domingo, 14 de julio de 2013

NACHO MONTEJO




Nunca imagine que asistiría a la incineración de  Nacho Montejo. Éramos amigos desde hace casi 47 años y lo normal es que así hubiéramos seguido toda la vida.

Nos conocimos en el primer curso de Derecho en el otoño de 1966. Nacho se presentó a delegado de curso. Dijo que era ¡carlista! No salio. Pero rápidamente se convirtió en parte de la argamasa de un grupo numeroso de amigos y amigas, que hemos continuado siéndolo hasta hoy. Fue uno  de los promotores de una divertida excursión al pantano de San Juan y haciendo el payaso, se cayó de una barca de remos a un agua helada en pleno invierno. Rescatarle sin caernos todos los demás fue una aventura. Tuvimos que hacer una fogata para que entrara en calor, vestido únicamente  con un abrigo que una chica le prestó. Estaba de película y cada vez que vemos las fotos nos volvemos a tronchar de risa.   

Con motivo de su muerte se ha destacado su entrega de más de 40 años defendiendo a la clase trabajadora. Yo añadiría dos matices: Volcaba toda su imponente personalidad en su función de defensa, hasta apabullar o hacer vacilar a la parte contraria y al propio magistrado. No era un abogado al uso.  Y fue durante mucho tiempo el abogado de referencia de los trabajadores de la construcción, cuando estos eran los más desprotegidos y los que más sufrían los abusos patronales. 

Y además fue la persona que dio un vuelco al laboralismo en Madrid, apostando por la profesionalización y modernización, tras los pasos de sus admirados Alberto Fina y Montserrat Avilés, nuestros maestros  inolvidables de Barcelona. Lo tenía muy claro: la patronal utilizaba  los mejores y más caros abogados, los trabajadores tenían que apoyarse en los mejores y más preparados abogados. Cada vez era más  exigente con el trabajo bien hecho.

Pero hoy en este blog quiero referirme también a algunas de las múltiples vivencias que tuvimos juntos.

A mi madre Nacho le caía muy bien y le daba mucha confianza. Nacho era muy fino y educado, le besaba la mano y la llamaba “Doña Esperanza”, así que le pidió que me cuidara y no me dejara meterme en líos, a lo que el se comprometió muy seriamente. Hasta que un día tuvimos la mala suerte de ir cortando el trafico y gritando, como tantas otras veces por el Barrio de Arguelles, pero pasando por delante de mi casa y mi madre en el balcón viéndonos muerta del susto. Cuando después los dos subimos al piso y al entrar  hizo además de besarla la mano, mi madre muy enfadada se la retiró diciéndole que la había engañado, que ya había visto que él también era de los que se metían en líos. Imperturbable intentó convencerla de que nosotros dos no nos estábamos manifestando, sino que nos habíamos visto mezclados a nuestro pesar en un alboroto. Mi madre no se lo creyó pero le siguió cayendo bien.

“Esos líos” que decían nuestras madres, nos llevaron a ser detenidos tres veces estando juntos. En la primera   hasta fuimos procesados por la jurisdicción militar. Pasé con Nacho el periodo de aislamiento durante cuatro días en la celda de Carabanchel y allí se reveló su  faceta pulcra. Le horrorizaba el estado de suciedad que nos rodeaba y sobre todo tener que hacer las necesidades fisiológicas delante de tres  amigos. Nos pedía que miráramos para otro lado. Le puteábamos dándonos la vuelta continuamente. El se vengaba tirándonos cubos de agua fría en la ducha, ante  la mirada de desaprobación de los presos políticos más veteranos: ni siquiera teníamos 20 años.

La tercera fue en una macro fiesta que dio en su nueva casa en la Calle Mesena. De pronto a las doce de la noche rodearon el chalet un enorme contingente de policías y nos llevaron detenidos a todos, algunos bastante piripis. Éramos tal cantidad que no había sitio en las celdas y nos sentaron alineados en los pasillos de los sótanos de la Dirección General de Seguridad. La Brigada Político-Social se empeñaba en que éramos el Comité organizador de la Huelga General de Madrid de ese enero de 1976. La verdad es que no iban desencaminados, allí estaba prácticamente todo el Comité de Huelga, pero no estábamos de trabajo sino de diversión, como si los rojos no tuviéramos derecho a hacer guateques.

Porque efectivamente nos gustaba mucho  divertirnos. Y Nacho ha sido siempre un maestro en organizar meriendas, cenas, comidas, jaranas y cuchipandas varias, de amigos del Partido, del Curso, de los Despachos Laboralistas, del Sumario del Tribunal de Orden Público, de la promoción del 71…. Cuantos más años pasaban más ganas tenia de verse con las múltiples amistades que había ido haciendo a lo largo de la vida. Era un espíritu integrador, a pesar de que a menudo éramos gente muy distinta en la forma de ser y pensar o habíamos evolucionado por caminos diferentes. Como era muy generoso ofrecía a veces su casa para pasar ratos inolvidables, contando con el apoyo de su mujer Gloria, que siempre estaba ahí con su buen humor, su paciencia y su comprensión a lo que  a veces se le ocurría y ella decía “Ya sabes, son cosas de Nacho”.

No sé si él podía intuir que su vida no sería larga, porque siempre la disfrutó a tope: su familia, sus adorados hijos,sus nietos, los viajes, la música, el cine, el salir por ahí de copas, los libros….

Hace tan solo quince días estuvimos juntos en un acto de la Fundación Alternativas con el líder de la coalición griega de izquierdas Siryza.  Nacho hoy mas cercano al PSOE que a IU, salio muy contento con lo que habíamos escuchado.

Nosotros ahora cuando quedábamos a tomar algo, a comer o a cenar, cada vez hablabamos menos de política y más  de nuestras familias, de los hijos y de los nietos. Teníamos conversaciones como salidas de las películas de madurez de John Ford. Cada vez era menos impulsivo y desenfadado y más reflexivo y sereno.

Muchos le echaremos  mucho de menos. Yo especialmente siento que he perdido a uno de mis grandes amigos.





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