jueves, 5 de julio de 2012

CONSTRUCCION EUROPEA: LOS RIESGOS DEL DISCURSO CATASTROFISTA




En las últimas semanas se han sucedido opiniones sobre el futuro del euro e incluso  de la propia Unión Europea, de marcado tono catastrófico. Es evidente que la situación por la que estamos atravesando desde hace ya cuatro años no solamente es muy grave sino que además a veces tenemos la sensación de no saber hasta donde llegaran las malas noticias. Seria una irresponsabilidad ocultar los problemas y los déficits de la construcción europea. Pero en mi opinión, discursos como el que recientemente hemos oído a los premios Nobeles Krugman y Siglitz y a otras personas conocedoras de la crisis, en el fondo son excesivamente tecnócratas y economicistas e infravaloran la vertiente política del proceso que estamos viviendo.

La construcción europea es un alarde de voluntarismo que iniciaron en la posguerra mundial políticos socialdemócratas y democratacristianos que no querían ver por tercera vez en pocas décadas  las tierras de sus países llenas de sangre. Unos políticos visionarios que ya entonces tuvieron que pelear con el escepticismo y las críticas de los partidos comunistas, todavía sometidos a los intereses de Moscu, así como de partidos extremistas de izquierda y derecha. Los españoles que llevábamos dos siglos al margen de Europa todavía no hemos entendido bien el reto monumental de la Unión Europea, porque desde el siglo XVIII, salvo la invasión napoleónica y la de los 100.000 hijos de San Luis, no hemos estado en guerra con el resto del continente.  La historia de Europa desde la caída del Imperio Romano ha sido una sucesión continua de guerras, fronterizas, dinasticas, religiosas, comerciales, de invasiones, anexiones y retrocesiones. Quien pensara que este pasado trágico se podría borrar por la mera firma del Tratado de Roma o es que era un iletrado o un iluso o las dos cosas.

Hacer entrar a Alemania en una dinámica de colaboración, mas aun de protagonismo, en la construcción de la Unión es un logro de dimensiones incalculables. No hay más que compararlo con la actitud del otro antiguo imperio, el reticente Reino Unido. Alemania siempre ha pretendido imponerse a través de los cañones desde su reunificación en la segunda mitad del siglo XIX, como antes lo hizo Francia y antes España. Y ahora estamos construyendo una Europa sin fronteras, con instituciones políticas comunes, con legislación común y hasta con una moneda común.

La moneda común es el factor más significativo de la unidad política. Cualquier mínimo conocedor de la historia lo sabe, empezando por la historia de nuestro propio país. ¿Y soñábamos con que este iba a ser un camino fácil, rápido, lineal? Si lo sorprendente es que hayamos avanzado tanto en tan poco tiempo. En unos tiempos en que se siguen produciendo fuertes tensiones centrifugas en los estados nación (Italia, Bélgica, España, Reino Unido…) con ilusiones  independentistas de parte de su población, queremos que un proceso centrípeto como es la cesión de 27 soberanías en la Unión Europea sea armónico y tranquilo.

Además la construcción de la Unión Europea y la consolidación del euro, es la consagración del mundo multipolar, lo que entra en directa confrontación con los intereses de los viejos imperios norteamericano y ruso y con los intereses de los grandes subcontinentes emergentes, Brasil, India y China. ¿O es que alguien piensa que a estos estados les interesa un euro fuerte y una Europa Unida? Obama, que es progresista, como lo es la presidenta del Brasil, es posible que asuman  ideológicamente la necesidad de una Europa Unida e incluso de su modelo económico y social; pero ni Wall Street ni la Bolsa de Sao Paulo apuestan por ello, sino todo lo contrario. Nos querrían ver divididos y enfrentados y con 27 monedas, seria el mejor  escenario para sus intereses especulativos

Por ello resulta tan peligroso el discurso que cada día oímos de algunos radicales a la izquierda y a la derecha, que cuestionan el euro o que alegremente apuestan por la salida del euro o por frenar los procesos de convergencia económica, social, fiscal y política de la Unión Europea. Esas posiciones a quienes mas favorecen es a los mercados y a los grandes intereses economicos multinacionales. 

Que la izquierda seamos incapaces en cada país y en el conjunto de la Unión Europea de diseñar una estrategia coherente y ganar el apoyo de las mayorías para conducir el proceso de convergencia y de salida de la crisis, no quiere decir que tengamos que abandonar ese proyecto. No es tarea fácil ni rápida de solucionar la que tenemos por delante, va a ser muy costoso avanzar en la Unión y en la consolidación del euro, pero la alternativa no es el progreso en cada país por su cuenta sino la desaparición del modelo social europeo. El cambio de situación que se ha producido en el último mes tras el triunfo de Hollande en Francia, el cambio de alianzas del gobierno francés y los razonablemente positivos resultados de la ultima cumbre de Presidentes y Jefes de Gobierno refleja que a pesar de los pesares, la Unión sigue avanzando en su integración.

Es una apuesta política, no meramente económica y el protagonismo lo deben tener los partidos políticos, los sindicatos, los movimientos sociales y no los supuestos expertos. No subestimo la gravedad de la situación, pero frente al pesimismo economicista y al radicalismo de la nada, hay que optar por el voluntarismo de quienes empezaron el camino en los años 50, sin imaginar que en algo mas de cuarenta años tendríamos una moneda única.




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