La ofensiva independentista de Artur Mas
sigue dando pasos adelante. Ante ella, la actitud del gobierno del PP es más
que suicida, limitándose a decir que el referéndum es ilegal, que por tanto no
se celebrara y no hay nada más que hablar. Rajoy no quiere darse cuenta que el
problema mas grave que tiene la democracia española en estos momentos no se
puede zanjar de esa manera y que su cierre en banda, oportunistamente manejado
por los nacionalistas, lo único que hace es agravar las cosas.
Por supuesto que con la Constitución en la
mano, el referéndum de Artur Mas y sus aliados es de mas que dudosa legalidad.
Pero la Constitución
no es inamovible. No es un fin, es un medio, un instrumento de convivencia democrática.
Por ello no podemos cerrar los ojos ante la realidad de que una parte muy
considerable del pueblo catalán quiere el referéndum e incluso la independencia.
Como tampoco podemos ignorar que una parte muy considerable del resto de la ciudadanía
española no aprueba ese referéndum. Pero en todo caso la solución no es fomentar
que las cosas se pudran, dejando pasar el tiempo sin hacer nada. Habrá que
negociar un cambio constitucional que sea satisfactorio, en la medida de lo
posible, para la mayoría de todos los que vivimos en España.
Porque lo mas grave del caso es que el
PP se mantiene impasible ante la manipulación nacionalista que alimenta un día
y sí y otro también el oleaje independentista. Lo único que se le ha ocurrido a
algunos de ellos es montar un Congreso de historiadores mas o menos afines,
para intentar contrarestar el alucinante Congreso que CIU promovió hace unas
semanas para difundir los supuestos tres siglos de opresión española a Cataluña.
Alguna otra propuesta algo mas abierta de Alicia Sánchez Camacho, Secretaria
General del PP de Cataluña, ha sido rápidamente descartada por la dirección
nacional de este partido. Con esta actitud es lógico que el sentimiento de agravios que estimula Artur Mas crezca y
crezca.
Pero si la pasividad del PP es inadmisible,
la actitud de la izquierda social catalana y mas en concreto de los sindicatos
de clase es cuando menos sorprendente. No hay que frivolizar con el tema,
porque hay que ser conscientes de lo difícil que lo tiene la izquierda en
Cataluña para afrontar el tsunami nacionalista. Aun y así hay posicionamientos
que resultan poco coherentes con lo que siempre ha sido la actitud del
movimiento sindical.
En una reciente entrevista a uno de los máximos
dirigentes sindicales de Cataluña, justifica su respaldo al referéndum en que
los sindicatos no pueden ponerse en contra o al margen de las posiciones
mayoritarias de los trabajadores. Dando por bueno, que ya es dar, que sea
cierto que las clases trabajadoras catalanas estén en esa línea, lo que un
dirigente sindical debe preguntarse es si esa posición mayoritaria es
beneficiosa o perjudicial para los intereses de los trabajadores. Lo contrario
es un seguidísimo, no exento de fácil oportunismo y que nos podría llevar a la
conclusión de que si la ciudadanía española dio la mayoría absoluta al PP, pues
esa es la postura que hay que mantener.
No. Los dirigentes sindicales deben
tener su propio criterio. Y deben defenderlo, aunque estén en una incomoda minoría.
¿Y cual debería ser, en mi modesta
opinión, la actitud coherente del sindicalismo de clase catalán ante el órdago
nacionalista? Cada vez soy mas laico en esto de los principios, pero aun y así
creo que algunos y sólidos debemos tener y mantener. Y uno de ellos es que el
nacionalismo es un enemigo frontal de las clases trabajadoras. Lo ha sido
siempre, lo es hoy y lo seguirá siendo. Y no es que haya que aferrarse nostálgicamente a la vieja consigna
de “Proletarios de todo el mundo, uníos”. Es que la experiencia nos dice, una y
otra vez, que las clases trabajadoras solo pueden avanzar en sus derechos y
reivindicaciones si se unen por encima de las fronteras.
Hoy el gran reto que tenemos es la
globalización y qué intereses van a prevalecer en esa nueva etapa de la
humanidad. Si los de la mayorías trabajadoras (o paradas) o los de las
poderosas, ricas e insolidarias minorías. Si queremos una sociedad mas justa,
igualitaria y democrática, nos sobran las fronteras. Necesitamos unir nuestras
fuerzas a escala de España, pero sobre todo a escala Europea y en la medida de
lo posible a escala mundial.
Sin embargo los nacionalistas, que en
Cataluña siempre han representado, y hoy también, intereses de las minorías dominantes, quieren fragmentar, dividir, debilitar a las
clases trabajadoras. Artur Más lo que quiere es seguir mangoneando en Cataluña,
como hizo Pujol durante 30 años e impedir que la izquierda gobierne, como lo
hizo efímeramente con el Tripartito. Artur Mas y CIU quieren una Cataluña
neoliberal a tope, con unos sindicatos débiles y sin el apoyo del resto de los
trabajadores españoles. Artur Mas quiere mantener la cruzada independentista
para ocultar su política de recortes tan duros o mas que los de Rajoy. Que
nadie albergue dudas, la
Cataluña independiente, si algún día llega, será hegemonizada
por la derecha nacionalista y la izquierda será residual.
Por ello cualquier alianza o apoyo,
explicito o implícito, a propuestas del
gobierno de CIU deberían evitarse de manera clara y tajante por parte de la
izquierda política y social catalana.
Claro que tras años y años abandonando
la lucha ideológica con el nacionalismo, prácticamente desde que Paco Frutos y
los errores que cometimos los carrillisua, hundimos al unísono el PSUC a
principios de los años 80, la izquierda, acomplejada con Jordi Pujol, abandonó
el combate ideológico con el nacionalismo, sin comprender, asumir e impulsar el
nuevo marco y las nuevas posibilidades que suponía el estado autonómico
reconocido en la Constitución
de 1978. Buena parte de la izquierda, comunista y socialista, catalana jugó a
ser más nacionalista que nadie. En ese grave error llevan ahora su penitencia.
Han perdido la hegemonía social. Han querido diseñar un nacionalismo de
izquierdas y esto es imposible, porque, nos guste o no, son términos antagónicos.
Defender ahora en la sociedad catalana
un discurso de izquierdas, de carácter federal, es difícil, muy difícil,
después de tanto terreno cedido a CIU y adlateres. Pero hay que hacerlo, aunque
al principio sean propuestas minoritarias. Porque, además, sería un grave error
que pondría aun peor las cosas dejar la lucha ideológica contra el
independentismo en manos de los centralistas de diverso tipo. La izquierda
debemos tener un modelo propio, ni un remedo nacionalista ni una regresión
neocentralista.
Por ello, Rubalcaba y la actual dirección
del PSOE, tienen que hilar muy fino. Ni con los nacionalistas, ni servir de
aval al PP, como le esta pidiendo la
derecha mediática. El PSOE debe profundizar en su propio discurso, a partir del
modelo federal que empezaron a esbozar hace unos meses en Granada. Un discurso
que tampoco les va a ser fácil, porque tendrán que resistir las presiones de
los sectores del PSC más proclives al nacionalismo y los mensajes
“españolistas” de dirigentes andaluces, extremeños, etc.
Tenemos que sacar, cuanto antes, la
cabeza y las ideas y no dar por perdida la batalla frente al nacionalismo y al
neocentralismo.
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