Hay gente en la izquierda a quienes les gustaría pasar por este mundo cómo la Inmaculada Concepción. Esto en la vida no es tarea fácil y menos aun en la política donde en un sistema democrático con frecuencia se hace lo que se puede en función de las correlaciones de fuerzas existentes y las opiniones de los demás actores en presencia.
Viene esto a cuento por las decisiones estratégicas que ha adoptado IU en Andalucía y en Asturias. En ambos caos se negocio un programa de gobierno con el PSOE y a partir de ese programa se sometió votación entre los afiliados la decisión de integrarse o no en un gobierno de coalición. La militancia ha respondido positivamente en Andalucía, a pesar de las difíciles y conflictivas relaciones que históricamente han mantenido IU y el PSOE en esa Comunidad y ello ha tenido mucho que ver el compromiso, la valentía y la lucidez del coordinador Diego Valderas. Por el contrario en Asturias se han pronunciado en contra, a pesar de haber gobernado en coalición en dos legislaturas.
Que duda cabe que un gobierno de coalición en Andalucía lo tiene muy difícil, va a caminar con frecuencia por el filo de la navaja. Estará gravemente condicionado por la Unión Europea y el gobierno español, que como es obvio no va a dar ni una facilidad, todo lo contrario. Es cierto que tiene margen de maniobra; desde la izquierda lo venimos diciendo desde hace tiempo: hay otras vías para afrontar la crisis distintas del modelo neoliberal. Pero desde los tiempos del primer gobierno de Mitterrand en 1981, sabemos que hay que tejer amplias alianzas políticas y sociales, medir bien los pasos que se dan, explicar muy bien a la ciudadanía las políticas a realizar; lo contrario lleva antes o después a la rectificación o a la derrota.
Y ya han empezado a chirriar las cosas. La imagen del nuevo vicepresidente de la Junta de Andalucía, Diego Valderas, anunciando algunas medidas de ajuste presupuestario, a más de un purista le ha revuelto las tripas y le ha meneado los principios, mas aun cuando han visto a los sindicatos de clase pronunciarse en contra y anunciar movilizaciones.
Nadie debería pensar que por el mero hecho de formar parte de un gobierno de coalición de la izquierda y haber pactado un programa razonablemente progresista, los problemas iban a desaparecer por arte de magia, como si los diputados y los consejeros de IU tuvieran recetas milagrosas para resolver la crisis en Andalucía y además pudieran imponerlas.
De ahí que resulte tan importante y necesaria la alianza estratégica del gobierno andaluz con los sindicatos de clase y los movimientos sociales. Alianza que jamás se puede entender como supeditación, hacer la vista gorda, o renunciar al papel reivindicativo que tienen. Seria un craso error que CCOO y UGT dieran por bueno en Andalucía lo que no han dado por bueno en otras Comunidades Autónomas, por el mero hecho de compartir afinidades ideológicas o militancias políticas. No lo entenderían los trabajadores y se dejaría el papel de su defensa a los sindicatos corporativos, con el estimulo y el regocijo de Javier Arenas.
Es verdad que la Junta de Andalucía no ha sido especialmente cuidadosa y al menos debería haber abierto una rápida negociación y no comunicarlo a palo seco, aunque a lo mejor han podido existir “consultas informales”. Máxime cuando la orientación de las medidas adoptadas puede tener elementos muy razonables, al centrarse en el mantenimiento del empleo a toda costa.
A partir de ahora todos tendrán que hilar muy fino. El gobierno de izquierda para llevar adelante su programa, intentando el máximo consenso social posible y los sindicatos compaginando la defensa de los intereses de sus representados con el sostenimiento de la única opción progresista posible en Andalucía.
En cuanto a Asturias, la dirección de IU ha sido desautorizada, posiblemente porque ha cometido serios errores en la conducción del proceso de la negociación desde el día de las elecciones, muy de espaldas al conjunto de la militancia asturiana, de por si bastante reacia a la coalición. Lo que no se puede hacer es en el último momento pedir el voto favorable y no haber dado la batalla política en las agrupaciones en los dos meses transcurridos desde las elecciones. En definitiva, craso error de IU en Asturias, cuando además la propuesta de acuerdo con el PSOE era bastante positiva, tanto en los contenidos del programa como en la oferta de responsabilidades de gobierno.
En todo caso estas dos actitudes de IU van a ser importantes para el futuro de las fuerzas progresistas de nuestro país y debemos contribuir a que a pesar del fiasco de Asturias y de las dificultades que habrá en Andalucía, sus resultados a medio plazo sean satisfactorios.
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