viernes, 30 de diciembre de 2011

TARANCON: ¡QUE TIEMPOS AQUELLOS!


TVE con una miniserie nos ha permitido volver a la figura del Cardenal Tarancon, personalidad hoy marginada en la Iglesia Católica española. Mas allá de algunos errores históricos de la película, como situar la matanza de los abogados laboralistas de Atocha 55 antes de la votación por las Cortes franquistas de la ley de la reforma política, o la imagen excesivamente politizada de Tarancon, que aparece como el gran protagonista de la transición, casi como su artífice, deformación muy común de quienes quieren convencernos de que la democracia nos la consiguieron el Rey, Suarez y ahora Tarancon, poniendo en un segundo plano las luchas de la oposición política y sindical, y en primer lugar el PCE y CCOO, la miniserie acierta con reflejar que "otra Iglesia Católica era posible".

Muchos españoles de hoy día no han conocido la figura de Juan XXIII, que realmente sí que merecía haber sido santificado, no como  otros, y que en su breve reinado hizo mucho mas por acercar a la Iglesia a la gente y trasladar un mensaje de esperanza en un mundo mejor, de paz, solidaridad y justicia, que alguno de sus sucesores que en largos años de pontificado su logro fue  devolver a la Iglesia al siglo XVI. El Concilio Vaticano II fue el mas profundo intento en la historia del Catolicismo de volver a las esencias evangelicas, de renovación del compromiso con la sociedad. Si hubiera triunfado, permitiría hoy al Catolicismo afrontar con tremenda autoridad y prestigio moral las oleadas de fanatismo religioso que estamos viviendo, con sus tremendas implicaciones políticas, sociales y bélicas, desde los islamistas a los judíos, desde las sectas protestantes ultraconservadoras hasta la intransigencia de organizaciones extremistas de la propia Iglesia Católica en detrimento de sus corrientes abiertas, los jesuitas, los franciscanos, Cristianos de base, Teología de la liberación, etc. 

Tarancon, a diferencia de la mayoría del episcopado español de aquel momento, se creyó el Concilio Vaticano y se dispuso a ponerlo en practica en nuestro país. Y se la jugo bien jugada, incluso con serios riesgos para su vida. A los que no eramos católicos nos abrió una enorme puerta de simpatía y de acercamiento a una Iglesia tan mezclada no solo con el franquismo, que ya es decir, sino con los ricos y los poderosos. Recuerdo perfectamente en aquel otoño de 1971, recién salidos de un largo estado de excepción,  como la izquierda seguíamos con la máxima expectación e interés los trabajos de la Asamblea de Obispos y Sacerdotes, impulsada por Tarancon. Pero el Cardenal no estaba solo, ni siquiera creo que fuera era el principal  motor de aquella dinámica. Cientos de curas y monjas, teólogos, algunos obispos, asambleas de cristianos de base, Cristianos por el socialismo, la revista Cuadernos para el Dialogo, lugar de encuentro de católicos y marxistas, empujaban en la misma dirección de Tarancon, posiblemente con mayor ímpetu y decisión que el Cardenal, que desde luego nunca fue un hombre de izquierdas. 

La gente progresista española debemos reconocer y agradecer el papel de Tarancon y de su equipo, muy en especial su estratega José María Martín Patino y de otros curas como el Padre Llanos, José María Diez Alegría, Alfonso Carlos Comin o el inolvidable teólogo malagueño José María Gonzalez Ruiz. La transición hubiera sido sin duda mas difícil y con muchas mas costes sin su decidida apuesta por la reconciliación y la democracia.

Pero Tarancon y los católicos renovadores no solo lucharon por la democracia. Lucharon también y sobre todo por otra Iglesia Católica, de la mano de Juan XXIII y Pablo VI, cercana a las personas, a los trabajadores, a los pobres. Una Iglesia del Evangelio en la que el pecado no fuera el eje de su actuación sino la justicia, la caridad, la paz. Una Iglesia separada del Estado, sin privilegios, sin lujos, sin prepotencia hacia las otras creencias y religiones. Una Iglesia del dialogo, no de la condena y el dogmatismo. Como diría una película de Hollywood, "cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia".

Nada hay mas alejado de Tarancon y Martín Patino que las figuras de Rouco Varela y Juan Antonio Martinez Camino (portavoz de la Conferencia episcopal). Como nada, nada, tienen que ver Juan XXIII y Pablo VI con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Uno se pregunta ¿como es posible que de aquel esplendoroso Concilio Vaticano II no haya quedado mas que rescoldos formales? ¿que ha pasado en la Iglesia española para que nadie del episcopado actual tenga el coraje de defender y continuar con el legado de Tarancon? ¿fueron  el Concilio y en España Tarancon un mero espejismo borrados y olvidados rápidamente?. Lo único que puedo decir es que cuando en los últimos 20 años nos hemos preguntado entre los amigos por uno u otro de los curas de nuestro Colegio de los Sagrados Corazones, la inmensa mayoría de ellos han terminado por dejar el sacerdocio, ¡que drama humano, que desastre social, que retroceso en las ideas de progreso!. Algo muy parecido a los que nos ha sucedido a los comunistas.Pero ese seria motivo de otra reflexión, ahora solo cabe recordar los buenos tiempos del Cardenal Tarancon.

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