A la primera manifestación que fui en mi vida, no tuvo mucho merito por
mi parte, porque era totalmente legal. Tuvo lugar delante de la embajada de
Gran Bretaña, no recuerdo muy bien las fechas, pero yo debía tener doce o trece
años. Participé con mi amigo del colegio Tato Marcotegui y no sé si con alguno
mas. El motivo era exigir la devolución de Gibraltar. Había muchísima gente, no
podía ser menos y resultaba bastante agobiante para unos niños que, como en mi
caso, al único evento de masas que había asistido con anterioridad fue la concentración
en el Paseo de la Castellana para el rezo del “Rosario en Familia” con el Padre
Peyton. La cuestión es que yo volví enardecido de nacionalismo a mi casa, pero no les dije nada a mis padres de mi primera
aventura política. Aunque poco tiempo después empapelé las paredes de mi
habitación con fotos de The Beatles, lo cortes no quita lo valiente
Han pasado 50 años y parece como si estuviéramos en las mismas. Pero el
mundo ha cambiado. La reivindicación de Gibraltar se ha vuelto algo mas educada
y sofisticada, visto que a base de pedirlo en la calle, en los medios de
comunicación o en foros internacionales, no había nada que hacer. Por supuesto
que no tengo ninguna simpatía por los residuos de imperialismo que aun existen
en la política británica, de los cuales Gibraltar es un claro exponente como lo
son las Islas Malvinas, lo fueron Hong Kong o Malta.
Gran Bretaña ha dado muy a menudo muestras suficientes de oportunismo y
pragmatismo político. Y cuando el mantenimiento de Gibraltar le resulte
problemático o no le de rentabilidad política y económica, lo dejara caer, como
hizo hace pocos años con un bastión de muchísima mayor importancia como Hong
Kong. Derramara lágrimas de cocodrilo por sus actuales habitantes opuestos a la
reincorporación a España y santas pascuas.
Pero haciendo la puñeta a los que entran y salen en el Peñón, por
tierra, mar o aire, poco se va a
avanzar. De lo que se trata es de ejercer una suficiente presión política para
forzar la devolución y para ello es imprescindible tener aliados de suficiente
peso, que nos apoyen. Y no veo yo muy predispuestos a los Estados Unidos para
esta labor y sin su apoyo, y de resultas el del conjunto de la OTAN, no hay
nada que hacer, nos pongamos como nos pongamos de chulos.
Supongo que el Ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, político
moderado, persona de gran experiencia internacional, que no es un paleto
nacionalista, sabe de sobra como están las cosas. Cuestión distinta son las
declaraciones para la galería y el consumo nacional y el papelón que le obligue a jugar el
Presidente del Gobierno. Porque esto de Gibraltar, como lo del monstruo del
Lago Ness, es un tema muy socorrido cuando no queremos que se hable de otra
cosa. Además la reclamación de Gibraltar le pilla con pocas posibilidades de
maniobra al PSOE y a los partidos nacionalistas. La oposición, excepción hecha
de IU, que tiene otros planteamientos, sabe que en este tema hay que ser
cuidadoso, para ni dar toda la razón al Gobierno ni tampoco parecer insensible
ante un tema de fibra nacional. Así que Rubalcaba se viste de Lagarterano e
intenta no pillarse los dedos.
¿Cuánto durará esto de “Gibraltar español”? Un tiempecito, hasta que la
realidad, crisis, paro, corrupción, presupuestos del 2014, pensiones, gasto
sanitario, Díada de Cataluña, etc. etc. nos hagan olvidarnos hasta otra ocasión
del Peñón.
Y dos últimos apuntes. Si nos devolvieran Gibraltar, tendríamos un serio
problema con la situación política y económica del mismo. Con una población que
nos recibiría de uñas, con un nivel socioeconómico superior al de su entorno de
la Bahía de Algeciras, con una redes de contrabando a ambos lados que habría
que deshacer, con una presencia del dinero negro que habría que erradicar….En
otras palabras, Gibraltar para España es cualquier cosa menos un chollo, mas
bien durante unas decenas de años sería un quebradero de cabeza. Y eso lo saben
el Gobierno de España, la Junta de Andalucía y los Ayuntamientos españoles de
la comarca. Y habría que explicárselo de esta manera a la ciudadanía.
La segunda cuestión es, obviamente, Ceuta y Melilla. Por mucho que
digamos que son ciudades españolas desde mucho antes que Gibraltar pasara a
Inglaterra (250 años y también en el marco de un conflicto bélico), este es un
argumento tan endeble que resulta insostenible. Tendríamos que devolver ambas
ciudades, lo que nos acarrearía un buen problema a España con una parte de la
población que no querría integrarse en Marruecos (aparte del problema que le generaría
al gobierno de Marruecos, perdiendo un oportuno respiradero social y económico
para los problemas que afectan al subdesarrollado norte de este país, además
del banderín político tan útil para los sectores nacionalistas marroquíes).
Así que dicho en términos algo simplistas, pero reales, pasaríamos de
no tener problemas sustanciales, reales, con esos tres enclaves, a tener dos
buenos problemas. Vamos, un negocio redondo. Por ello mas vale que corramos
cuanto antes un tupido velo sobre esta recurrente serpiente de verano, lo que
no impide que se adopten medidas lógicas de control policial del contrabando en
Gibraltar o velemos por los intereses de los pescadores españoles de la Bahía.
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