Cuando a principios del segundo curso de carrera inicié la militancia política
en un grupo de extrema izquierda, el glorioso Frente de Liberación Popular, me
cuestioné buena parte de mis ideas, gustos y aficiones, que de alguna forma podían
considerarse herencia de mi “formación burguesa”.
Lo cierto es que a casi todo le encontré una justificación para
mantenerlos. Que prefiriese de lejos el rock and roll a la canción protesta
española, salvo Raimon, palabras mayores, tenia una explicación: el rock al fin
y al cabo era la expresión de la ruptura generacional de la juventud
anglosajona, que buscaba una vida mas libre frente a la encorsetada sociedad
clasista y racista de la guerra fría.
Lo del cine norteamericano clásico, John Ford, Fritz Lang, Raoul Walsh,
Howard Hawks…era algo mas complicado y lo de los western, no digamos;
afortunadamente Les Cahiers du Cinema, la cima de la crítica cinematográfica
progresista, salvaba a los clásicos de Hollywood y además John Ford acababa de
rodar la sensacional “Cheyenne Autumn” tomando partido claramente a favor de
los indios. En cualquier caso había que compensar los clásicos yankees con el
free cinema ingles, los directores de izquierda italianos y la nouvelle vague.
Pero bueno, también logre rescatar el cine.
Lo que fue imposible de justificar fue mi condición de nazareno de la Cofradía
de la Virgen de la Soledad de Xativa. Aquello no había por donde cogerlo. Así
que lo mantuve en secreto a mis camaradas y amigos de izquierda durante varios
años. La verdad es que ¿Cómo iba a dejar de ser
cofrade? Si me gustaba muchísimo. En la Semana Santa del año pasado ya escribí
un post refiriéndome a ello. Voy a profundizar en el tema.
Había que estar en la realidad de Xativa de mediados de los años 60. Yo empezaba la adolescencia cuando mis
primos Casesnoves, mayores que yo, me fascinaban todas las Semanas Santas con
su participación en las procesiones. José Enrique y Manolo eran de la Cofradía
de la Virgen de la Soledad, Chimo era de otra que ahora mismo no recuerdo, mas
popular, pues la de la Soledad tenia fama de ser la de los “chicos bien” de
Xativa. Mis primos Eugenio y Javier Blasco y mi amigo Ricardo Reig, también de
familias bien, se apuntaron a la Soledad, así que yo decidí hacerlo igualmente.
Tenía sus ventajas, además de un sofisticado y muy especial traje, sobre el que
ya he escrito, no llevabas capirote y los familiares y sobre todo las chicas te
podían reconocer. Y era una forma de presumir indiscutible, sobre todo si
cargabas con las andas.
Ya he recordado que la primera vez que me puse de porteador creí que se
me rompían las caderas, las clavículas y toda la columna vertebral y encima al
ser de los más altos, aunque procurábamos distribuirnos de forma equilibrada,
te hundías en el empedrado. ¡Lo que podía pesar la Virgen! Después durante
varios días se mantenían las marcas en los hombros y se las podías enseñar a la
familia y a las novietas. Pero claro no iba ni a dejarlo ni a quejarme y por
supuesto nada de decir que me relevaran y cuando lo hacían, enseguida pedía
volver. Y así entre tres y cuatro horas que duraba el recorrido.
Afán adolescente de presumir aparte, la procesión era maravillosa y
Xativa, la Xativa aun casi intacta de los años 60, con sus palacios
renacentistas, sus casas del siglo XIX, sus calles de trazado árabe, era aun más
espectacular. A ello se añadía los reflejos de los cientos de velas, las
farolas, el sonido de las bandas de música, la dificultad de doblar las
esquinas, el sonido de las fuentes, la gente santiguándose, los niños pidiendo caramelos….Hay
que vivirlo, aunque seguramente hoy sea ya un palidísimo reflejo. Así que aquello
no podía dejarlo por mucho que entrara en contradicción con mi militancia
izquierdista.
Incluso volví a sacar a la Virgen recién salido de la cárcel de Carabanchel,
al final del estado de excepción de 1969, aunque mi madre no estaba nada
convencida de cómo podía ser nazareno y comunista. Tan solo cuando terminé la
carrera y dejé de ir a Xativa en Semana
Santa con mis padres ya no volví a participar en las procesiones.
Nunca se lo conté a mis compañeros del FLP y menos a los siguientes,
los maoístas del Partido Comunista de España Internacional, aun mas a la izquierda. Pero yo viví tan
tranquilo esa contradicción. Ratzinger habría dicho que mi actitud era el colmo
del relativismo, pero las procesiones de Xativa y la Cofradía de la Virgen de
la Soledad, daban mil vueltas a lo que pudiera pasar en Roma.
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