Todos los que el pasado día 22
participamos en Madrid en la
Marcha de la
Dignidad , pudimos sacar algunas conclusiones.
La primera y fundamental: la magnitud de
la concentración. Cientos de miles de
personas atiborraban el eje más ancho de la capital, desde antes de la Glorieta de Atocha hasta la Plaza de Colon.
La segunda. De nuevo estábamos juntas
varias generaciones. Jóvenes, maduros y mayores.
La tercera. La gran diversidad de la
gente presente. Miles y miles de banderas, carteles, pancartas y símbolos, reflejando la pluralidad de los
que no estamos de acuerdo con las políticas neoliberales del gobierno de
nuestro país, la diversidad de los agravios y recortes que estamos soportando.
La cuarta. El carácter democrático, tranquilo
y ordenado de la marcha durante más de 3 horas.
Y en esa multitudinaria, plural y
pacifica demostración, irrumpieron los violentos. Consiguiendo el objetivo mas
preciado para muchos de los destinatarios de la protesta: que esa noche y en días
sucesivos se hablara sobre todo de los actos de violencia y se mostraran casi
exclusivamente las imágenes del vandalismo. Mejor regalo, imposible. Cada
pedrada, rotura de cristales o ataque con palos, son miles de votos que irán en
mayo a las papeletas de la derecha. Así de claro y sencillo.
Es evidente que la policía no supo o no
quiso actuar de manera adecuada para aislar y controlar a los provocadores. No
se supo o no se quiso preveer la magnitud de los altercados. Además algunas de
las actuaciones policiales pudieron haber provocado reacciones de pánico
incontrolable de miles de pacificas personas. Pero, teniendo esto muy presente,
no puede servirnos de pretexto para atenuar la responsabilidad de aquellos que van a las manifestaciones con esos
monumentales palos, no para defenderse, sino para atacar.
No sé si una parte de los provocadores
violentos eran infiltrados de la ultraderecha o manipulados por servicios parapoliciales. Ese
es un argumento que a veces en la izquierda solemos utilizar. Pero
lamentablemente en la historia de nuestro país tenemos una larga tradición de
violencia de ultraizquierda que se remonta a principios del siglo XX, que
aunque haya sido muy minoritaria siempre ha resultado nefasta para el avance de
las ideas progresistas. En ese terreno la izquierda llevamos todas las de
perder. Por eso resultan inadmisibles algunas pancartas que se vieron o algunas
consignas que se gritaron en la marcha. No se puede hacer referencias a “la
dinamita”, ni en broma. Como tampoco se puede ir a las puertas de los Juzgados
a solidarizarse con quienes han sido detenidos con las manos agarrando palos y
piedras. O nos separamos radicalmente de ellos
y les condenamos y denunciamos sin tapujos, o pagaremos un coste.
Por otra parte resulta sorprendente que
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad sean incapaces de desarticular a esos grupos
violentos, a no ser que venga bien tenerlos por ahí sueltos haciendo fechorías,
esperando que sus acciones perjudiquen a la izquierda. Si se ha conseguido
desmantelar a un grupo terrorista súper clandestino como ETA, no creo que sea más
difícil hacerlo con los violentos urbanos de Madrid y Barcelona.
Dicho esto, la última y quizás mas
importante conclusión. Esa capacidad y esfuerzo movilizador no puede ni
perderse ni agotarse o deshilacharse en si misma. Hay que traducir esa fuerza pacifica
y democrática en la calle en fuerza en las urnas o de lo contrario servirá de
poco. Los gobiernos y las políticas se cambian con las urnas. Si el 25 de mayo
y en las posteriores elecciones autonómicas, locales y generales, sigue ganando
el PP, seguiremos cabreados, pero impotentes. Y este es un trabajo difícil.
Llevamos tres años en los que desde el malestar y la protesta, también se esta alentando
el antipartidismo, la antipolítica, el “todos la misma mierda son”. A ver como
revertimos esa animadversión hacia la política y conseguimos que vayan a votar.
Resulta descorazonador ver los datos de
las encuestas, por muy provisionales que sean y distantes que estén aun las
elecciones. IU ha tocado claramente techo. Y el conjunto de las “otras
izquierdas alternativas”, no llegan al 3%. Así vamos mal. Es dramática la
tremenda fragmentación de todos los que se sitúan a la izquierda del PSOE y su
incapacidad para ofrecer una propuesta común, de la que la dirección de IU
tiene cierta responsabilidad. Muchos prefieren ser cabeza de ratón a cola de león
(escribiré un próximo post sobre esta cuestión).
El 3 de abril los sindicatos europeos
van a salir de nuevo a la calle frente a la política neoliberal de la troika. Será
otra buena ocasión para manifestar nuestra protesta, antes de que empiece la
campaña electoral.
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