Empieza este año la semana del Orgullo Gay con una buena noticia y otra
mala, claro reflejo de cómo están las cosas en el mundo en lo que se refiere a
la igualdad de los derechos de todas las personas.
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que no es precisamente de
izquierdas, ha reconocido el derecho al
matrimonio de las personas del mismo sexo en el Estado de California, lo que va
a suponer un impulso para avanzar en la mayoría de los restantes estados que
aun no lo tienen reconocido. En este sentido es muy estimulante el apoyo del
Presidente Obama.
Sin embargo el Parlamento Ruso acaba de aprobar una ley claramente homófoba
y hemos visto a la policía y a extremistas que atacaban a manifestantes
defensores de los derechos de las personas LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales
y Bisexuales).
Y desde la última celebración del Orgullo hemos asistido a otros pasos
adelante tan formidables como la Sentencia del Tribunal Constitucional español
reconociendo el derecho al matrimonio de las personas del mismo sexo. Como también
ha sido significativo que el Parlamento frances y el gobierno del Presidente
Hollande haya aprobado el mismo tipo de ley, a pesar de las manifestaciones en
contra de los radicales de derecha.
A pesar de estos logros, en numerosos países la homofobia impera, a
menudo acompañada del recorte de derechos de las mujeres. Ambas intolerancias
tienen una misma raíz: machismo puro machismo.
En nuestro país se ha elegido este año como lema “Jóvenes sin
armarios”, recordándonos a todos que nuestra sociedad no es Chueca, ni los colegios laicos, ni algunas series de
televisión. Aun hay una España profunda que no admite la diversidad afectiva,
la igualdad de todas las personas.
Y esa intolerancia todavía sigue estando muy presente en colegios, trabajos,
familias, en el deporte o en el ocio y los jóvenes, a pesar del gran cambio
social y cultural que ha experimentado nuestro país, en muchas partes siguen
arrastrando prejuicios heredados contra “maricones” y “bolleras”. Muchos
profesores miran para otro lado o no se plantan con firmeza ante actitudes homófobas.
Muchos padres (y algunas madres) sigan preguntándose porque les ha caído la
desgracia de un hijo o una hija “raritos” y no son como los hijos y las hijas
de los vecinos o amigos. Todavía hay muchas familias que rompen cualquier relación
cuando se enteran que uno o una de los suyos se ha salido de la normalidad
heterosexual y se empeñan en llevarlos a un psicólogo, a un medico o a un cura
a ver si los regeneran.
Y el reverso de la moneda es el sufrimiento indecible de esos chicos y
chicas que quieren vivir su vida siguiendo sus deseos y afectos. Sufrimiento
que en pleno siglo XXI da lugar a suicidios o intentos de suicidio.
De ahí el lema de este año. Fuera armarios en los colegios, trabajos y
familia, pero que ello no suponga una heroicidad o tener que pagar un precio de
rechazo o aislamiento. Vivir fuera del armario en igualdad como todo el mundo.
Cuando este fin de semana cientos de miles de personas vayamos a
divertirnos en el gran desfile del Orgullo Gay por el Paseo del Prado, a
ver ese derroche de vitalidad, de
belleza, de desenfado, de música y de calor, no nos olvidemos del mucho camino
que se ha hecho y también del mucho que queda por delante.
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