Una nueva y reciente encuesta vuelve a situar a los sindicatos en los
últimos lugares de valoración ciudadana. Cada vez hay menos gente que recuerde
con precisión cómo eran las cosas en nuestro país cuando no había sindicatos.
Cómo eran las relaciones laborales, las cuantías de las pensiones, la calidad
de la sanidad, la inexistencia de servicios sociales, las condiciones de
trabajo, la siniestrabilidad laboral, la discriminación de la mujer en el
empleo….etc.
Tuve ocasión de trabajar como abogado laboralista desde finales de 1971
a mediados de 1977 y sé bien de lo que hablo y eso que lo hacia en Madrid, no
digamos lo que sucedía en el ámbito rural o en las provincias medianas y
pequeñas. Y después, como asesor sindical, he asistido a casi 30 años de negociaciones
con la patronal y los sucesivos gobiernos y comprobé lo que costaba arrancar,
porque así fue, cada avance en los derechos laborales o de política social.
No quiero decir con ello que hoy, precisamente hoy, vivamos en Jauja.
Ni tampoco que todos los avances sociales producidos lo hayan sido gracias al
empeño de los sindicatos.
Pero curiosamente cuando han empezado a ir mal las cosas para la
sociedad española, es cuando mas se han intensificado las campañas de
desprestigio y acoso a los sindicatos.
No voy a caer en el discurso victimista. Cada palo tiene que aguantar
su vela. Pero seria de una ceguera abrumadora ignorar que el mayor y mas firme
muro que sostiene los derechos laborales y los derechos sociales son los
sindicatos y por ello todos aquellos que apuestan por su reducción o
desmantelamiento del Estado de Bienestar Social tienen como prioridad
desactivar la oposición sindical.
Pero dicho esto, no seria conveniente que los sindicatos nos refugiáramos
en todo lo bueno que hemos hecho y en lamentarnos en la incomprensión o en el
injusto trato que recibimos de una parte de la sociedad. Porque cuando solo el
26% de la población nos valora positivamente y hasta un 74% lo hace
negativamente, algo grave esta pasando y habremos cometido errores sustanciales.
Estos datos, a pesar de ser incontestables, contrastan con los buenos
resultados electorales que elección tras elección sindical conseguimos CCOO y
UGT.
No podemos pensar que nuestra mala, malísima imagen, es un mero
resultado del éxito de las potentes, sostenidas en el tiempo y muy
generalizadas campañas de descrédito de los sindicatos. Las campañas influyen y
mucho, sobre todo cuando no tienes medios equivalentes para contrarrestarlas.
Pero alga más esta fallando en nuestro trabajo, para que esas campañas cuenten
con la aceptación de tres de cada cuatro ciudadanos, incluidos una parte muy
importante del electorado progresista.
¿Dónde están nuestros errores? ¿En la acción sindical en los centros de
trabajo? ¿En la falta de presencia continuada especialmente en las pequeñas y
medianas empresas? ¿en lo que firmamos? ¿en lo que nos negamos a firmar? ¿en
las propuestas de movilizaciones? ¿o en las no propuestas de movilizaciones?
¿en el trabajo de nuestros liberados? ¿o en la ausencia de nuestros liberados? ¿en
el conocimiento o en el desconocimiento de lo que hacen los liberados? ¿en
nuestro lenguaje? ¿en nuestros fallos de comunicación? ¿en nuestras carencias
de transparencia?
Me supongo que habrá un poco de todo. Y estamos obligados a profundizar
en estas cuestiones, con rigor y claridad, sin masoquismo pero también sin
paños calientes. Porque no es sostenible en el tiempo que la ciudadanía nos
valore muy por debajo de jueces, policías, abogados, militares o de la Casa
Real. Y desde luego no es un consuelo que otros
estén aun peor valorados que nosotros. Los dos grandes sindicatos hemos
cerrado nuestros procesos congresuales, un prioritaria labor de los nuevos
equipos de dirección debería ser precisamente abordar las razones de ese grave
desencuentro con la mayoría de la ciudadanía y buscar las vías para superarlo.
Una ultima consideración. Harían muy mal gobiernos, partidos y
patronales de alegrarse, aunque sea en privado, de esa mala valoración
sindical. Una sociedad democrática para resolver sus contradicciones y sus
diversos intereses de clase, necesita interlocutores firmes, legitimados,
potentes. A corto plazo a lo mejor les resulta mas cómodo funcionar con
sindicatos débiles o cuestionados, a la larga harán mas ingobernable un país,
que ya de por si tiene muchos y graves problemas que resolver y serias averías
institucionales que superar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario