La Unión Europea empieza a pagar las consecuencias de su irresponsable
actitud en los últimos diez años, con un proceso de ampliación precipitado y
alentado en buena medida por los intereses comerciales de Alemania.
La construcción de la Unión Europea en sus tres primeras décadas fue un
proceso muy paulatino y medido. Los seis primeros estados fundadores de la
Comunidad Económica Europea a finales de los años 50, dieron paso en los años
70 a la ampliación a otros tres estados (Inglaterra, Irlanda y Dinamarca) con
muchos aspectos comunes con los socios iniciales, lo que no impidió un largo
proceso de adhesión que duro casi 10 años. Más de una década después ingresaron
tres países del sur (primero Grecia y después España y Portugal). Pasaron otros nueve años hasta la integración
de Austria, Suecia y Finlandia.
La Unión pudo digerir con sosiego un proceso muy complejo con muchos
obstáculos y muchos enemigos políticos y económicos.
A pesar de las diferencias existentes, estábamos ante 15 estados con un
cierto grado de homogeneidad política, económica y social, y para compensar los
desequilibrios se desarrollaron instrumentos solidarios del conjunto de la Unión
Europea, para acercar las realidades socioeconómicas de los estados menos
desarrollados con los que eran mucho más
ricos.
En el año 2004 se produjo una gran ampliación de 15 a 25, con la
inclusión de casi todos los estados del este de Europa y los países bálticos.
Eran los mercados de expansión natural de Alemania, que por tanto no puso ningún
obstáculo, todo lo contrario, para integrar a países tan diversos y sobre todo
tan alejados la mayoría de ellos, política, económica y socialmente de los
standards medios de la UE-15. Y para colmo en el año 2007 se integraron Bulgaria
y Rumania.
Ese proceso de ampliación hubiera exigido un impulso a las competencias
políticas y presupuestarias de las
instituciones de la Unión Europea, que permitiese avanzar sustancialmente en la
convergencia política, económica y social de los 27 estados. Pero esta decisión
no se tomo. Prevaleció la visión exclusivamente económica y mercantil de la construcción
europea. No solo eso; se hizo la vista gorda con determinadas practicas de bastantes de los nuevos estados adheridos:
baja presión fiscal, elevada retribución de los depósitos bancarios, ausencia
de control de la banca, corrupción administrativa, burbujas especulativas, etc.
que incluso convirtió a algunos de ellos, como Chipre, en auténticos paraísos
fiscales.
Y llego la crisis. Manejar 27 estados tan diversos, era mucho mas
difícil que hacerlo con 15 y de aquellos polvos llegaron estos lodos.
El rescate de Chipre era inevitable. Las condiciones del mismo son
efectivamente leoninas. Pero también conviene hacer algunos matices. ¿Quiénes
son los que en Chipre tienen cuentas bancarias con más de 100.000 euros? No
creo que sea precisamente la clase obrera, ni tan siquiera la mayoría de las
clases medias chipriotas. A la vista de algunas de las reacciones, muy en
especial esos exquisitos demócratas que gobiernan en Rusia, es posible que la mayoría
sean inversores opacos que fueron a Chipre aprovechando los estímulos fiscales
y la alta remuneración de los depósitos. Así que ojo con las lamentaciones.
Es cierto que la requisa que se exige en las cuentas, es un atentado
contra el asentado principio de intangibilidad de los depósitos de menos de
100.000 euros, que puede empezar por Chipre, pero luego extenderse a otros países.
Además es indudable que puede tener un efecto muy negativo de retirada de
capitales de países y bancos con problemas.
En mi opinión hay muy poco margen de maniobra en Chipre, tal y como están
las cosas. Donde habría que centrar la atención es en evitar que se produzca
una grave recesión económica, que esa sí, afectaría sobre todo a las clases
trabajadoras y a las capas medias y para ello articular algún plan de inversión
productiva de la Unión Europea, que dada la escasísima dimensión de la economía
chipriota no tendría porque tener un coste elevado.
Pero mas allá de lo que ocurra en Chipre, las instituciones
comunitarias deberían reconducir el proceso de construcción de la Unión: trazar
un programa a diez años vista de convergencia política, económica y social de
los 27 estados, dotarse de un presupuesto comunitario muchísimo mas ambicioso y
operativo, favorecer políticas expansivas en vez de recesivas y pisar el
acelerador en el reforzamiento competencial en materia fiscal y bancaria.
Claro que para todo ello se necesita tener al frente de las
instituciones comunitarias políticos europeistas y no burócratas y mercaderes
cortoplacistas.
¡Que vuelva Jacques Delors!
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