Conmemoramos este año el Día
internacional de la mujer trabajadora, con el peor balance de los últimos tiempos. Nuestro país,
que nos habíamos situado entre los primeros del mundo en cuanto avances
normativos y políticas de sensibilización social, estamos sufriendo un claro
retroceso.
Seis años de crisis económica han
golpeado sobre todo a las mujeres. Los recortes sociales en educación, sanidad,
atención a la dependencia, servicios sociales
o lucha contra la pobreza, tienen en las mujeres las principales
perjudicadas. Vuelta atrás en los progresos de hacer compatible la vida
familiar y laboral. Regreso a la necesidad de dedicarse las 24 horas del día a
los cuidados a la infancia, a los enfermos, a los ancianos dependientes, en
perjuicio de su vida laboral y social. Crecimiento de la pobreza infantil en
hogares monomarentales.
En los centros de trabajo se ha frenado
el todavía lento pero perceptible avance en igualdad de derechos laborales y
salariales. La precarización del empleo, la extensión del trabajo temporal o a
tiempo parcial, afecta de manera muy especial a las mujeres. Y tengámoslo muy
presente: menos derechos laborales hoy, serán muchas peores pensiones de mañana.
El encarecimiento de los procesos
educativos va a suponer un serio frenazo al incremento de la presencia de las
mujeres en la educación universitaria y por tanto el futuro acceso a un empleo
digno y de calidad. El deterioro de la sanidad publica, perjudica a las mujeres
mayores, que aunque viven mas que los hombres, tienen peor salud.
Los gravísimos recortes en prevención de
la violencia de genero y en la atención a las mujeres victimas, se traducirá,
mas bien antes que después, en un paso atrás en los esfuerzos, limitados, pero
evidentes, en generar un total rechazo social desde la adolescencia a la
violencia contra las mujeres y en el estimulo a estas para denunciar las
agresiones.
Y todo lo anterior se une la contrarreforma
en la regulación de la interrupción del embarazo, alentada por la jerarquía
episcopal, cuya última declaración de unos de sus miembros, comparando los
abortos realizados con nuestra guerra civil, resulta abominable.
Lo más tremendo es que todo ello esta
sucediendo en un momento en que por primera vez en la historia de España, muchas
mujeres están accediendo a puestos de alta responsabilidad política. Tenemos
una vicepresidenta del gobierno, que discreparemos de ella profundamente pero
no es una persona incompetente; las ministerios de Empleo y Sanidad están
desempeñados por Ministras, el de Empleo por primera vez en la historia de
nuestro país; algunas de las principales alcaldías de España y varias
Comunidades Autónomas las gobiernan mujeres; la presidencia del PP en el país
Vasco la ostenta una mujer, que ha dado muestras de evidente preparación política,
la
Secretaria General del partido del
gobierno la desempeña una mujer….etc. En otras palabras, la derecha ha ido por
delante de la izquierda en la efectiva promoción política de las mujeres.
Nunca las mujeres españolas habían
tenido tanta presencia en las instituciones políticas. Y a pesar de ello
asistimos a esa creciente involución en los derechos de la mujer. Lo que en
definitiva demuestra que para asumir las
políticas de genero no es suficiente con ser mujer, hay que tener, además, una ideología progresista y feminista.
Hoy, 8 de marzo, tenemos que salir una
vez más a la calle. E insistir, 35 años después de la aprobación de nuestra Constitución,
que sin igualdad de derechos entre hombres y mujeres no hay democracia digna de
tal consideración.
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