Hay algunos mitos alrededor del consumo farmacéutico que aun no hemos conseguido erradicar. P.e. la supuesta tendencia de los españoles al hiperconsumo, como si la llave de la dispensación la tuviera el paciente y no el medico; cuando quien pone en funcionamiento el proceso de gasto farmacéutico es siempre un medico que prescribe. O el olvido de que buena parte del gasto en productos farmacéuticos tiene lugar en los centros hospitalarios, por unas practicas poco rigurosas de control del mismo. O que durante décadas se permitió la escandalosa presencia de los visitadores farmacéuticos en los centros públicos o los regalos e invitaciones a fastos diversos a los médicos por parte de los laboratorios. O la lenta implantación de los genéricos, que sin ir más lejos los representantes de CCOO reclamamos en el Consejo General del INSALUD desde hace más de 25 años con escaso éxito. O la presentación de los medicamentos en dosis adaptadas a las estrictas necesidades de tratamiento. O la negociación estatal de las Administraciones publicas con los laboratorios para centralizar compras y abaratar costes. Pero ese camino o no se ha seguido o se ha tardado mucho en avanzar con decisión.
Hay otros mitos arraigados: como que España es de los estados que mas gasto farmacéutico tiene en términos relativos, pero se olvida la pirámide demográfica de nuestro país con uno de los mayores niveles de envejecimiento del mundo y sobre todo de presencia de lo que se llama envejecimiento del envejecimiento, mayores de 80 años. Se olvida también el efecto placebo que muchos medicamentos tienen en una población que no dispone de adecuados medios de atención psiquiatrica o el recurso excesivo a la medicación por parte de unos médicos de atención primaria asfixiados por la presión asistencial, con 7 minutos de media de atención a los pacientes. Tampoco se tiene en cuenta que la limitada importancia que se le da en el Sistema Nacional de Salud a las campañas de educación ciudadana en hábitos saludables de vida, alimentación, ejercicio físico, relaciones sexuales etc. se traducen en un excesivo recurso a la medicación correctora de esas malas practicas de vida; sin ir mas lejos las resistencias a campañas de sexo seguro tienen que ver con la incidencia del SIDA en nuestro país, con los importantes costes posteriores en su tratamiento farmacéutico.
En definitiva hay arraigados problemas estructurales que no se han querido afrontar, porque o había que pisar intereses poderosos o realizar reformas que siempre se posponían. Sin embargo cuando algunas medidas se han adoptado en los últimos años, el crecimiento del gasto se ha ido ralentizando, demostrando, y este es el último mito, que el descontrol del consumo farmacéutico no es irremediable, que a medio plazo se puede cambiar si se toman medidas serias.
Pero Rajoy, Ana Mato, los gobiernos autonómicos del PP, con el apoyo entusiasta de CIU, han decidido evitar medidas de reforma estructural y han preferido tirar por la vía fácil: que pague la ciudadania.
Es cierto que el actual sistema de copago es injusto, situando el rasero en estar o no jubilado, y no todos porque los pensionistas de MUFACE y de las Fuerzas Armadas pagan casi como los activos o ser enfermo crónico. Un trato discriminatorio para parados, rentas bajas, etc. Era necesario reformar el sistema, pero nunca como se ha hecho, en que entre otras cosas se centra la atención en los ingresos derivadas de las rentas salariales, olvidando el patrimonio, ni situando el problema exclusivamente en el consumo de los usuarios renunciando a otras medidas mas eficaces y justas.
Se ha diseñado una reforma, que mas allá de su presentación populista y demagógica, contiene fuertes elementos de inequidad social, que es muy compleja de gestionar y que va a tener el efecto de retraimiento de utilización de medicamentos por parte de los sectores con menos rentas y/o con peor salud y en primer lugar y de forma muy destacada las mujeres mayores, precisamente las que tienen menos pensiones y peor salud.
En definitiva una reforma precipitada, injusta y de dudosos resultados, pensada sobre todo en mandar mensajes tranquilizadores a los mercados, en lugar de buscar un mejor y mas equilibrado funcionamiento de nuestro sistema de prestaciones farmacéuticas.
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