viernes, 25 de abril de 2014

LA REVOLUCION DEL 25 DE ABRIL EN PORTUGAL




El 26 de abril de 1974 muchos no nos podíamos creer las noticias que nos llegaban de Portugal. Esa misma tarde llenamos el tablón de comunicados de nuestro despacho de Españoleto 13, con recortes de periódicos que hacían referencia al “Movimiento de los capitanes” que estaba terminando con la dictadura salazarista.

Estaba ya muy cerca el 1 de mayo y entre nosotros comentamos lo estupendo que sería asistir a su celebración en una Lisboa recién liberada. Dado que ese día estaba convocada lógicamente manifestación en Madrid y cabía la posibilidad de que hubiera detenidos, no podíamos ausentarnos todos los abogados del despacho. Así que acordamos que irían Tomas Dupla, Julia Marchena, Nacho Salario y Emilia Graña. Y en el puente de San Isidro lo haríamos  Javier Sauquillo, Lola González Ruiz y yo.

Así fue. Volvieron transfigurados, entusiasmados, llenos de carteles y propaganda, contaban y no paraban.

La tarde del 14 de mayo, en el R-5 de Javier y Lola, nos fuimos, junto con Elena y con Javier  García Fernández “Panfle”. Viajábamos  apretados pero felices. La malísima, por aquel entonces, carretera de Extremadura, estaba llena de coches que iban a lo mismo que nosotros. Tardamos en conseguir un sitio para dormir, ya muy tarde y cerca de Mérida.

El cruce de la frontera era una autentica romería de coches de rojos españoles, que decíamos adiós a los carabineros y éramos recibidos con expectación por los guardia nacional portuguesa.

El campo del Alentejo estaba precioso. Verdísimo y cuajado de amapolas y otras muchas flores. Llegamos a Lisboa, conseguimos un Hostal en la zona alta a través de un amigo periodista de izquierdas, que desgraciadamente ya no recuerdo su nombre y nos fuimos a pasear por la ciudad. Estaba completamente empapelada de carteles de apoyo a la Revolución y de convocatorias de manifestaciones y mítines. La plaza del Rocío estaba abarrotada, la mitad portugueses y la mitad españoles. Llena de corrillos, de gente discutiendo, dando mítines improvisados.

Al día siguiente por la mañana fuimos a la sede del Partido Comunista Portugués, en un piso antiguo y destartalado, con un gran trasiego de gente entrando y saliendo, y que gracias a los contactos que llevábamos no tuvimos problemas para que nos dejaran pasar y hablar con ellos. Nos llenaron de folletos, de libros, de carteles, de pins y hasta de incipiente “artesanía revolucionaria” (aun conservamos una preciosa campesina de madera con una hoz y un martillo con el brazo levantado).

Esa tarde asistimos a un Mitin del PCP en una especie de Plaza de Toros cubierta, creo recordar que se llamaba el “Campo Pequeño”.  Aunque llegamos pronto y era muy espacioso, estaba hasta los topes. Lleno de carteles, de banderas. Había un gran entusiasmo y a la vez, fue algo que nos llamo la atención, una evidente preocupación y temor de que hubiera ataques de la extrema derecha o de antiguos policías de la PIDE. Todavía no se terminaban de creer lo que allí estaba pasando, como si estuvieran en un sueño y temieran despertar.

Hubo canciones, consignas, las intervenciones de dirigentes comunistas y el cierre por Álvaro Cunhal, que fue una apoteosis de enardecimiento de la gente. Todos hicieron referencia a España y saludaron a los muchos españoles presentes en el mitin, con gran alegría nuestra. De nuevo, cada vez que se oía un ruido raro, se producía un momento tenso, llamaban a la calma desde la tribuna y seguíamos.

En esos dos o tres días tuvimos tiempo para recorrer el Centro de Lisboa, coger un transbordador a Setúbal y ver sentados en las escaleras del Cais do Sodre las maravillosas puestas de sol. Compramos algún disco de los cantautores comprometidos con la Revolución, vinho verde y recogimos más folletos y carteles.

Cuando volvíamos en el coche, pensábamos que nos iban a requisar la ingente propaganda que traíamos en el maletero, imposible de camuflar. Al llegar a la frontera, con decenas de coches españoles, la policía ni se molestó en pedirnos el pasaporte, ni en registrar, nos hacían gestos, de “siga”, “siga”, no se si porque estaban todavía en estado de shock por lo que estaba pasando en Portugal o porque simplemente no querían complicarse el día. Durante tiempo tuvimos cubiertas las paredes de nuestra casa de Madrid con Carteles de la Revolución (hasta que los sustituimos por Carteles de la Campaña electoral del PCE en mayo de 1977).

Fue una primavera espectacular también en el campo extremeño y en la Vera. Paramos pasado Navalmoral de la Mata a hacernos fotos con las montañas de Gredos al fondo, todavía con nieve.


Es difícil explicar todo lo que nos aportó a la izquierda española la Revolución de los Claveles, tras la gran frustración de los tanques soviéticos en Praga y el golpe contra el Gobierno de Salvador Allende. ¡Por fin una buena noticia! Nos llenamos de alegría y de animo y albergamos durante algún tiempo la secreta esperanza de que en el ejercito español hubiera también un movimiento como el de Portugal. 

Las cosas después no fueron como esperábamos. En plena guerra fría no era fácil avanzar hacia un modelo de socialismo democrático. La izquierda portuguesa no fue capaz de establecer una alianza estratégica, el "Movimiento de las Fuerzas Armadas" se fragmento y la derecha, reconvertida, volvió a recuperar su fuerza. Cuarenta años mas tarde el pueblo portugués sufre una profunda agresión de "la troika" y de su propio gobierno. Pero muchos españoles siempre guardaremos el mayor respeto y el mejor recuerdo de la Revolución de Abril.

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