martes, 3 de julio de 2012

LOS SINDICATOS, POCO VALORADOS: TENDREMOS QUE CAMBIAR



La última oleada del barómetro trimestral de Metroscopia sobre confianza institucional vuelve a dar unos resultados dramáticos para algunas de las instituciones fundamentales. Habrá quien cuestione la validez de estas encuestas de opinión, pero seria insensato ocultar la cabeza bajo tierra y decir aquí no pasa nada, porque además los resultados en su conjunto guardan coherencia y reflejan lo que muchas personas escuchamos día tras día.

Lo que mas me interesa resaltar hoy son los resultados que afectan a los sindicatos. El 71% de los encuestados no tienen confianza en ellos y solo el 27% la tienen. Esto con la que esta cayendo y con el protagonismo que están teniendo en la respuesta social y cuando a diferencia de otros momentos no se están produciendo, por lo general, huelgas o conflictos que afecten a la vida cotidiana de la gente, como huelgas en los transportes o en servicios esenciales, lo que a menudo despiertan el cabreo de los usuarios.

Los sindicatos no podemos refugiarnos en argumentos que siendo ciertos, no dejan de ser solo una parte de la realidad. Como p.e. el argumento indiscutible de que somos la única organización social (partidos políticos aparte) que cada cuatro años se someten al veredicto de las urnas con las elecciones sindicales en decenas de miles de centros de trabajo y con unos resultados que refrendan la fuerte hegemonía de los dos sindicatos de clase, CCOO y UGT. O la afiliación sindical, que aun siendo mas baja que en algunos otros estados europeos (con una legislación, que no olvidemos, favorece o incluso fuerza la afiliación), es muy, muy superior a la de cualquier otra organización de nuestro país del tipo que sea. O la amplia asistencia a las manifestaciones de los últimos meses.

Estos tres datos demuestran que tenemos un solidísimo suelo de apoyo, pero mas allá de ese 27% hay mas de dos tercios de la población que no comparte nuestro trabajo, a pesar de que sin el papel de los sindicatos dentro y fuera de las empresas hoy en España la mayoría viviríamos mucho peor, tendríamos peores pensiones, sanidad, servicios sociales, educación, servicios públicos, derechos laborales o no tendríamos la ley de dependencia (que se aprobó por la reiterada insistencia de CCOO y UGT). Sin los dos sindicatos de clase los derechos de las mujeres trabajadores serian ínfimos, las condiciones de seguridad e higiene tercermundistas…. Pero esta obviedad, tiene un claro contenido ideológico, de conciencia de clase, de visión progresista de la vida y mucha gente no lo comparte.

Es evidente que pretender dar la vuelta a las encuestas y que los sindicatos les parezcan bien al 71% y sean críticos el 27%, seria deseable pero es algo irreal. Partiendo de esa evidencia sí resulta imprescindible modificar la situación actual, porque ese rechazo social en buena medida es un argumento y un seguro para la adopción de medidas neoliberales por los gobiernos y de abusos por los empresarios y si el grado de respaldo sindical fuera mucho más elevado los poderes políticos, económicos y mediáticos andarían con más cuidado. Por tanto incrementar la confianza no es una mera cuestión de imagen, sino de capacidad de incidencia y movilización social.

Es urgente cambiar la situación por dos razones más: los próximos años van a ser duros, vamos a tener que movilizarnos con frecuencia y no vamos a tener prácticamente ni una sola televisión a nuestro lado y muy pocos otros medios de comunicación. El trato razonable que dieron TVE y RNE a la última huelga general y a las grandes manifestaciones, se ha acabado. Volvemos al urdacismo.

Tendremos que examinar con rigor donde están nuestros fallos, los de comunicación y los de comportamiento. Es evidente que no es fácil comunicar bien en un marco de dura hostilidad e incluso manipulación casi generalizada, pero tendremos que espabilarnos, huir de los mensajes simplistas, triunfalistas o tremendistas, del lenguaje a veces incomprensible para los no afines.

Tendremos que revisar a fondo y sin contemplaciones el papel de los liberados y sobre todo las practicas sindicales en los centros de trabajo. Se perfectamente que la conducta de la inmensa mayoría de los liberados y de los delegados no solo es modélica sino que muchas veces su horario de trabajo es agotador. Pero por cada uno que no cumple, su ejemplo destroza la militancia de todos los demás. Y por encima de todo habrá que mejorar el contacto cotidiano con los trabajadores, la información puntual y no solo a través de la red sino también presencial, la transparencia sobre todo lo que hacemos, en definitiva un sindicalismo mas participativo. En los próximos años los recortes y presiones en la mayor parte de las empresas va a ser tremendas, o nos blindamos con el apoyo de los trabajadores o habrá autenticas escabechinas de derechos y de representantes sindicales.

Y un último apunte, quizás más polémico. Habrá que ir repensando las formas de actuación de los piquetes y otros medios similares y su sentido en la sociedad de la información. Cada imagen televisiva de piquetes “excesivamente beligerantes” nos arrebata un puñado de simpatizantes y apoyos y cuestiona nuestra legitimidad. Deberíamos reformular la cuestión que garantice el derecho de huelga frente a la presión patronal pero que no se transforme en una presión sindical frente a otros trabajadores que sí quieren trabajar.

En definitiva algo, o mejor bastante, tendremos que hacer, porque seria suicida permanecer indiferentes o buscar justificaciones tranquilizantes  a esa negativa imagen que tenemos los sindicatos ante una amplia  mayoría de la ciudadanía.

  

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