En estas semanas estamos asistiendo a un debate sobre la renovación del principal partido de la izquierda española, que se quiere culminar en su inmediato congreso de principios de febrero. Es una cuestión de enorme trascendencia para todos los que nos identificamos con las ideas progresistas. Por ello me voy a permitir hacer una reflexión más amplia, posiblemente en tres entregas. Empezando hoy por un recorrido breve, y por ello esquematico y sin muchos matices, por los sucesivos intentos de renovación que hemos vivido en las ultimas décadas, tanto en el ámbito socialista como en el de raíz comunista.Aunque para muchos ese pasado sea de sobra conocido y vivido, otros quizas no lo hayan tenido tan presente e incluso lo desconozcan y desde luego para cambiar el futuro hay que partir de aprender del pasado
Lo primero que me gustaría resaltar es que la izquierda española lleva más de 40 años afrontando procesos de renovación. Lo que si bien refleja una latente situación de crisis permanente, también en si es un síntoma de vitalidad y de que no esta tan anquilosada o ensimismada como pudiera parecer. cuestión muy distinta son los resultados de esos intentos de renovación, que como veremos se han ido frustrando por la tremenda resistencia de los aparatos de poder interno, por la intransigencia y la incapacidad para el compromiso y la convivencia, especialmente en las filas comunistas.
El intento mas temprano, protagonizado sobre todo por Claudin y Semprun, al margen de lo discutible de algunas de sus propuestas, fracaso porque se planteo como un debate en el seno de la cúpula dirigente y ambos, a pesar de su indudable prestigio y trayectoria militante y su valía intelectual, no tenían apenas respaldo en las bases de un PCE clandestino y en el que la disciplina primaba sobre cualquier otro principio y con unos militantes que necesitaban el voluntarismo desorbitado para resistir los largos años de represión, aferrándose al espejismo de que la dictadura estaba resquebrajándose ya en los años 60.
El PSOE por su parte sí consiguió una importante renovación política y orgánica en el Congreso de Suresnes de 1974, superando la etapa del anticomunismo cerril de la guerra fría, alineándose ideológicamente en el ala izquierda de la socialdemocracia europea y preparándose para dar la batalla política en el seno de la izquierda española al entonces hegemónico PCE, lo que consiguió holgadamente en las primeras elecciones democráticas de 1977
La segunda intentona de renovación del PCE fue la del eurocomunismo, impulsada en este caso desde la misma dirección y muy en especial por el propio Secretario General, Santiago Carrillo. Aunque convenció a buena parte de los cuadros y militantes, especialmente los mas jóvenes que se habían bregado en las luchas universitarias, en los movimientos profesionales y también en la construcción de CCOO, sin embargo tropezó por un lado con fuertes resistencias de dirigentes y militantes radicalizados por la forma en que se estaba produciendo la transición a la democracia que no compartían y por otra parte por la persistencia de practicas autoritarias en la vida interna del partido, que muchos militantes en una situación ya de libertad política no estaban dispuestos a aceptar: colisionaron los cambios en la estrategia política y el inmovilismo en la vida orgánica. Una parte de los eurocomunistas expulsamos del partido a la otra parte o les abrimos la puerta para que se fueran a su casa o al PSOE. Ese tremendo error que cometimos, nos dejo debilitados políticamente para el futuro, sin apenas autoridad moral ante la sociedad y en manos de los sectores radicales. Resultado: hundimiento irreversible del PSUC en Cataluña, tras haber alcanzado el 25% de los votos y cuatro diputados en toda España en las elecciones de 1982.
Por su parte el PSOE vivió dos intentos contradictorios de renovación. El XXVIII Congreso de 1979 y el XXIX de 1971, en que tras reafirmar sus raíces marxistas en el primero de ellos, rompió con el marxismo en el segundo, dando paso al pragmatismo felipista de centro-izquierda que con sus mas y sus menos ha durado hasta ahora. Aunque nunca he compartido ese tipo de “renovación” hacia el centro, he de reconocer que los socialistas organizaron la convivencia interna en el seno del partido entre las distintas tendencias mucho mejor que lo que hicimos los comunistas. Los socialistas no se dedicaron a echar disidentes de la línea mayoritaria, otras cosas es lo que consiguieron realmente influir dentro del partido.
