Una de las últimas escenas de la película de Bob Fosse, “Cabaret”, reflejaba
la culminación del ascenso imparable del nazismo mediante unas imágenes
distorsionadas en que iba predominando el color de los uniformes e insignias
del Partido Nacional Socialista Alemán. Una sensacional forma de mostrar el fin
de una época y el inicio de otra.
Aunque afortunadamente nuestra actual situación nada tiene que ver con la
Alemania de los primeros años 30, me acuerdo de esas imágenes ante el
oscurecimiento progresivo de nuestro panorama político. Soy optimista por
naturaleza, pero intento no ser ingenuo. Los problemas se van acumulando y
complicando a marchas forzadas.
Los nacionalismos aprietan el acelerador. Artur Mas ha encontrado la
excusa perfecta en los errores cometidos por los partidos estatales, el
Constitucional y el propio Monarca, para desviar el tiro sobre su nefasta gestión
ultraliberal. Ha situado el debate en Cataluña no en los recortes sociales,
sino en la independencia como receta mágica. Busca no un referéndum sobre el
futuro de los catalanes sino un plebiscito por aclamación para su persona y su
partido. Y ya veremos como termina la cosa, porque una vez desatadas las
tempestades, no va a ser fácil reconducir la ola independentista a un mero
pacto para mejorar la financiación de Cataluña y dos o tres cosas más.
Urkullu, mucho mas sensato y menos antisocial que el gobierno de CIU, sin embargo esta emparedado entre Bildu
y Artur Mas, por lo que tiene dificil quedarse atrás en el discurso independentista; además al PNV ya no le queda la estación
intermedia de exigir un Concierto económico que ya tiene. Por el momento se mueve en el marco de la renovacion del Estatuto, pero vamos a ver cuanto puede aguantar. Solo un muy improbable gobierno de
coalición PNV-Partido Socialista de Euzkadi podría reconducir la situación en el Pais Vasco.
En el otro lado cada día crece más el malestar de muchos de sus
votantes con Rajoy y no precisamente desde posiciones de moderación. La derecha
extrema inserta en el PP se remueve inquieta, más aun tras la ¿dimisión? o ¿defenestración?
de su líder Esperanza Aguirre y hay que oír las cosas que dicen. Mientras Rajoy sigue ensimismado, deshojando la margarita
del rescate, entre el descoloque de sus barones territoriales, que se ven
empujados a cortar y recortar día tras día, el silencio de los centristas, que desde luego
los hay en este Partido y el desparrame de su gobierno. Y para colmo el
Presidente se pone a reclamar Gibraltar en la ONU.
La dirección del PSOE corre tras los acontecimientos como pollo sin cabeza, haciendo equilibrios
en el alambre en Cataluña y el País Vasco, con guiños a los sindicatos e
incluso a las movidas del 15M; con crisis generalizada de liderazgo, nuevos escándalos
de corrupción y un no saber que hacer en
relación a la petición de rescate.
IU, que por ahora esta digiriendo muy bien la aparición del nuevo
partido de Gaspar Llamazares, sin embargo una buena parte de sus dirigentes y militantes
vuelven a sacar su alma mas radical y se suman entusiastas a las movilizaciones
del “Rodear el Congreso”, después de haberse desmarcado del anarquismo de Sánchez
Gordillo y sus socios andaluces. Y lo que es mucho peor, repitiendo alegatos de cuestionamiento de la Constitución
y de la Transición. De verdad ¿IU querrá alguna vez influir y participar en el
gobierno de España o prefiere seguir para siempre en la oposición?
¿Y el 15M? Tras su decadencia del pasado invierno y el fracaso de las movilizaciones de esta
primavera, seguramente preocupados por el protagonismo de los sindicatos y su
inteligente alianza con otras organizaciones sociales en los últimos meses, el ala mas radical del 15M se echa de nuevo a la
calle, tirando a dar contra el sistema parlamentario.
Hay unos cuantos que están jugando con fuego y pueden abrasarnos a
otros muchos. Porque si algo demuestra
nuestra dramática historia es que el radicalismo minoritario de la izquierda a
quien termina favoreciendo es a la derecha. Se empieza cuestionando la
legitimidad de los parlamentarios, pero se puede terminar engrosando la extrema derecha, ejemplos a puñados los
tenemos en los barrios obreros de Francia o del norte de Italia.
Y para redondear el panorama, el Monarca confunde el tocino con la
velocidad y queriendo recuperar el aprecio de la ciudadanía se inmiscuye en la política
nacional atizando el fuego en Cataluña. Debería despedir a todos sus asesores y
consejeros, jubilarse y dejar el sitio a Felipe.
Así hasta el patio. Desgraciadamente no tengo la solución. Pero yo volvería
a pensar en la denostada Transición, claro que nos faltan las dos figuras
claves de la misma, Suárez y Carrillo e incluso el propio Fraga.
En este momento dramático y de creciente sinrazón, la izquierda al
menos estamos obligados a dar muestra de sentido común y presentar una
propuesta de futuro razonable para la mayoría de nuestro país.
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