Ayer murió Pilar, la mujer de mi amigo y compañero Julián Ariza. Como ningún
medio de comunicación publicará referencia alguna, le voy a dedicar este post.
Pilar fue un ejemplo de mujer de la clase obrera española que ya están
desapareciendo. Nació en una familia muy modesta del barrio madrileño de Usera
y en su casa de 25 metros cuadrados vivieron sus padres y cuatro hermanos. Además
durante la guerra civil acogieron a varios familiares más que habían huido del
frente, de manera que por las noches todo el piso se llenaba de colchonetas
para dormir.
En la posguerra sufrió una enfermedad que dio lugar nada menos que a
una trepanación en la cabeza. Se casó muy pronto con Julián, que era un
chavalillo mas joven que ella y trabajaba de mozo en una distribuidora farmacéutica.
Después tendría un accidente en el metro del que le quedo una muy visible
cojera y la necesidad de ayudarse con un bastón. Julián consiguió compaginar el
trabajo y estudiar delineante industrial lo que le permitió entrar en una
importante fábrica, Perkins Hispania. Hasta aquí nada diferente a lo que sucedía
en cientos de miles de hogares de trabajadores de nuestro país.
Julián en la fábrica fue adquiriendo conciencia reivindicativa y junto
a Marcelino Camacho fundó las Comisiones Obreras en su empresa y en Madrid. Mas
tarde entraría en el PCE y se convertiría en uno de los más importantes
dirigentes del nuevo movimiento obrero español. Llegaron las huelgas, las sanciones,
las detenciones, las cárceles. Y Pilar se convirtió en “mujer de preso político”.
Su vida se transformó en una lucha, nada brillante para la historia
oficial, pero sin duda de un gran valor para el soporte del movimiento obrero.
Visitas a las embajadas, a autoridades eclesiásticas, a intelectuales y
profesionales reconocidos, al mítico Congreso de la Abogacía de León, cartas y
entrevistas con periodistas españoles y extranjeros, visitas frecuentes a los
abogados laboralistas. Participar en recogidas de fondos, encerrarse en
iglesias y en otros centros, enfrentarse a la Brigada político social.
A la vez hacer un peregrinaje por las diversas cárceles de España a
donde enviaban a su marido, para llevarle comida, ropa limpia, para darle ánimos,
trasladar y recoger información. Y cuando salía de la cárcel, Pilar era el
soporte doméstico indispensable para que Julián pudiera seguir realizando sus
tareas de dirigente clandestino de CCOO.
Las mujeres de los dirigentes obreros como Julián Ariza, con la llegada
de la libertad, ganaron y mucho en tranquilidad, pero poco en calidad de vida.
Sus maridos siguieron luchando construyendo el movimiento sindical, sin
descanso, sin apenas tiempo para la familia o el ocio, desde luego con sueldos muchísimo
mas bajos de los que hubieran tenido si hubieran continuado con su trabajo
profesional. Y en buena medida siguieron siendo el soporte doméstico
fundamental para sus maridos. Pilar fue así. El único reconocimiento, era verla
en contadas ocasiones acompañando a Julián en algún acto público oficial, o del
partido o del sindicato, pero nunca como destinataria del mismo, ya que no tuvo
lugar homenaje alguno para ellas.
Siempre vivió con la dignidad, la honestidad y la honradez de una mujer
obrera. Sin ningún lujo, sin renegar de los sacrificios que tuvo que asumir
desde niña. Aunque seguramente con la satisfacción de que el país en el que murió
era mucho mejor que en el que nació y ello fue posible también gracias a su
esfuerzo.
Una vida para escribir un libro o hacer una película. No se puede
perder en el olvido lo que hicieron mujeres como Pilar, de la que ni siquiera
yo recuerdo el apellido.
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