Pocas cosas nuevas se pueden decir sobre
el derecho al aborto y en relación al proyecto de ley presentado por el
gobierno, aun y así dos o tres reflexiones al respecto.
Cualquiera puede compartir que la decisión
de tener un hijo es la mas importante que una persona puede tomar en su vida, o
al menos debería serlo por la trascendencia que ello tiene. Los hijos y lo
sabemos bien quienes ya somos muy mayores y tenemos hijos, son una
responsabilidad para siempre, desde que ellos nacen hasta que los padres mueren
e incluso puede trascender hasta después de la muerte.
Un hijo deseado es desde luego la mayor
fuente de felicidad para su madre y su padre, a pesar de las preocupaciones o las
obligaciones, el resultado solo puede valorarse como profundamente positivo. Un
hijo no deseado, por el contrario, es un grave problema, en primer lugar para
los padres, pero sobre todo para el hijo que seguramente no será feliz y estará
abocado a una existencia traumática, porque nadie puede ignorar que los
primeros años de la vida de una persona marcan y condicionan absolutamente su
desarrollo y por tanto su futuro.
Bastante complicada es la vida, al menos
de la mayor parte de la gente, como para encima nacer en un marco familiar o
unipersonal en el que no se es deseado.
Por ello, en mi opinión, uno de los
derechos más fundamentales de las personas y sobre todo de las mujeres, es el
derecho a decidir si quieren o no tener un hijo. Un derecho en el que no pueden
interferir otro tipo de intereses y desde luego ni la ideología ni los poderes públicos,
ni siquiera otros miembros de la familia, que podrán opinar pero no decidir.
Los poderes públicos y la familia tienen
la obligación de contribuir en la medida de lo posible a que no se produzcan
embarazos no deseados. La formación e información a los y las jóvenes en
materia de sexualidad es fundamental y a pesar de los notables avances que se
han conseguido en las ultimas décadas, todavía hay mucho desconocimiento en
chicos y chicas jóvenes sobre las relaciones sexuales. Todavía se siguen
escuchando argumentos e ideas sin ningún rigor científico, que no han sido
suficientemente aclarados ni por la familia ni por el sistema educativo. Todavía
se siguen produciendo muchos embarazos y no solo en chicas jóvenes, por
desconocimiento de las características de la relación sexual.
Las familias y los poderes públicos
deben facilitar, aunque sobre todo a los primeros les resulte incomodo, métodos
anticonceptivos accesibles y eficaces y a ser posible gratuitos, incluida la
llamada píldora del día siguiente. En definitiva la prevención a través de la
formación e información es el mejor camino para no tener que verse abocados a
un embarazo no deseado.
A partir de esa responsabilidad familiar
y pública en la prevención, los poderes públicos deben garantizar la mejor
respuesta sanitaria al hecho del embarazo no deseado. Ofrecer los medios del
Sistema Nacional de Salud para que la interrupción del embarazo se produzca en
las mejores condiciones, con el menor riesgo y previa información profesional y
científica (que no de otro tipo) sobre el proceso y consecuencias de la interrupción
del embarazo.
Es evidente que no se trata de fomentar una dinámica de “barra libre” o de práctica de abortos sin límites de ningún tipo. Por ello es necesario que exista una regulación legal, basada exclusivamente en principios de protección a la salud y no de otra índole.
Es evidente que no se trata de fomentar una dinámica de “barra libre” o de práctica de abortos sin límites de ningún tipo. Por ello es necesario que exista una regulación legal, basada exclusivamente en principios de protección a la salud y no de otra índole.
A este respecto creo que en España los
diversos gobiernos hasta ahora habían transitado un camino paulatino en la
regulación del aborto, en la que se había tenido en cuenta conjugar el derecho
de la mujer y el grado de aceptación social de la norma. No se hizo una política
por así decirlo vanguardista o a contrapelo de la opinión mayoritaria en la
sociedad. Por ello la regulación de 1985, que a muchos y desde luego a la
inmensa mayoría de las organizaciones feministas, nos pareció muy insuficiente
y limitada, pero también es cierto que era una manera de empezar y que ya se avanzaría
en el futuro, como así fue con la reforma posterior del gobierno de Rodríguez
Zapatero.
Esta última reforma, no lo olvidemos, todavía
despertó críticas, esta vez minoritarias, desde sectores del movimiento
feminista y más amplias desde los
sectores más conservadores de la sociedad española. Pero así como buena parte
de la derecha, incluido el PP, terminó
por asumir, implícita o explícitamente, la denostada ley socialista de 1985,
hay suficientes elementos de juicio para entender que la reforma de Zapatero,
una vez superado el fragor de la batalla política de su tramitación y aprobación
en las Cortes, había empezado a ser asumida por una parte de la derecha y del
PP.
De ahí que efectivamente no hubiera una
amplia demanda social para revocar esa última reforma y por ello han
surgido tan diversas voces y actitudes
en el PP desmarcándose, por activa o por pasiva, de la contrarreforma del
gobierno.
Y un último apunte. Quienes desde
posiciones ideológicas, religiosas, siempre respetables, se oponen con
rotundidad a la regulación del derecho a la interrupción del embarazo, deberían
en coherencia exigir con la misma firmeza al gobierno del PP que desarrollara
una política de apoyo a las familias, eficaz y efectiva.
Porque se da la cruel paradoja que en
España, como otros países del sur de Europa, la derecha política se llena la
boca de hablar en defensa de la familia y no se gasta un euro en programas,
equipamientos, ayudas, etc. para la familia. Por ejemplo, en garantizar la
atención de 0 a
3 años, o la universalidad de la educación pública de 3 a 6, o la ampliación de los
permisos para cuidado de hijos, o una política de vivienda que permita el
acceso a vivienda de alquiler a las familias jóvenes, la prevención, detección
precoz, tratamiento, rehabilitación y cuidados de los menores con discapacidad,
o las prestaciones económicas y un largo etc.
Es muy posible que si en España, mas allá
de la hipócrita verborrea, hubiera una autentica política de apoyo a las
familias, muchas mujeres reaccionarían de otra manera ante la realidad de un
embarazo inicialmente no deseado; es posible que muchas mujeres estarían mas
estimuladas a afrontar la fundamental tarea de traer un hijo al mundo, si
supieran que podrían cuidarlo en condiciones dignas.
En mi opinión estas y otras reflexiones estaban
en la cabeza y el corazón de quienes el pasado sábado nos manifestamos por las
calles de Madrid contra el proyecto de ley del gobierno y lo volveremos a hacer
el próximo sábado 8 de febrero.
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