Hay canciones o discos que forman parte
de la biografía vital de muchas
personas. En mi caso, “Walk on the wild side” de Lou Reed, junto con el lp “The
dark side of the Moon” de los Pink Floyd, están estrechamente ligadas a muchas
tardes y noches de principios de los años 70, cuando con mis compañeros
laboralistas quedábamos en la “casa-cuna” de Cristina Almeida en la calle
Justiniano y nos hartábamos de oírlos. O cuando íbamos a bailar a “El junco
chino” y pedíamos que nos pusieran una y
otra vez aquella maravillosa canción de Lou Reed.
La he seguido escuchando periódicamente
y lo he vuelto a hacer hoy. Sigue conservando el mismo embrujo, potencia y
belleza que hace 40 años. Perfecta la voz de Lou, los arreglos instrumentales y
la calidad de los instrumentistas. Una de las grandes canciones del rock del
siglo XX.
A estas horas se están escribiendo y
diciendo muchas cosas sobre Lou Reed, bastantes de ellas exageradas y desde
luego sorprendentes, si tenemos en cuenta que la amplísima producción de este músico
tuvo un limitado éxito de ventas, sin conseguir nunca que sus lps o cds alcanzaran
los primeros puestos de las listas. El propio Lou se hubiera quedado pasmado al
ver al día siguiente de su muerte que su foto ocupaba buena parte de la primera
pagina de el periódico EL PAIS.
Sí, era un artista de culto, pero con
muy relativo éxito. Y es que hay que decir que Lou, junto a discos y canciones
extraordinarios, especialmente en la primera mitad de la década de los 70, hizo
bastantes tostonazos que el tiempo ha barrido sin remedio. Tanto en lo que
respecta a su inicial participación en The Velvet Underground, como en su
carrera en solitario.
Tuve ocasión de escucharle en febrero de
1992 en el Palacio de Congresos de Madrid. Estaba de gira presentando su ultimo
y aburrido disco, “Magic & loss”, pero como anteriormente no había tenido
ocasión de verle, allí que me fui. El concierto no fue de los que me dejaron
huella, solo cuando recuperaba sus canciones clásicas remontaba y conectaba con
el público, el resto fue realmente pesado.
A la hora de acercarnos a la obra de
Reed, hay que diferenciar su faceta como compositor, en la que desde luego fue
un fiel trovador del mundo underground, sobre todo newyorkino, pero también de Berlín
o de Londres. Sus textos son de una gran intensidad dramática y por ellos desfilan
drogatas, camellos, travestis, chaperos, atracadores, la heroína, sadomasoquismo,
amores locos, historias de la Factory de Andy Warhol…Se puede decir que fue el
primer compositor del rock que abordó estas cuestiones de manera clara y
directa.
Pero junto a ese papel rupturista, hay
que subrayar la nefasta influencia que Reed tuvo en muchos jóvenes, bastantes
de ellos españoles, que a finales de los 70 y principios de los 80 quedaron
fascinados por la heroína y por la confusa imagen que daba Lou. Droga, que además
de otras consecuencias, tuvo efectos devastadores en la obra musical de Lou
Reed. Así que ojo con los discursos apologéticos. Lou se desenganchó, pero
muchos de sus admiradores murieron por sobredosis.
Por otra parte su faceta como brillante
letrista y compositor no siempre estuvo acompañada de su capacidad interpretativa o de sus
arreglos estrictamente musicales. La muy
irregular trayectoria de Reed tiene mucho que ver con los músicos que le acompañaron.
Sus grandes discos son el resultado de la participación de excelentes artistas
que le dieron un sólido soporte instrumental.
Así detrás del potente sonido de su
mejor lp, “Transformer”, están los arreglos de David Bowie y la presencia de
Mark Robson, un fantástico guitarrista y
detrás de su magnifico lp en directo “Rock and Roll animal”, esta otro curtido músico
y productor, Steve Katz. El inicio inolvidable de este disco en vivo, con la
versión de “Sweet Jane”, es quizás uno de los momentos más impactantes de un
concierto de rock de todos los tiempos.
Lou Reed, en mi opinión, abusaba del
sonido oscuro, sucio, siniestro, cuyos resultados solo se paliaban cuando le
acompañaban buenos guitarristas, y sin embargo cuando le daba por “limpiar” su
sonido, e incluso acercándolo al folk rock o al country rock, como es el caso
de la deliciosa “Crazy feeling”, los resultados eran estupendos.
Lou
Reed nos dejo un montón de buenas canciones, además de las ya citadas:
“Berlin”, “Lisa Says”, “Vicious”, “Satellite of love”, “Caroline Says”, “How do
you think it feels”, “Sally cant dance”, “, “Charleys girl”, “Coney Island
baby”, “I believe in love”, “Banging on my drum”, “I love you”, “Rock and roll
heart”…o con The Velvet Underground, “Run, run, run”, “I´m Waiting for the
man”, “Heroin”, “Femme fatale”, “White light/white heat”, “All tomorrows
parties” o “Who loves the sun” y ya en los años 80, una vez desintoxicado,
lanzó discos interesantes como “The blue mask” o “Legendary hearts”, con buenas
canciones como “No money dawn”, “September song”, “The gun”, “Don’t talk me
about work”, “Waves of fear” o “Turn of the light”.
A principios de los años 90 Reed grabó
con, John Cale, su antiguo compañero de The Velvet Underground el cd “Songs for
Drella”, con un sonido vanguardista y que siendo interesante y de lo mejor de
su tercera etapa musical, no deslumbra ni mucho menos. La ultima grabación de
Lou, ya en el año 2011, fue con el grupo de hard rock Metallica, titulado
“Lulu”, que pretendiendo ser una especie de opera rock de nuestro tiempo,
tampoco resulta convincente.
Lou Reed tuvo un gran acierto en la
etapa de madurez personal: casarse con Laurie Anderson, la más brillante música
de rock vanguardista de los años 80 y 90, autora de fascinantes discos, para mi
gusto mucho mejores que los de la última época de su cónyuge.
Lou Reed, como Bob Marley o como Jimmy
Hendrix, va camino de los altares musicales. Yo me quedo con dos maravillosas
canciones, “Walk on the wild side” y “Sweet Jane” (en vivo) y del resto ni
tanto ni tan calvo.
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