lunes, 10 de febrero de 2014

XIMO CASESNOVES: UN HOMBRE EJEMPLAR


En las calidas noches de verano en la replaza de nuestro secano de Bixquert,  después de cenar siempre había tertulia familiar. El primo Ximo nunca faltaba. Venía con su guitarra y tocaba y cantaba boleros, coplas, canción popular valenciana. El y mi padre se fumaban un horroroso y arrugado puro caliqueño y alguna vez un farias. Bebían una o varias copitas de un coñac que elaboraba mi padre. Casi siempre nos acompañaba el primo Manolo, así como el primo José Enrique cuando pasaba por Xativa y de vez en cuando alguna de mis primas, por supuesto además estaba mi madre. Como yo era el mayor me dejaban quedarme, al menos hasta las doce y media o una, en que me mandaban a dormir, aunque desde mi habitación, con la ventana abierta les seguía oyendo.

No solo cantaban. Hablaban mucho, desde luego en valenciano. De Xativa, de recuerdos del pasado y también de política, en la forma más o menos explicita que en aquellos primeros años 60 se podía hablar. Ximo era el más de izquierdas. Manolo socialista y nacionalista. Mi padre simpatizaba con Ruiz-Jiménez y su Democracia Cristiana. José Enrique y mi padre comentaban historias del Ministerio de Trabajo, donde ambas estaban destinados. Ni los niños ni las mujeres opinábamos. Ximo era menos extrovertido que sus hermanos  y que mi padre; hablaba menos, pero era rotundo en sus opiniones y convicciones. Todos eran católicos del II Concilio Vaticano y de Juan XXIII.

Ximo iba en moto. Como era bastante ligón, o al menos eso nos parecía a los demás porque nunca presumía de conquistador, algunas noches le veíamos moverse entre los secanos yendo con la moto a buscar a alguna de sus novietas, lo que divertía mucho a mi padre y algo menos a su madre, mi tía Adela.

Estuvo estudiando un tiempo en Madrid y a veces venía a comer a nuestra casa. Mi padre le tenía muchísimo cariño, la verdad es que se hacía querer fácilmente, entre otras razones porque trasmitía ser una muy buena persona. Ximo estaba tan identificado con la clase trabajadora, que en Semana Santa no pertenecía a la Cofradía de la Virgen de la Soledad como el resto de la familia, porque la consideraba de la "gente acomodada" de Xativa y estaba apuntado a otra mucho mas popular.

Con el paso de los años los compromisos políticos se fueron definiendo. Durante un tiempo coincidimos políticamente, dentro del variopinto panorama de la extrema izquierda. El era prochino y yo trotskista, así que estábamos de acuerdo en poner a caldo a “los revisionistas” del PCE. Había una clara complicidad ideológica, aunque no pudiéramos hablar mucho ni de forma muy abierta. Cuando en el Estado de Excepción de 1971, tras una redada de estudiantes comunistas en la Universidad,  me deportaron desde Madrid a Xativa, lo cual fue estupendo para mí en muchos aspectos, me acogió en su casa la tía Adela. Su lógica preocupación y desde luego la de mis padres, es que no me metiera en jaleos en Xativa. Ni me relacionara mucho con Manolo ni con Ximo.

Con Manolo hablaba todos los días en la Farmacia, donde iba un rato a ayudarles. Con Ximo era más difícil hacerlo. Así que él y su mujer, María Julia, me invitaban de vez en cuando a comer o a cenar a su casa y allí si que podíamos hablar sin ninguna limitación. Aunque para entonces ya me había convertido en “un revisionista”, seguíamos teniendo una gran sintonía. Alguna tarde me recogía en su moto y nos subíamos a charlar al secano de mis padres.

Como es normal, en Xativa antes o después todo se sabía. A mi padre yo le intentaba tranquilizar diciéndole que Ximo no era un extremista, sino que era un cristiano de izquierdas, lo cual era cierto. No coló. Ni tampoco las charlas con Manolo en la Farmacia. Así que mis padres me sacaron de Xativa y me mandaron a Gandia, pero esa es otra historia.

Al empezar a trabajar e independizarme de mis padres, deje de ir a Xativa de manera habitual. Aunque siempre que podía me daba una vuelta. Ejerciendo ya de abogado, me tocó defender ante el Tribunal de Orden Público a un sindicalista de USO, amigo y compañero de Ximo, en una redada de la que él se libró por los pelos; lo que nos dio la oportunidad para volver a estar en contacto. Años después, cuando nuestros niños eran pequeñitos,  pasábamos algunos días de verano en Xativa. Elena y María Julia congeniaron muy bien y los cuatro echamos algunas buenas charlas.

La democracia fue injusta con Ximo, como en general con muchos luchadores de la izquierda revolucionaria, que consideraban que los cambios necesarios para los trabajadores se habían quedado muy por detrás de sus aspiraciones. Afortunadamente para Xativa, Manolo fue su primer alcalde democrático. Ximo siguió fiel a sus ideas y nunca se resignó a que las cosas estuvieran así. Cada vez nos vimos menos, porque mis visitas a Xativa se fueron espaciando, pero siempre que hablamos la honradez, la coherencia, la modestia, le salían por los ojos y la boca.

Ximo tuvo la gran suerte de que su mujer siempre le apoyó, en los buenos y en los malos tiempos. Porque también la vida fue injusta con él. El deterioro de su salud le llegó demasiado pronto, aunque siempre tuvo el cariño de María Julia, de sus hijos y de sus hijas. La última vez que estuvimos con él, fue el pasado mes de abril en un homenaje de los socialistas valencianos a su hermano Manolo. Ximo estaba allí. Al día siguiente estuvimos un rato en su secano charlando; estaba animado, tras una paella con sus hijos e hijas. Era muy duro verle en la silla de ruedas, pero su mirada era la misma que cuando tocaba la guitarra en aquellas ya lejanas noches de agosto.

No sé si la gente de izquierdas, sus amigos y compañeros de Xativa y del País Valenciano le harán un homenaje. Sería un acto de enorme justicia para una persona ejemplar, del que toda la buena gente de  Xativa tendría que estar muy orgullosa.

No te olvidaremos Ximo.









1 comentario:

  1. Ni jo tampoc, sempre m'ha causat una grata impressió per la seua senzillesa. La meua mare, també que en pau descansi, em comentava de la profunda preocupació que tenien Ximo i Maria Julia per una societat millor i la cultura. Mai oblidaré les llargues caminades que realitzava diàriament des de casa fins a la feina - zona del Palasiet - i viceversa, faci fred o calor, ploga o faça sol, sempre anava a peu. Que descansi en Pau

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