Todas las personas en muchos momentos de nuestra vida sentimos miedo. Cuando era niño tenia miedo a suspender las matemáticas o la gramática; de joven miedo a la policía y a los matones de defensa universitaria; después a que a mis hijos pequeños les pasara algo; en la huelga general del 85 cuando andaba de piquete en las cocheras de autobuses de Chamartin y la policía empezó a cargar; y siempre, siempre a volar en avión.
A veces he pasado un miedo irresistible. El que mas, cuando en medio del Juicio del 1001 a Marcelino Camacho y 10 dirigentes de CCOO, ETA asesino a Carrero Blanco y los alrededores del Tribunal de Orden Publico se llenaron de sociales y guerrilleros de Cristo Rey con ganas de sacar las pistolas contra el publico asistente al juicio y contra los abogados que ejercíamos la defensa. Tenía un temblor en todo el cuerpo que no se me quitaba. Cristina Almeida, mucho mas valiente y tranquila que yo, me llevo a la Cafetería Santander, muy cerca de las Salesas y me estuvo hablando y hablando, sobre todo de los presos políticos y de los dirigentes clandestinos, hasta que me fue tranquilizando convenciendo de que saldríamos de aquella y que había que tener confianza en nuestra lucha. No se me quito de todo el miedo, pero al cruzar los pasillos casi a oscuras de las Salesas ya no temblaba.
Afortunadamente por mi trabajo nunca he estado en situación de tener miedo a un patrón o ante la amenaza de un despido, como pueden tenerlo estos días cientos de miles de trabajadores y trabajadoras de nuestro país. Pero comprendo perfectamente que tengan miedo, mucho miedo.
Es el miedo individual, que puede ser más o menos irracional, más o menos justificado, pero que no es fácil evitar que nos asalte. Y el único remedio es la valentía colectiva. Sumarnos a otros, compartir con otros, sentir la presencia de otros, en definitiva formar parte de un colectivo, no quedarnos solos con nuestro miedo. La lucha colectiva, el asociarnos sindical y/o políticamente o siendo parte de otras organizaciones sociales solidarias, es nuestra gran defensa contra el miedo individual, lo que nos convierte en valientes colectivos.
El 29 de marzo vamos a participar en una huelga general por la democracia, por nuestros derechos como trabajadores y como ciudadanos, es un día de valentía colectiva. No nos arrepentiremos.
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