Si la ciudadanía no lo remedia, el próximo día 25 habrá un importantísimo cambio político en Andalucía. Eso sí, un cambio a peor. Treinta años de gobierno de un mismo partido es algo muy poco frecuente. Perdurar tanto en el poder, aunque sea una opción totalmente legitima y democrática, puede dar lugar a corruptelas y clientelismo, a una gestión acomodaticia y burocratizada, a perder la capacidad innovadora…etc. Aunque también hay ejemplos de buen y largo gobierno de los socialdemócratas en algunos países del norte de Europa.
Que duda cabe que Andalucía ha cambiado mucho y a mejor desde 1982, como por otra parte también lo ha hecho el conjunto de España, aunque es cierto que en Andalucía ha habido que remover tradiciones y obstáculos socioeconómicos y políticos profundisimamente arraigadas, en las que el poder de los señoritos no era un tópico folclórico. Como también es muy cierto que en esos cambios ha tenido mucho que ver la solidaridad del resto de nuestro país y sobre todo la llegada de cuantiosos fondos solidarios de la Unión Europea. Que la mayoría de los andaluces estaban satisfechos de esos cambios, lo demuestra los reiterados triunfos de los socialistas.
Muchos se preguntaran ¿es sano para la democracia que un partido se perpetúe en el gobierno legislatura tras legislatura? ¿o no es mejor la alternancia? Pues según y como. En mi opinión, desde hace ya bastantes años este tipo de gobierno en solitario del PSOE estaba mas que agotado. Se ha estancado el proceso de transformación de la sociedad andaluza y en cuanto se ha pinchado la burbuja inmobiliaria y se han ido reduciendo los fondos de la UE, se ha disparado el paro. No se ha logrado poner en marcha un modelo productivo alternativo al turismo masificado, la construcción invasora, la explotación agraria extensiva y se han mantenido espejismos de economía subsidiada eternamente; aunque no quiero ocultar que un cambio de modelo productivo no era tarea fácil.
La realidad mafiosa de Marbella, el fraude los ERES o el simbolismo del Hotel El Algarrobico en la costa de Almería, son tres claros reflejos de que el gobierno andaluz estaba ya sin rumbo. La triste campaña de Griñan es muy elocuente: asustar al votante progresista, pocas propuestas en positivo y desmarcarse de las políticas de Zapatero.
Que esto sea así, no quiere decir que la alternativa del PP sea la solución. El Javier Arenas de hoy y personalmente bien que lo siento, tiene poco que ver con el Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales que en 1996 incluyo en su equipo a Amalia Gómez o a Pimentel, que fue respetuoso con los sindicatos, suscribió el Pacto de Toledo o intento encauzar en colaboración con las ONGS la irrupción de la inmigración. Hoy Arenas y el PP andaluz, son derecha, derecha, y han estimulado en su electorado tal descalificación de los socialistas que va a ser difícil evitar una revancha política de carácter reaccionario.
Hay otra solución diferente a volver a votar al PSOE o hacerlo por el PP. A mi no me gusta mucho IU de Andalucía, tan impregnada del radicalismo y del populismo de Julio Anguita, y menos me gustan algunos de sus candidatos, que parecen recién salidos de una novela de Sender. Tiemblo de pensar que puedan hacer una jugada como la de Extremadura, cuando el cabeza de lista de Sevilla ha comparado al PP y al PSOE con el demonio, aunque el Coordinador de IU de Andalucía se haya desmarcado de esas posiciones. Aun y así, votar a IU puede favorecer un cambio en la correlación de fuerzas en la izquierda andaluza y dar paso a un gobierno de coalición progresista, en el que IU juegue un papel decisivo y condicionante de la acción del PSOE. De esta forma el cambio no seria a peor, sino a otra forma de gobernar y a otras políticas a desarrollar de carácter progresista.
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