miércoles, 20 de marzo de 2013

CHIPRE: UN DESPROPOSITO TRAS OTRO





La Unión Europea empieza a pagar las consecuencias de su irresponsable actitud en los últimos diez años, con un proceso de ampliación precipitado y alentado en buena medida por los intereses comerciales de Alemania.

La construcción de la Unión Europea en sus tres primeras décadas fue un proceso muy paulatino y medido. Los seis primeros estados fundadores de la Comunidad Económica Europea a finales de los años 50, dieron paso en los años 70 a la ampliación a otros tres estados (Inglaterra, Irlanda y Dinamarca) con muchos aspectos comunes con los socios iniciales, lo que no impidió un largo proceso de adhesión que duro casi 10 años. Más de una década después ingresaron tres países del sur (primero Grecia y después España y Portugal).  Pasaron otros nueve años hasta la integración de Austria, Suecia y Finlandia.

La Unión pudo digerir con sosiego un proceso muy complejo con muchos obstáculos y muchos enemigos políticos y económicos.

A pesar de las diferencias existentes, estábamos ante 15 estados con un cierto grado de homogeneidad política, económica y social, y para compensar los desequilibrios se desarrollaron instrumentos solidarios del conjunto de la Unión Europea, para acercar las realidades socioeconómicas de los estados menos desarrollados con los que eran  mucho más ricos.

En el año 2004 se produjo una gran ampliación de 15 a 25, con la inclusión de casi todos los estados del este de Europa y los países bálticos. Eran los mercados de expansión natural de Alemania, que por tanto no puso ningún obstáculo, todo lo contrario, para integrar a países tan diversos y sobre todo tan alejados la mayoría de ellos, política, económica y socialmente de los standards medios de la UE-15. Y para colmo en el año 2007 se integraron Bulgaria y Rumania.

Ese proceso de ampliación hubiera exigido un impulso a las competencias políticas y presupuestarias  de las instituciones de la Unión Europea, que permitiese avanzar sustancialmente en la convergencia política, económica y social de los 27 estados. Pero esta decisión no se tomo. Prevaleció la visión exclusivamente económica y mercantil de la construcción europea. No solo eso; se hizo la vista gorda con determinadas practicas  de bastantes de los nuevos estados adheridos: baja presión fiscal, elevada retribución de los depósitos bancarios, ausencia de control de la banca, corrupción administrativa, burbujas especulativas, etc. que incluso convirtió a algunos de ellos, como Chipre, en auténticos paraísos fiscales.

Y llego la crisis. Manejar 27 estados tan diversos, era mucho mas difícil que hacerlo con 15 y de aquellos polvos llegaron estos lodos.

El rescate de Chipre era inevitable. Las condiciones del mismo son efectivamente leoninas. Pero también conviene hacer algunos matices. ¿Quiénes son los que en Chipre tienen cuentas bancarias con más de 100.000 euros? No creo que sea precisamente la clase obrera, ni tan siquiera la mayoría de las clases medias chipriotas. A la vista de algunas de las reacciones, muy en especial esos exquisitos demócratas que gobiernan en Rusia, es posible que la mayoría sean inversores opacos que fueron a Chipre aprovechando los estímulos fiscales y la alta remuneración de los depósitos. Así que ojo con las lamentaciones.

Es cierto que la requisa que se exige en las cuentas, es un atentado contra el asentado principio de intangibilidad de los depósitos de menos de 100.000 euros, que puede empezar por Chipre, pero luego extenderse a otros países. Además es indudable que puede tener un efecto muy negativo de retirada de capitales de países y bancos con problemas.

En mi opinión hay muy poco margen de maniobra en Chipre, tal y como están las cosas. Donde habría que centrar la atención es en evitar que se produzca una grave recesión económica, que esa sí, afectaría sobre todo a las clases trabajadoras y a las capas medias y para ello articular algún plan de inversión productiva de la Unión Europea, que dada la escasísima dimensión de la economía chipriota no tendría porque tener un coste elevado.

Pero mas allá de lo que ocurra en Chipre, las instituciones comunitarias deberían reconducir el proceso de construcción de la Unión: trazar un programa a diez años vista de convergencia política, económica y social de los 27 estados, dotarse de un presupuesto comunitario muchísimo mas ambicioso y operativo, favorecer políticas expansivas en vez de recesivas y pisar el acelerador en el reforzamiento competencial en materia fiscal y  bancaria.

Claro que para todo ello se necesita tener al frente de las instituciones comunitarias políticos europeistas y no burócratas y mercaderes cortoplacistas.

¡Que vuelva Jacques Delors!

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