Un nuevo, aunque muy desordenado, camino de renovación de la izquierda se intento a través de la entrada de numerosos cuadros comunistas en el PSOE, con su potente atractivo de ser la gran fuerza emergente de la izquierda. Los socialistas, por lo general, les acogieron con los brazos abiertos y rápidamente les encomendaron responsabilidades de gestión en los gobiernos municipales, autonómicos y en el Estado a partir de 1982. Sin embargo los excomunistas fueron absorbidos por la gestión política y no dieron importancia a la batalla orgánica y sus brillantes resultados como gestores no se correspondieron con su influencia partidista que hubiera posibilitado un giro a la izquierda en el PSOE. La mayoría se amoldaron a la nueva realidad, sin posibilidades de vuelta atrás por la propia deriva del PCE en los años 80 y otros se fueron apartando sin ruido y dedicándose a su vida profesional.
El tercer intento de renovación comunista lo impulsaron, con distintos matices, pero parecidos objetivos, Nicolás Sartorius y Gerardo Iglesias, mediante la idea fundacional de IU. Una vez mas el sectarismo y el radicalismo de una parte del PCE, que no acepto ni el proyecto estratégico que suponía la creación de IU ni la necesidad de cambiar a fondo las formas de relación política en el seno de la nueva formación, terminaron por aburrir a la mayoría de los cuadros y dirigentes que habían apostado por esa nueva vía; unos se fueron a su casa, otros al PSOE y otros se quedaron con la vana esperanza de resistir la oleada anguitista que se avecinaba.
En los años 90, con muchos menos medios humanos y organizativos, tras años de fuerte descapitalización de cuadros, hubo dos nuevas intentonas, que con trayectos distintos terminaron igual. La entrada en el PSOE del Partido de los Trabajadores de España, estructurado en torno a Carrillo y la creación de Nueva Izquierda en el seno de IU, su agotamiento dentro de IU, su breve vida autónoma y su final en el PSOE. Lamentablemente la entrada de esos dos grupos de valiosos cuadros en el PSOE, aun estando mas organizada que la de los renovadores a finales de los 70 y principios de los 80, tuvo ya escasísima incidencia, ligada, en mi opinión, a dos errores de estrategia orgánica, la vinculación al guerrismo en decadencia por parte del PTE y la vinculación al zapaterismo por parte de NI. Hoy se puede decir que esos dos sectores ni pinchan ni cortan en el PSOE y en los movimientos de posible renovación que en este partido se están produciendo, los viejos camaradas comunistas están fuera de juego, salvo error o excepción.
Los restos del eurocomunismo, que eso eran la mayoría del PTE y de Nueva Izquierda, despreciaron la perspectiva de volver o quedarse en IU y dar allí la batalla por su renovación. Fuimos incapaces de diseñar una estrategia entrista y pactista que quizás a medio plazo hubiera permitido diseñar una amplia alianza renovadora en IU. Preferimos ser cabeza de ratón a cola de león y cuando nuestro espejismo fue destrozado por razones de supervivencia organizativa, la mayoría se dejo llevar por otro espejismo, dar la batalla renovadora en el PSOE.
Los irreductibles volvimos a IU y junto con el sector de Gaspar Llamazares, se logro superar temporalmente el anguitismo, pero IU ya se estaba convirtiendo en otra cosa y a pesar de los sucesivos intentos de renovación, refundación, etc. el radicalismo político y el autoritarismo orgánico, señas de identidad del viejo PCE de Anguita, se han impuesto de manera decisiva en IU, cuyo discurso simplista, ahora barnizado con algunas de las propuestas mas antisistema del 15-M, condena a la organización a quedarse indefinidamente por debajo del 8% electoral. Aunque esto parezca consolar bastante a buena parte de su actual dirección, véase la inexistente valoración critica de los resultados del 20-N, convierte a IU en una fuerza política con escasísima capacidad de influencia real en nuestro país y por supuesto, lo admitamos o no, a remolque del PSOE.
Señalar, por ultimo, que en las estrategias renovadoras del ámbito comunista, salvo iniciativas muy puntuales, nunca fuimos capaces de establecer alianzas estratégicas con la izquierda nacionalista de Cataluña, Euzkadi y Galicia, lo que también ha sido un factor de debilidad para un proyecto de renovación de la izquierda en toda España.
(Continuare)
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