Ayer participe en Ávila en la inauguración del Año Europeo del Envejecimiento Activo. No se si me invitaron a la mesa redonda como experto o ya como persona mayor, quiero pensar que por las dos cosas. En todo caso en mi intervención hice diversas referencias a mi condición de abuelo y a mi nieta Violeta. Y durante la cena estuve hablando con otra ponente, una bella mujer catalana de 80 años, activa, imaginativa, abuela de 17 nietos, que me regaño cordialmente cuando le dije que no me podía creer ni de lejos que tuviera 80 años y me respondió ¿pero como te crees tu que son las mujeres de 80 años?. Tenía toda la razón, aunque lo cierto es que su persona y sus palabras contrastaban con las de buena parte de los y las mayores que ocupaban en el salón de actos.
A raíz de todo ello he empezado a darle vueltas a que ya estamos llegando a la vejez la generación del rock and roll y del mayo francés. Los rojos rockeros o los rockeros rojos. Es algo que ya había pensado al escuchar el último disco de Leonard Cohen o cuando Bob Dylan cumplió 70 años, o el envejecimiento de cantantes tan hermosas como Judy Collins, Marianne Faitfhull o Carly Simon. Es cierto que en el mundo de la música siempre habíamos conocido músicos muy viejos, pero era en el ámbito del blues o del folk, como es el caso del venerable Pete Seeger que sigue en activo con mas de 90 años. Pero lo de los abuelos rockeros era una realidad casi inédita y cuando hace años veíamos a Chuck Berry dale que te pego haciendo el baile del pato con su guitarra eléctrica, nos parecía un poco patético.
Pero aquí estamos nosotros ahora. ¿Cuál va a ser nuestra perspectiva vital? ¿Qué vamos a hacer de viejos, es decir pasado mañana? No nos vemos en hogares del pensionista ni en viajes del IMSERSO, que tan magnifico papel cumplieron para sacar de sus casas y sus pueblos a los mayores españoles que no habían tenido ocasión de disfrutar de vacaciones en la costa siendo jóvenes.
Es cierto que cada día nos gusta mas juntarnos con los de nuestra generación para hablar del pasado, sea de la revolución que no supimos hacer pero a la que quisimos tanto, o de esa música que nos llevo al paraíso multicolor desde la gris España, o de aquellas películas, que desde luego ni comparación con las de ahora. Y sí, estamos empezando a tener tics de abuelos. Mi amigo Enrique dice que desde principios de los años 70 no se ha hecho nada nuevo en la música y que todo son copias. Exagera Enrique, a mi me gusta el hip-hop, la “americana” o los grupos independientes ingleses, no todo desde luego. También buscamos pretextos para reunirnos a comer los amigos del cole, los de la facultad o lo del sumario del Tribunal de Orden Publico y hasta hacemos remedos de guateques con las chicas que nos gustaban a los 17 años. No se si nuestros hijos pensaran también de nosotros que estamos un poco patéticos.
En los últimos años he ido acumulando miles de discos, gracias al emule y a otras maravillas de Internet y a redes de intercambios de amigos y digitalización de vinilos, miles de películas, cientos de capítulos de series de televisión y hasta cientos de cómics y tengo una pila de libros de historia pendientes de leer, además de las obras completas de Shakespeare, Faulkner, Pérez Galdos y por supuesto los siete tomos de “En busca del tiempo perdido” y el tochazo de “El hombre sin atributos” de Robert Musil. Así que aburrirme no me voy a aburrir, lo que no se si tendré suficientes años de vida para consumir todo esa acumulación de música, cine y literatura. Ojala que si. Pero somos una generación con unos hábitos de vida activos y sociables, así que tendremos que seguir haciendo otras muchas cosas menos contemplativas. ¿Cuál será nuestra alternativa a los viajes a Benidorm y las tardes en el Hogar del Pensionista? Pues en eso estamos.
Eso si gracias al PP tenemos garantizadas manifestaciones y demás movidas al menos todos los fines de semana en los próximos cuatro años.
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