Estamos asistiendo a un interesante
debate en la izquierda española sobre la elección de candidaturas para los próximos
procesos electorales, mediante el sistema de primarias. Aunque algunos de los
argumentos que se están utilizando por quienes no comparten esa iniciativa son un
tanto sorprendentes.
Es cierto que el sistema de primarias
esta ligado a los procesos electorales norteamericanos y es una reciente
novedad en los países europeos. Pero que esto sea así no debería llevarnos a
descalificarlo, porque no todo, ni mucho menos, del sistema político de Estados
Unidos es rechazable y aunque las primarias no sean la panacea universal, ni
puedan ser transplantadas de manera mecánica a la sociedad española, sí puede
ser una experiencia positiva que contribuya a revitalizar el funcionamiento de
nuestros partidos y de la democracia. Además no olvidemos que la Concertación Chilena ,
ha venido utilizando tradicionalmente un sistema de primarias especial para elegir su candidato presidencial.
No todos los partidos políticos
españoles funcionan igual, ni tienen las mismas garantías y practicas democráticas.
Pero hasta los más participativos, como podría ser el caso de IU, en los
procesos de elección de sus candidatos, al igual que en la elección de sus órganos
de dirección, no siempre se hacen bien las cosas. Así que al menos deberíamos
estar abiertos a buscar caminos nuevos que nos ayuden a mejorar nuestras
deficiencias democráticas.
Debemos tener muy presente en la
izquierda española que, a diferencia de otras épocas, el deterioro de la
percepción que de los partidos tiene la inmensa mayoría de la ciudadanía, no
afecta solo a la derecha, también a la izquierda, incluso en parecida medida a
la propia IU. Todos los principales dirigentes políticos son suspendidos en la
valoración pública.
No podemos quedarnos tan tranquilos ante
esa tremenda realidad. El sistema de primarias puede favorecer el acercar la
vida partidaria a la gente, puede ser un instrumento de participación y
movilización, en un momento en que corremos gravísimos riesgos de que se
produzca una elevadísima abstención y hasta que vuelvan a ganar los mismos,
ante una izquierda desmotivada y encima fragmentada hasta lo indecible.
El PSOE, que a veces goza de muy buenos
reflejos, ha decidido abrir un proceso de primarias. Es una valiente
iniciativa, y bien que les ha costado tomarla y vaya la cantidad de
resistencias internas que han tenido que superar. Es verdad que el
procedimiento que han escogido puede ser mejorable, pero lo importante es el
mensaje político que han mandado: “queremos abrirnos a la gente”. A poco bien
que lo hagan, va a ser un revulsivo muy positivo para este partido.
Equo, que como organización nueva también
tiene rápidos reflejos, también se ha apuntado al sistema de primarias.
Por eso resulta incomprensible la
actitud al respecto de la dirección mayoritaria de IU. Afortunadamente
Izquierda Abierta y Llamazares han defendido, aunque sin éxito, la realización
de las primarias. He leído hasta cuatro argumentos
en contra de este sistema.
Hay quien ha dicho que se trata de un
invento norteamericano, que solo sirve para canalizar la influencia de los
lobbys y que no garantiza la participación ciudadana. Dejando aparte ese
antinorteamericanismo primitivo o visceral, es cierto que los lobbys en Estados
Unidos influyen y mucho en la vida de los partidos, aunque tenemos una visión
un tanto simplista de los lobbys: los hay económicos, empresariales, pero los
hay también sociales, de mujeres, de minorías étnicas, de minorías muy
progresistas, de sindicalistas, de ecologistas, de pacifistas, consumidores, etc.
Pero, insisto, los procesos de primarias norteamericanas no tienen porque
copiarse mimeticamente, de hecho el que ha propuesto el PSOE tiene poco que ver
en sus mecanismos de funcionamiento con lo que hacen en Estados Unidos. Todo
ello por no hablar de que en nuestros partidos políticos, a lo mejor no
influyen los lobbys pero sí lo hacen las fracciones, familias, mas o menos
explicitas y no digamos los “barones”·. Así que menos purismo.
El segundo argumento para oponerse a las
primarias es que estas pueden ser manipuladas por sectores de la derecha, desde
empresarios que compran por así decirlo el voto de participantes, hasta la
influencia de los medios de comunicación hostiles que presten su apoyo a unos
candidatos frente a otros. En fin ¿qué se puede decir a esto? ¿Alguien cree
seriamente que Emilio Botín va a desplegar un ejército de mercenarios pagados
para que voten a tal o cual candidato de IU? No terminamos de desprendernos de tics
conspiratorios.
Por su parte Cayo Lara subraya que lo
importante no son tanto los candidatos sino los programas, las propuestas y añade
que un proceso de primarias interiorizaría durante meses a IU, alejándola de la
imprescindible movilización social. Cayo
pone como ejemplo la frustrante experiencia de Hollande en Francia. Son
argumentos a tener en cuenta. Efectivamente lo decisivo son los programas, las ideas, pero
la gente también necesita poner cara a esas ideas, busca confiar en quienes van
a defenderlas, quiere opinar sobre quienes pueden representarles mejor. En
definitiva se puede hacer compatible el protagonismo de las ideas con la
elección en primarias de las candidaturas. Y en cuanto a los efectos de las
primarias en la interiorización, sí es un riesgo, pero perfectamente superable
o ¿es que alguien piensa que la
militancia y simpatizantes de IU no saben hacer dos cosas a la vez? Con todos
mis respetos para Cayo Lara, creo que son argumentos para salir del paso.
Por ultimo, he leído una argumentación
mas elaborada por parte de Alberto Garzón, que identifica primarias con sometimiento
a la voluntad o las ideas mayoritarias
de la sociedad, lo que llevaría a IU a abandonar su papel y función de dirección
política e ideológica, que debe tener una fuerza transformadora de la
izquierda. Aunque Garzón se apoya en Gramsci, realmente su inspiración es nítidamente
leninista. “El Partido” no puede contaminarse con las ideas de fuera, de las mayorías
sociales, que se supone están imbuidas por la ideología dominante de la
derecha, ni mucho menos puede elegir a sus candidatos en función de lo que
voten esas mayorías sociales. Alberto Garzón diseña un discurso vanguardista,
de sabor bolchevique, que por cierto tiene muy poco que ver con sus manifiestas
simpatías hacia los movimientos de renovación de la izquierda asamblearia.
No comprendo ese cierre de filas de la mayoría
de IU. Puede resultar nefasto para su necesario impulso, para su acercamiento a
otros sectores de la izquierda alternativa. Tiene una mala lectura: el “aparato”
no quiere que toquen sus facultades de elección de candidatos. Espero que el
sentido común se imponga, aunque este es un concepto que tampoco le gusta nada
a Alberto Garzón y busquen una formula satisfactoria de primarias, que tampoco
tienen porque ser iguales que las del PSOE, porque, insisto, sería un error de
bulto que, mientras el PSOE se recuperara apoyándose en las primarias, IU apareciera como teniendo miedo a abrirse a
la participación.
Sería muy esperanzador, que al igual que
ha sucedido en Italia o Francia, toda la izquierda española ofreciera un cauce
de participación política a sus electores y simpatizantes, un elemento que además
nos diferenciaría en gran medida de los partidos de la derecha.
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