Hoy es el 36 aniversario de la Matanza del despacho laboralista de
Atocha. No voy a hacer un post estrictamente político, tan solo un recuerdo de
lo felices que éramos antes de que sucediera.
A Lola, a Javier, a Elena y a mí nos gustaba ir al campo los fines de
semana y si había un puente aprovechábamos para hacer una excursión mas larga.
Como en mayo de 1974 que nos fuimos a Lisboa a empaparnos de la Revolución de
los Claveles. En marzo del 76 teníamos un puente por delante y decidimos irnos
a la Sierra de Cazorla. Como Elena y yo teníamos ya un “dos caballos”,
invitamos a mi hermana Elisa y a Luis Javier Benavides, cuya familia era de Jaén, para que vinieran con nosotros. Por su parte nuestro
eterno amigo Javier García Fernández, Panfle, se apuntó con Lola y Javier, al
igual que otras muchas veces.
Como siempre que íbamos juntos disfrutamos mucho. Hablábamos de cine,
de teatro, de novelas, de casos que llevábamos en el Despacho de Españoleto 13,
repitiendo anécdotas divertidas, de ligues y líos de amigos y amigas, de
historias que habíamos vivido en la Facultad y por supuesto mucho de política.
Lola, Javier, Panfle y yo, en aquel momento, estábamos militando en una fracción
secreta dentro del PCE, llamada la “OPI” (Oposición de Izquierdas del PCE), un
nombre con rancio sabor trotskista. Nos parecía que la política de Carrillo y
la dirección del Partido, el Pacto por la Libertad, estaba demasiado escorada
hacia la derecha y que se hacían excesivas concesiones a los partidos
centristas y a la burguesía reformista. A pesar de ser una fracción
supuestamente clandestina, el resto de los camaradas de la célula de abogados
estaban al tanto y nos tenían a todos los de la OPI en lo que llamábamos “la
nevera”, sin poder ejercer plenamente los derechos de militancia.
Discutíamos mucho pero sobre todo vivíamos con ilusión: se palpaba que
el gobierno de Arias Navarro tenía los días contados y que ya faltaba poco para
conseguir la democracia.
Por eso estábamos alegres. Javier, además de su ingente cultura, tenía
un afilado sentido del humor. Luis Javier, más callado, era dulce y cariñoso y
era un placer convivir con él. Todos teníamos planes de futuro. Elena y yo pensábamos
tener un hijo en cuanto se despejara el camino de la democracia. Lola y Javier también.
Luis Javier y Elisa pensaban en consolidar su relación viviendo juntos, Elisa
ya tenía alquilada la casa muy cerca de nosotros. Y pensábamos en cómo montar
los servicios jurídicos de las CCOO una vez legalizadas y los de las
Asociaciones de Vecinos democráticas. Panfle sería catedrático y escribiría
libro tras libro. Sí, todo eran luminosos planes de futuro.
La excursión fue un éxito, no hay más que ver las fotos que nos
hicimos. Y eso a pesar de las carreteras. Por cierto nuestro “dos caballos” respondió
mejor que el R5 de Lola y Javier, que se quedó atrapado entre la nieve de un
camino de montaña.
A las pocas semanas de volver a Madrid, nos detuvieron a los cuatro en
la Manifestación de la Amnistía de abril del 76, cuando íbamos en el coche de
Javier y Lola bloqueando el tráfico y haciendo sonar la bocina por el Paseo del
Prado. Dos meses en las cárceles de Carabanchel y Yeserias, pero el régimen ya
se caía.
Ese verano, Luis Javier, Elisa, Elena
yo volvimos a hacer excursiones, por Santander. También fuimos a ver a
Lola y a Javier a su recién terminada casa en Liendo al lado del mar. Suárez ya
era Presidente del Gobierno y todas las mañanas ¡oíamos las noticias de Radio Nacional!,
sí definitivamente aquello estaba cambiando.
Éramos jóvenes y felices. Teníamos una vida nueva por delante. Hasta
que el 24 de enero de 1977 mataron a Javier y a Luis Javier y a tres camaradas
más y casi a Lola y a Luis Ramos. Elena estaba ya embarazada: nuestro primer
hijo se llama Javier.
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