Como sucede con la mayoría de los
pintores franceses del siglo XIX y XX, en nuestro país tenemos escasísimas
muestras del arte de Paúl Cézanne, a pesar de ser unos de los pintores
esenciales y más influyentes en la historia de la pintura de los últimos 150
años. Si queremos conocer su arte tendríamos que visitar el Museo del Quai D’Orsay
de Paris, el Metropolitan de New York o el Hermitage de San Petersburgo. Pero
tenemos la suerte de que en el Museo Thyssen de Madrid y hasta el 18 de mayo,
hay una maravillosa exposición dedicada a este gran pintor.
No es una exposición exhaustiva,
teniendo en cuenta que Cézanne a lo largo de 40 años creo en torno a 900
pinturas y cerca de 400 grabados, aunque una parte de ellos no los finalizó y
otros los destruyó. Tampoco es omnicomprensiva de su trayectoria, no hay nada
de sus primeros años, ni tampoco retratos, salvo uno, aunque magnifico,
(“Retrato de un campesino), ni autoretratos, ni
escenas de la vida en el ámbito rural. La exposición se centra sobre
todo en paisajes, en una decena de bodegones y en algunas escenas de bañistas.
Aun y así es una exposición para no perderse, eso sí sabiendo que hay mucho
publico a casi todas horas de todos los días.
Todo lo expuesto, incluyendo algún
cuadro de Derain, de Pisarro y de Gauguin, es formidable, precioso,
emocionante. Dan casi ganas de llorar de gusto contemplar esos verdes, esos azules,
esos paisajes, jardines, arboledas,
montañas, riachuelos, caminos, aldeas. O los bodegones, que a mi en general no
me suelen gustar, porque muchos de ellos los considero hieráticos, artificiales
y con poca capacidad de comunicación, sin embargo los bodegones de Cézanne son
sencillos, luminosos, vivos.
Cézanne fue una persona compleja, con
una vida familiar difícil (conflictos con su padre y su mujer), incomprendido y
rechazado durante muchos años por el público y la critica, lo se tradujo en un
progresivo aislamiento social, refugiándose en el sureste de Francia, en
L´Estaque (cerca de Marsella) y en Aix-en-Provence. Además pasó serias dificultades
económicas, solo superadas al morir y heredar a su padre y al empezar a
triunfar ya al final de su carrera artística. Lo que es la vida, el cuadro mas
caro de la historia en una subasta publica ha sido uno de los mas conocidos
suyos, “Los jugadores de cartas”, que se vendió en el año 2012 por nada menos
que 250 millones de dólares, pagados por la familia real de Qatar.
La pintura de Cézanne, como se puede
percibir en la exposición del Thyssen, evolucionó bastante a lo largo de su
vida creativa, y fue muy diversa, de manera que encasillarle como un pintor
impresionista es a todas luces reduccionista. Desde los primeros retratos y
escenas de la vida cotidiana de su primera década pictórica (entre 1860 y 1870),
todavía en la honda del realismo de mediados del siglo XIX, hasta los pintados en su ultima época, ya en
el siglo XX (entre 1900 y 1906) en los se vislumbran claros antecedentes de lo
que después sería el cubismo inicial o el fauvismo.
Su forma de pintar, sus pinceladas, la
utilización de los colores, de la luz, del espacio, son distintas a las de sus
compañeros impresionistas y en algunos momentos precursoras de los estilos
innovadores de la primeras décadas del siglo XX y se reflejó, p.e. en el éxito
que tuvieron sus exposiciones en los años anteriores a la
I Guerra Mundial en las dos capitales mas
inquietas e inquietantes del arte europeo de aquel tiempo, Berlín y Viena.
Con el paso de los años Cézanne despertó
un gran interés entre los pintores impresionistas y una creciente admiración de
los pintores que años después revolucionarían la pintura del siglo XX, entre
ellos Matisse y Picasso. De hecho el estilo de diversos cuadros de Cézanne
dedicados a bañistas o en los retratos que pintó en sus últimos años (“La mujer
azul” o “Retrato de Vallier”), se encuentran influyendo en la obra de Picasso de las dos primeras décadas
del siglo XX. Y al final de su vida, Cézanne unió al reconocimiento de otros
pintores y de la critica, el éxito de sus cada vez mas frecuentes exposiciones
y de ventas de sus cuadros.
Desde luego que hay muchas, muchísimas
razones, para visitar el Metropolitan de New York o el Quai D’Orsay de Paris,
pero aprovechemos que tenemos en Madrid una limitada aunque fantastica representación
con la firma de Cézanne. Quienes aun no habéis ido, saldréis encantad@s.
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