Nunca imagine que asistiría a la incineración de Nacho Montejo. Éramos amigos desde hace casi
47 años y lo normal es que así hubiéramos seguido toda la vida.
Nos conocimos en el primer curso de Derecho en el otoño de 1966. Nacho
se presentó a delegado de curso. Dijo que era ¡carlista! No salio. Pero rápidamente
se convirtió en parte de la argamasa de un grupo numeroso de amigos y amigas,
que hemos continuado siéndolo hasta hoy. Fue uno de los promotores de una divertida excursión
al pantano de San Juan y haciendo el payaso, se cayó de una barca de remos a un
agua helada en pleno invierno. Rescatarle sin caernos todos los demás fue una
aventura. Tuvimos que hacer una fogata para que entrara en calor, vestido únicamente
con un abrigo que una chica le prestó.
Estaba de película y cada vez que vemos las fotos nos volvemos a tronchar de
risa.
Con motivo de su muerte se ha destacado su entrega de más de 40 años
defendiendo a la clase trabajadora. Yo añadiría dos matices: Volcaba toda su
imponente personalidad en su función de defensa, hasta apabullar o hacer
vacilar a la parte contraria y al propio magistrado. No era un abogado al uso. Y fue durante mucho tiempo el abogado de
referencia de los trabajadores de la construcción, cuando estos eran los más
desprotegidos y los que más sufrían los abusos patronales.
Y además fue la persona que dio un vuelco al laboralismo en Madrid,
apostando por la profesionalización y modernización, tras los pasos de sus
admirados Alberto Fina y Montserrat Avilés, nuestros maestros inolvidables de Barcelona. Lo tenía muy claro:
la patronal utilizaba los mejores y más
caros abogados, los trabajadores tenían que apoyarse en los mejores y más
preparados abogados. Cada vez era más exigente con el trabajo bien hecho.
Pero hoy en este blog quiero referirme también a algunas de las múltiples
vivencias que tuvimos juntos.
A mi madre Nacho le caía muy bien y le daba mucha confianza. Nacho era
muy fino y educado, le besaba la mano y la llamaba “Doña Esperanza”, así que le
pidió que me cuidara y no me dejara meterme en líos, a lo que el se comprometió
muy seriamente. Hasta que un día tuvimos la mala suerte de ir cortando el
trafico y gritando, como tantas otras veces por el Barrio de Arguelles, pero pasando
por delante de mi casa y mi madre en el balcón viéndonos muerta del susto.
Cuando después los dos subimos al piso y al entrar hizo además de besarla la mano, mi madre muy
enfadada se la retiró diciéndole que la había engañado, que ya había visto que él
también era de los que se metían en líos. Imperturbable intentó convencerla de
que nosotros dos no nos estábamos manifestando, sino que nos habíamos visto
mezclados a nuestro pesar en un alboroto. Mi madre no se lo creyó pero le
siguió cayendo bien.
“Esos líos” que decían nuestras madres, nos llevaron a ser detenidos
tres veces estando juntos. En la primera
hasta fuimos procesados por la
jurisdicción militar. Pasé con Nacho el periodo de aislamiento durante cuatro días
en la celda de Carabanchel y allí se reveló su faceta pulcra. Le horrorizaba el estado de
suciedad que nos rodeaba y sobre todo tener que hacer las necesidades fisiológicas
delante de tres amigos. Nos pedía que miráramos
para otro lado. Le puteábamos dándonos la vuelta continuamente. El se vengaba
tirándonos cubos de agua fría en la ducha, ante
la mirada de desaprobación de los presos políticos más veteranos: ni
siquiera teníamos 20 años.
La tercera fue en una macro fiesta que dio en su nueva casa en la Calle Mesena. De pronto a las doce de la noche rodearon el chalet un enorme
contingente de policías y nos llevaron detenidos a todos, algunos bastante
piripis. Éramos tal cantidad que no había sitio en las celdas y nos sentaron alineados
en los pasillos de los sótanos de la Dirección General de Seguridad. La Brigada
Político-Social se empeñaba en que éramos el Comité organizador de la Huelga
General de Madrid de ese enero de 1976. La verdad es que no iban
desencaminados, allí estaba prácticamente todo el Comité de Huelga, pero no estábamos
de trabajo sino de diversión, como si los rojos no tuviéramos derecho a hacer
guateques.
Porque efectivamente nos gustaba mucho
divertirnos. Y Nacho ha sido siempre un maestro en organizar meriendas, cenas,
comidas, jaranas y cuchipandas varias, de amigos del Partido, del Curso, de los
Despachos Laboralistas, del Sumario del Tribunal de Orden Público, de la
promoción del 71…. Cuantos más años pasaban más ganas tenia de verse con las
múltiples amistades que había ido haciendo a lo largo de la vida. Era un espíritu
integrador, a pesar de que a menudo éramos gente muy distinta en la forma de
ser y pensar o habíamos evolucionado por caminos diferentes. Como era muy
generoso ofrecía a veces su casa para pasar ratos inolvidables, contando con el
apoyo de su mujer Gloria, que siempre estaba ahí con su buen humor, su
paciencia y su comprensión a lo que a
veces se le ocurría y ella decía “Ya sabes, son cosas de Nacho”.
No sé si él podía intuir que su vida no sería larga, porque siempre la
disfrutó a tope: su familia, sus adorados hijos,sus nietos, los viajes, la música, el
cine, el salir por ahí de copas, los libros….
Hace tan solo quince días estuvimos juntos en un acto de la Fundación
Alternativas con el líder de la coalición griega de izquierdas Siryza. Nacho hoy mas cercano al PSOE que a IU,
salio muy contento con lo que habíamos escuchado.
Nosotros ahora cuando quedábamos a tomar algo, a comer o a cenar, cada
vez hablabamos menos de política y más de
nuestras familias, de los hijos y de los nietos. Teníamos conversaciones como
salidas de las películas de madurez de John Ford. Cada vez era menos impulsivo
y desenfadado y más reflexivo y sereno.
Muchos le echaremos mucho de
menos. Yo especialmente siento que he perdido a uno de mis grandes amigos.
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