En el primer párrafo de “Conversaciones en la Catedral” de Vargas
Llosa, hay una frase que se repite a lo largo de la novela: “¿en que momento se
jodio el Perú, Zavalita?”. Salvando las enormes distancias, también podríamos
preguntarnos ¿en que momento se jodio España? Y siguiendo, modestamente, los
pasos de esa gran novela, con este post inauguro una serie, que ira apareciendo
de vez en cuando en el blog bajo el titulo genérico de “Conversaciones en el
Buendi” y que recogerá las charlas y preocupaciones sobre la situación de
nuestro país que un grupo de amigos de izquierdas, de clase media y ya con mas
de sesenta años, tenemos los fines de semana en el bar Buendi, después de ir al
cine.
Sorprendentemente uno de los temas mas recurrentes en los últimos tiempos
es el miedo a los riesgos de violencia que se están gestando en nuestro país.
Entendiendo la violencia no en la clave del terrorismo que desgraciadamente
hemos padecido tantos años, sino como explosión del malestar social, de la
desesperación de mucha gente y en especial de los jóvenes. Algo que podíamos
pensar que estaba totalmente descartado en una sociedad desarrollada como la
nuestra.
¿Es real esa preocupación? Situaciones de intensa violencia hemos visto
en los últimos meses en manifestaciones en Grecia, Italia y Portugal y en
algunos momentos puntuales de manifestaciones en Barcelona. Y aunque son
imágenes impactantes, rechazables y con responsabilidades repartidas (jóvenes
extremistas, provocadores infiltrados de dudosa procedencia, policías que no
saben cumplir con sus tareas profesionales o que obedecen ordenes
agresivas…etc.), afortunadamente no se ha traspasado un umbral de agresividad
extrema y desde luego nada equiparable a violencia de grupos terroristas como
fueron las Brigadas Rojas en Italia o la R.A.F de Baader-Meinhof en Alemania.
¿El que hoy por hoy no se hayan
cruzado esos niveles de violencia, quiere decir que no se cruzaran? Se supone
que estará en relación a la duración y profundidad de la crisis económica, a
las políticas que se sigan y a la capacidad de las instituciones políticas democráticas
para canalizar el descontento y la protesta. Y si tenemos en cuenta la actual
realidad de esos tres factores, sí que puede haber motivos de preocupación.
Cuando hay jóvenes que sienten la absoluta inutilidad de su formación
para encontrar empleo o sufren las condiciones de explotación del trabajo
precario que se les ofrece; cuando contemplan los abusos, fraudes, corrupción,
enriquecimiento injustificado de quienes de una u otra forma han provocado la
crisis o se están beneficiando de ella; cuando los discursos de buena parte de
la clase política les suenan lejanos o una especie de cuentos chinos; y pasan
los meses y los años… entonces mas de uno puede pensar que esto no tiene
arreglo por las buenas y que lo único que se puede hacer es tirar por la calle
de en medio recurriendo a la violencia.
Y si a la tensión que se vive en una parte de nuestra sociedad, se le
suma la tremenda violencia verbal que día a día se ejerce desde algunos medios
de comunicación de una extrema derecha fanática, tenemos un caldo de cultivo
perfecto para que se desate la violencia.
Mi generación es la primera en la historia de nuestro país que ha
vivido sin violencia mortal en las calles (excluyendo lógicamente el terrorismo
del FRAP, del GRAPO y de la extrema
derecha en la Transición y por otra parte el de ETA y Al Qaeda), pero tenemos
unas raíces ancestrales profundamente violentas, de guerras civiles,
represiones, golpes de estado, persecuciones religiosas y antirreligiosas,
terrorismo patronal y terrorismo anarquista, etc. que no podemos echar en el
olvido. Como tambien hay que recordar que a lo largo de la historia del siglo XX la violencia a la postre a quien mas ha perjudicado ha sido a las clases populares y a las ideas progresistas.
Por ello, aunque no es bueno caer en un pesimismo y alarmismo
desmesurado, tampoco conviene hacer oídos sordos a ese runrún creciente de los
riesgos de explosión social.
Hoy como ayer la mejor prevención de la violencia social es que la
democracia funcione y reconozca y afronte los problemas de la ciudadanía. Pero
ese, precisamente, será el tema de un próximo post.
Desde Perú, saludos Sr. Maravall, separados por la distancia tenemos el mismo pensamiento HACER FUNCIONAR MEJOR LA DEMOCRACIA, lo invito a leer mi blog:
ResponderEliminarfilosofodetacna.blogspot.com