La llamada Conferencia de Paz en San Sebastián era un reto difícil. Generar demasiadas expectativas y luego no cumplirlas era tan arriesgado como no crearlas y reducir su impacto mediático y las previsiones de asistencia. Los resultados han quedado a medio camino. Ni mucho ni poco. Para empezar hay que devaluar algo el pomposo nombre de Conferencia por la paz. Ha sido más bien un breve intercambio de opiniones y la presentación de un manifiesto más o menos elaborado previamente. Así que los contenidos han sido limitados. Quizás lo más positivo ha sido la cualificada asistencia internacional y sobre todo de Euskadi y la notable presencia de los medios y su incidencia en la opinión pública antes, en medio y después.
El gobierno vasco y el de Zapatero se han vestido de lagarteranos, quizás porque en estos momentos no podían hacer otra cosa y porque posiblemente no era el ámbito apropiado para una presencia gubernamental. La derecha política y mediática, más la segunda que la primera han despotricado, aunque ya veremos que dicen y hacen dentro de un mes y medio. Y las asociaciones de víctimas del terrorismo han mantenido una actitud no política sino moral y de sentimientos, lo cual es muy comprensible. Ellos son los que en este complejo proceso más jirones se van a dejar y los que más van a sufrir. Pero hay que hacerles llegar, además de nuestro respeto y solidaridad, algunas reflexiones inevitablemente políticas.
Que Rufi Etxeberria, otros dirigentes históricos de la izquierda abertzale y los más altos cargos institucionales de Bildu hayan suscrito el comunicado es de por si un triunfo innegable de los demócratas. Están admitiendo la democracia sin haber alcanzado sus objetivos principales como es la independencia de Euskadi y en otro plano, la liberación de los presos. Su estrategia histórica ha fracasado e implícitamente lo han asumido. Tienen a sus dos máximos responsables políticos en régimen de rehenes en la cárcel y aguantan sin echar leña al fuego, al revés que el Fiscal General del Estado. El Tribunal Constitucional ha retrasado por razones de oportunismo político la vista del recurso de legalización de Sortu. ¿Qué más queremos que admitan en este momento? Han sido una organización político-militar y no creo que haya muchos antecedentes de que además de admitir su derrota política y militar reconozcan que han practicado un terrorismo inmisericorde. Estamos hablando de política no de un mundo de fantasías.
Si realmente queremos cortar el nudo gordiano de la violencia habrá que hacer filigranas políticas y dejar aparcadas las vísceras. ¿Porque no pensamos un minuto lo que ha sucedido en Israel con la liberación de 1000 presos palestinos, algunos con actos de terrorismo tremebundos y otros que han dicho que en cuanto puedan volverán a las andadas? No quiero ni pensar si el gobierno español hubiera tenido que pasar por un trance parecido, la que se habría liado.
La paz en Euskadi no va a ser por goleada. Todos tendrán que ceder. En esta Conferencia, más allá de los adornos que los intermediarios han colocado en el manifiesto, entre otras razones para justificar su papel, quienes han cedido políticamente son la izquierda abertzale. Ha sido un paso más, no excesivo, pero un paso más. Habrá que seguir haciendo camino, hasta que los de las pistolas no tengan más salida que dejarlas.
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