En febrero de 1992, en representación de CCOO, acudí al Congreso de la Confederación
General de Trabajadores de Perú; sindicato comunista, dúro y combativo. Seguramente
una parte de los congresistas iban armados para defenderse, de hecho el
Secretario General que salio elegido, el carismático Pedro Huillca, fue
asesinado unos meses después por un grupo paramilitar. Pude comprobar que el
99% de sus cuadros y dirigentes eran indígenas o mestizos.
Después del Congreso tuve una reunión, organizada por la embajada
española en Lima, con la cúpula de la patronal peruana. Parecía encontrarme en
un elegante restaurante de Bilbao o en la playa de Neguri: todos archiblancos,
todos con apellidos de claras raíces hispanas.
Eran dos mundos sin ningún punto en contacto. Y para postre, el agregado
laboral español me llevo a recorrer las innumerables favelas que invadían las
colinas alrededor de Lima. Fue mi primer contacto con la realidad
latinoamericana.
Como ya he comentado en otro post, en septiembre del 2002 estuve unos días
en Caracas en otro congreso sindical. Tuve ocasión de contemplar una inmensa
manifestación en contra de Chávez, todos o casi todos blancos, todos o casi
todos de clase media para arriba. Y al día siguiente participé en otra
manifestación de apoyo a Chávez, la otra cara de la moneda: todos o casi todos
mestizos o indígenas, todos o casi todos trabajadores o campesinos. Cuando volví
al hotel, con una bufanda y una gorra de los chavistas, los clientes me miraban
como si fuera un marciano. De nuevo dos mundos sin ningún punto en común.
Es solo desde esta realidad como se puede entender el fenómeno Chávez y
mas allá a los lideres bolivarianos de Bolivia, Perú o Ecuador. Una realidad que captó
perfectamente Elia Kazan en su magnifica película ¡Viva Zapata!, realizada, no
lo olvidemos, cuando ya había renegado de sus convicciones izquierdistas. La
inolvidable caracterización de Zapata
como líder campesino de origen indígena, culmina de manera impresionante cuando
rompe con su cargo de gobernador y se vuelve al monte con sus compañeros campesinos.
Chávez, como Evo Morales, Rafael Correa y Ollanta Humala, han
representado la oportunidad de que los que siempre habían estado excluidos en
el gobierno y en el desarrollo de sus países, empiecen a tener voz. Y por eso
nosotros, los blancos, blancos, del primer mundo, no es nada fácil que podamos
sentirnos identificados con Chávez y los otros lideres bolivarianos. Y cuando Chávez
hablaba como hablaba o incluso cuando en sus mítines se santiguaba y rezaba, no
lo hacia pensando en la clase media o alta venezolana y mucho menos en la
española. Hablaba para los suyos.
Chávez a los editorialistas de El País, tan exquisitos ellos, les parecía
demagogo, populista, manirroto; supongo que ese 20% de la población venezolana
que ha dejado de estar en situación de pobreza durante sus gobiernos tendrán una opinión muy distinta.
Claro que desde la izquierda se pueden buscar objeciones y hacer
criticas a Chávez. ¿Y a qué dirigente o gobierno de izquierdas no se le pueden
hacer? Claro que podemos achacarle que no contribuyó a soldar la grave ruptura
entre las clases de Venezuela, aunque conociendo como son las clases dominantes
latinoamericanas no lo tenía nada fácil. Pero con datos en la mano, que al
final es lo que cuenta, ha sido el único que desde los tiempos de Zapata ha
cambiado la vida de millones de sus conciudadanos. Esperemos que su legado,
adaptado a las nuevas circunstancias, tenga continuidad.
HUGO CHAVEZ:
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