miércoles, 10 de abril de 2013

LOS SINDICATOS SEGUIMOS MAL VALORADOS POR LA CIUDADANIA




Una nueva y reciente encuesta vuelve a situar a los sindicatos en los últimos lugares de valoración ciudadana. Cada vez hay menos gente que recuerde con precisión cómo eran las cosas en nuestro país cuando no había sindicatos. Cómo eran las relaciones laborales, las cuantías de las pensiones, la calidad de la sanidad, la inexistencia de servicios sociales, las condiciones de trabajo, la siniestrabilidad laboral, la discriminación de la mujer en el empleo….etc.

Tuve ocasión de trabajar como abogado laboralista desde finales de 1971 a mediados de 1977 y sé bien de lo que hablo y eso que lo hacia en Madrid, no digamos lo que sucedía en el ámbito rural o en las provincias medianas y pequeñas. Y después, como asesor sindical, he asistido a casi 30 años de negociaciones con la patronal y los sucesivos gobiernos y comprobé lo que costaba arrancar, porque así fue, cada avance en los derechos laborales o de política social.

No quiero decir con ello que hoy, precisamente hoy, vivamos en Jauja. Ni tampoco que todos los avances sociales producidos lo hayan sido gracias al empeño de los sindicatos.

Pero curiosamente cuando han empezado a ir mal las cosas para la sociedad española, es cuando mas se han intensificado las campañas de desprestigio y acoso a los sindicatos.

No voy a caer en el discurso victimista. Cada palo tiene que aguantar su vela. Pero seria de una ceguera abrumadora ignorar que el mayor y mas firme muro que sostiene los derechos laborales y los derechos sociales son los sindicatos y por ello todos aquellos que apuestan por su reducción o desmantelamiento del Estado de Bienestar Social tienen como prioridad desactivar la oposición sindical.

Pero dicho esto, no seria conveniente que los sindicatos nos refugiáramos en todo lo bueno que hemos hecho y en lamentarnos en la incomprensión o en el injusto trato que recibimos de una parte de la sociedad. Porque cuando solo el 26% de la población nos valora positivamente y hasta un 74% lo hace negativamente, algo grave esta pasando y habremos cometido errores sustanciales. Estos datos, a pesar de ser incontestables, contrastan con los buenos resultados electorales que elección tras elección sindical conseguimos CCOO y UGT.

No podemos pensar que nuestra mala, malísima imagen, es un mero resultado del éxito de las potentes, sostenidas en el tiempo y muy generalizadas campañas de descrédito de los sindicatos. Las campañas influyen y mucho, sobre todo cuando no tienes medios equivalentes para contrarrestarlas. Pero alga más esta fallando en nuestro trabajo, para que esas campañas cuenten con la aceptación de tres de cada cuatro ciudadanos, incluidos una parte muy importante del electorado progresista.

¿Dónde están nuestros errores? ¿En la acción sindical en los centros de trabajo? ¿En la falta de presencia continuada especialmente en las pequeñas y medianas empresas? ¿en lo que firmamos? ¿en lo que nos negamos a firmar? ¿en las propuestas de movilizaciones? ¿o en las no propuestas de movilizaciones? ¿en el trabajo de nuestros liberados? ¿o en la ausencia de nuestros liberados? ¿en el conocimiento o en el desconocimiento de lo que hacen los liberados? ¿en nuestro lenguaje? ¿en nuestros fallos de comunicación? ¿en nuestras carencias de transparencia?

Me supongo que habrá un poco de todo. Y estamos obligados a profundizar en estas cuestiones, con rigor y claridad, sin masoquismo pero también sin paños calientes. Porque no es sostenible en el tiempo que la ciudadanía nos valore muy por debajo de jueces, policías, abogados, militares o de la Casa Real. Y desde luego no es un consuelo que otros  estén aun peor valorados que nosotros. Los dos grandes sindicatos hemos cerrado nuestros procesos congresuales, un prioritaria labor de los nuevos equipos de dirección debería ser precisamente abordar las razones de ese grave desencuentro con la mayoría de la ciudadanía y buscar las vías para superarlo.

Una ultima consideración. Harían muy mal gobiernos, partidos y patronales de alegrarse, aunque sea en privado, de esa mala valoración sindical. Una sociedad democrática para resolver sus contradicciones y sus diversos intereses de clase, necesita interlocutores firmes, legitimados, potentes. A corto plazo a lo mejor les resulta mas cómodo funcionar con sindicatos débiles o cuestionados, a la larga harán mas ingobernable un país, que ya de por si tiene muchos y graves problemas que resolver y serias averías institucionales que superar.
 

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