martes, 20 de agosto de 2013

VIOLENCIA Y DEMOCRACIA EN LOS PAISES MUSULMANES




En los países árabes del Mediterráneo pasan los años, a veces parece que las cosas cambian a mejor, pero todo sigue igual y a veces peor. Por no hablar del permanente conflicto entre los Palestinos e Israelíes, tras la explosión  de Libia, de la que hoy la opinión publica europea no sabe nada de cómo están las cosas, la sangrienta guerra civil de Siria, la anterior del Yemen o las tensiones en Túnez, nos encontramos ahora con el golpe político-militar de Egipto. Sin olvidar que los titulares de la actualidad sangrienta de cada momento, oscurecen la realidad de férreas dictaduras integristas en la Península Arábiga, eso sí aliadas de Occidente en razón a sus abundantes pozos petrolíferos.

Mas de uno puede preguntarse ¿tiene algún arreglo esa eterna violencia? ¿o es algo consustancial a la cultura musulmana? Para buscar una respuesta que no incurra en tópicos, hay que recordar que en un pasado no tan lejano ha habido intentos para lograr vías diferentes de un desarrollo democrático y pacifico en el mundo musulmán. En los años 50 Mosaddeq en Irán intentó establecer un régimen laico y progresista, pero fue derrocado por los Estados Unidos. Los golpes militares del Partido Baath en Irak y Siria, a pesar de sus orígenes no democráticos también pretendieron  en sus comienzos modernizar sus sociedades desde posiciones socialmente progresistas. Lo mismo, aunque de forma mas contradictoria intentó Nasser en Egipto y los primeros gobiernos del FLN en Argelia o el surgido en Túnez tras la independencia con el presidente Bourguiba. 

Pero todos estos gobiernos tenían un fallo: además de ser más o menos de izquierdas, eran nacionalistas y pretendían una tercera vía, la de los países No Alineados.

Y Estados Unidos, en plena guerra fría, no estaba por la labor de permitir en una zona tan estratégica veleidades de ese tipo y menos aun si iban acompañadas de nacionalizaciones de empresas petrolíferas o de recortar los beneficios de las multinacionales e hicieron lo imposible por desestabilizar esos regimenes. Por su parte la anquilosada URSS de Brezhnev, que recibió con los brazos abiertos a los gobiernos nacionalistas árabes, junto con la ayuda política y militar quiso exportar su  acartonado modelo del socialismo real, provocando una fuerte resistencia en sociedades todavía muy influidas por la ideología musulmana. Así que la guerra fría, USA y la URSS, cada uno con unos métodos muy diferentes, terminaron por desestabilizar o adulterar completamente esos intentos de renovación laica, progreso económico y social y moderada democratización.

La frustración de aquel intento modernizador, mas otros trágicos errores de grueso calibre por parte de Estados Unidos y sus aliados: el apoyo occidental al golpe militar en Argelia contra el FIS en el año 1991, el incitar a Irak a invadir Irán en 1980 para acabar con los Jomeinistas, o la ayuda y el estimulo a los talibanes afganos contra el gobierno de izquierdas apoyado militarmente por la URSS, mas la tolerancia permanente ante los abusos de Israel, han dado como resultado un reforzamiento generalizado del integrismo musulmán.  

Pero tampoco tenemos que rasgarnos las vestiduras. Europa ha estado sometida a constantes escenarios de violencia hasta casi  la mitad del Siglo XX (si hacemos abstracción de la guerra de los Balcanes, con unas peculiaridades muy especificas). Guerras dinastícas, guerras religiosas, guerras económicas, guerras por fronteras...han marcado la Edad Moderna y buena parte de la Contemporánea de nuestros países. El alumbramiento de sociedades democráticas, más o menos estables, laicas, con pretensiones de bienestar social, con igualdad de derechos entre hombres y mujeres, con respeto a las minorías…etc. ha sido un parto largo y difícil, del que todavía no estamos plenamente recuperados. Así que no midamos a las sociedades árabes con un rasero distinto al nuestro.

Pero dicho esto, también es cierto que los países democráticos no podemos estar mirando tranquilamente el panorama, pensando que esas sociedades terminaran por madurar. Tenemos que facilitar el proceso y sobre todo no echar leña al fuego ni tomar decisiones que a la larga provocan mayores conflictos que los que pretenden resolver. Y lo primero que tenemos que asumir es que no todas las sociedades tienen que adaptarse al modelo democrático-parlamentario occidental, tal y como nosotros lo concebimos. Cada país tiene derecho a desarrollar su propia vía a la democracia y la libertad, y que el único principio inamovible debe ser el de un hombre/un voto, una mujer/ un voto. En lo que si debemos ser radicales es en la defensa de los derechos civiles fundamentales: igualdad entre hombres y mujeres, libertad religiosa, libertad sexual, respeto a las minorías, supresión de la pena de muerte…y desde luego sin distinción de si esos derechos se respetan en los Emiratos y Sultanatos aliados o en los países gobernados por los Hermanos Musulmanes o similares.

Y una ultima cuestión. Hace unos días Shlomo Ben Ami, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores de Israel, que es una persona que hace unos análisis bastante bien informados y en general muy ponderados sobre la realidad de Oriente Próximo y Oriente Medio, escribía sobre la relación entre violencia y fanatismo religioso. Reflexión por supuesto valida para todas las creencias y no solo para los musulmanes y su conclusión no podía ser más acertada, mientras no se separen la religión y el estado será muy difícil  consolidar la paz y la democracia en el mundo musulmán. Lo mismito que ha sucedido en las sociedades europeas.


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