Acabo de ver una excelente pero terrible, terrible, película del alemán
Michael Haneke, “Amour”. Un retrato bello y triste del amor y la enfermedad en la vejez. Y quiero
cambiar de onda. He escrito poco de opera en el blog y que mejor ocasión que la
conmemoración en este año 2013 del bicentenario del nacimiento de Verdi y de
Wagner.
Curiosa coincidencia que los dos mas grandes compositores operísticos
del siglo XIX nacieran en el mismo año, como también que tuvieran un papel
activo en la conformación del espíritu nacional de sus dos pueblos en lucha por
su constitución como estados unitarios, aunque Verdi desde una óptica popular y
democrática y Wagner desde una concepción mitológica y aristocrática, a pesar
de sus veleidades revolucionarias en su juventud. La música de Wagner
impresiona, la de Verdi emociona.
Admiro la grandeza y el talento renovador de la música de Wagner y
lamento no haber podido asistir a la representación en vivo de las versiones clásicas
de sus grandes obras, que tienen una componente de espectáculo teatral tan
intenso. Las muy pocas que he visto en el Teatro Real de Madrid, han sido
montajes “contemporáneos o
modernizadores”, que sinceramente me provocan distancia y frialdad y escuchar
p.e. el “Anillo del Nibelungo” en el compact disc requiere un esfuerzo de
aislamiento y disponer de un tiempo de tranquilidad que hoy por hoy no me
resulta fácil conseguir.
Con Verdi disfruto mas, quizás porque lo asocie a la voz de María Callas, o de Renata
Tebaldi, cuyas grabaciones cuarenta o cincuenta años después siguen siendo
inconmensurables. Además Verdi inevitablemente nos suena próximo, mediterráneo,
vibrante, vitalista. La mayoría de sus operas puedes oírlas conduciendo en el
coche, preparando la comida, en una tarde lluviosa de invierno, en el autobús o
tomando el sol en primavera y ya desde el preludio te seducen.
Con la ventaja añadida que aunque las operas de Verdi son muy diversas
estilística y temáticamente, son historias que tratan de pasiones,
sentimientos, vivencias, que aunque puedan parecer que tienen un tono algo
folletinesco para los gustos del siglo XXI, siguen siendo actuales e incluso
cercanas y encima en un bello idioma que
casi entendemos.
La evolución de Verdi, con una
enorme producción operística, fue muy notable, desde las iniciales con un
fuerte anclaje en el romanticismo, hasta las que animaban el espíritu liberador
del nacionalismo democrático de quienes
luchaban contra los pequeños estados absolutistas que fragmentaban
Italia en la primera mitad del siglo XIX pasando por la gran trilogía dramática
y pasional de Il Trovatore, La Traviata y Rigoletto, y terminando en las
grandes y mucho mas complejas obras de madurez, algunas de ellas inspiradas en
dramas de Shakespeare.
Verdi, que fue un hombre con ideas políticas y sociales avanzadas, tuvo
numerosos problemas con la censura y asumió también el compromiso de participar
como diputado en el primer Parlamento de la Italia unificada.
Hoy, afortunadamente, de una u otra forma, tenemos acceso a una gran
oferta discográfica y también videográfica de la obra de Verdi. Desde las
grabaciones históricas de Toscanini, Furtwangler, Tullio Serafin, Karajan o
Solti, hasta las mas modernas de Giulini, Abbado, Muti o Levine. Pero si
importantes son los directores, lo decisivo son las y los interpretes y el
feeling que se establezca entre ellos. P.e hay una grabación de sonido bastante
regular, incluida alguna tos del publico, de la representación el 27 de marzo
de 1958 en el Teatro San Carlos de Lisboa de “La Traviata”, con María Callas, todavía en magnifica forma y
Alfredo Kraus, inmejorable y se te eriza la piel al escuchar los dúos; ni la
orquesta es deslumbrante, ni el director un genio, ni el resto de los
interpretes figuras de primera fila, pero Callas y Kraus transmiten con tanta
fuerza su dramática pasión, que para que queremos mas.
Y eso es Verdi y por ello sus operas siguen gustando, aunque hoy
tengamos que refugiarnos en grabaciones del pasado, porque la mayoría de las
actuales tienen un sonido magnifico y los interpretes una gran técnica,
pero….ya no hay Alfredos y Violettas como las de antes que te ponían la piel de
gallina, como le sucedía a la maravillosa Julia Roberts en la película “Pretty
woman”, cuando asistiendo por primera vez a una opera, precisamente “La Traviata”,
se le saltaban las lagrimas ante un estupefacto Richard Gere.
Disfrutemos de Verdi y a ser posible con María Callas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario