una información seria, sigue siendo muy minoritaria y a menudo adolece de un fuerte alineamiento político-ideológico, que dificulta un riguroso debate político y el oportuno contraste de opiniones diferentes.

Sin embargo, mientras esto sucede, la sociedad española necesita con urgencia debatir y definir cuestiones decisivas para su futuro a corto y medio plazo.  Estamos saliendo de la crisis y esto parece suficiente para tranquilizar a la opinión pública, cuando resulta imprescindible debatir y clarificar al menos dos cuestiones: ¿Cuáles son los daños económicos y sociales que han causado en el desarrollo de los sistemas básicos de protección social y de igualdad de oportunidades, de equipamientos e infraestructuras? Y en consecuencia ¿Cuál es el horizonte temporal para reparar esos daños? Y de cara al futuro ¿Queremos mantener el mismo modelo productivo o queremos cambiarlo? Y en el caso de que busquemos cambiarlo ¿Cuáles son las bases de un nuevo modelo productivo?

El mundo actual y el de los próximos años se está moviendo a una gran velocidad y tras los cascotes y ruinas que ha dejado en el sistema capitalista la mayor crisis que este ha conocido, hay una profunda reestructuración en diversos planos: financiero, de medios de producción, tecnológico, de comunicación, de energía, de transportes, etc. con profundas tensiones en la lucha por mejorar la competitividad, controlar los mercados, las redes comerciales y las materias primas, redistribuir de otra manera el poder entre las naciones y los bloques…. Está surgiendo un nuevo capitalismo, donde paradójicamente sus dos grandes protagonistas son una China con partido único de simbología comunista y unos Estados Unidos convulso por la aparición de un nuevo proteccionismo. Un nuevo capitalismo en donde la Unión Europea se encuentra dividida y descolocada, Rusia intenta sacar pecho, los países emergentes se defienden para no ser arrollados y buena parte de Asia, África y América Latina buscan las migajas.

Y ¿España qué? ¿Nos conformamos con el turismo (que no es poca cosa), la recuperación de la construcción en sus diversas vertientes, un amplísimo minifundio empresarial con un protagonismo de actividades relacionadas con la hostelería, el ocio y la búsqueda de la belleza o similares? ¿Nos conformamos con tener en la “marca España” diez o doce grandes empresas de expansión espectacular en España y en numerosos países del mundo, pero cuyos empleos, beneficios y desde luego impuestos, cada día están más alejados de nuestro país, aunque de vez en cuando alguno de esos grandes patronos tenga un gesto filantrópico hacia sus conciudadanos?

¿Nos hemos preguntado qué lugar cuantitativo y cualitativo queremos ocupar en la división del trabajo del nuevo capitalismo? ¿Nos hemos preguntado cómo vamos a impulsar la modernización de nuestro tejido industrial o la mayor concentración de las pequeñas empresas? ¿Cuál son las exigencias formativas para los y las trabajadoras de ese nuevo capitalismo? ¿Cuál debe ser el peso de la I+D+I en el conjunto de nuestro gasto público? ¿Qué modelo energético queremos y necesitamos? ¿Qué vamos a hacer con la actividad agropecuaria en un país con evidentes posibilidades, pero mal aprovechadas? ¿Cuál va a ser nuestro papel en el imprescindible relanzamiento político de la Unión Europea? ¿Cuál nuestra relación con China y la India?

No sé si estas preguntas se las están haciendo en el gobierno del PP o los tres candidatos a la Secretaria General del PSOE; y desde luego tengo serias dudas de que Pablo Iglesias y su equipo actual estén en esa onda de reflexión; en cuanto a Ciudadanos, da un poco lo mismo, porque ya verán por donde sopla el viento de la correlación de fuerzas y entonces se posicionaran; y en lo que se refiere a los nacionalistas, para los catalanes es también irrelevante teniendo metas más sublimes y milagrosas y posiblemente el PNV sí tiene presente esos retos  futuros, al menos eso es lo que suele transmitir el Lendakari Urkullu.

Lo malo es que todo el espacio que no ocupemos, como en la física, otros nos lo ocuparán y otros decidirán por nosotros. Ya sea en Wall Street, en Pekín o en Berlín.


La ciudadanía tenemos el derecho y el deber de exigir a los medios de comunicación y a nuestros representantes políticos que se dejen de banalidades y trivialidades y afronten de una vez los debates sobre las opciones de futuro de nuestro país.