Según se van acercando las elecciones
europeas se van incrementando los mensajes optimistas de que ya estamos
saliendo de la crisis. En España ese espejismo se esta fomentando aun mas,
dadas las sombrías perspectivas que algunos sondeos otorgan al PP.
Tan solo a las 48 horas de la clausura
de la Convención
de Valladolid, los malos datos de evolución del desempleo echaron un jarro de
agua fría a los discursos triunfalistas
de Rajoy, Montoro y Cospedal. Hasta el propio Presidente de Obama le tuvo que
recordar a nuestro Presidente que el principal problema de España seguía siendo
el altísimo nivel de paro.
No comparto la filosofía de cuanto peor,
mejor. Bien que me gustaría que estuviéramos saliendo de la crisis, aunque fuéramos
pilotados por un gobierno del PP. Por ello me alegra que haya descendido
sustancialmente la prima de riesgo, que el PIB esté empezando a crecer, aunque
sea milimétricamente, que se desacelere la destrucción de empleo o que el
Estado coloque la deuda publica a unos intereses cada vez mas bajos. Si una
coalición de la izquierda consigue gobernar y habrá que hacer lo posible para que
así sea, cuanto mejor esté la situación económica, mejor nos irán las cosas y
viceversa.
Ahora hay quienes echan mano de la
reciente historia y nos dicen que de la crisis de principios de los 70, de los
80 y de los 90, salimos con rapidez y el crecimiento llegó pronto y con fuerza. Algunos olvidan que la duración
e intensidad de esta crisis no tiene parangón con las de las ultimas décadas y
con bastante probabilidad la recuperación será mucho mas lenta.
Pero dejando a un lado, por el
momento, si estamos saliendo o no de la
crisis, lo que también tendremos que debatir es si al conjunto de la ciudadanía
nos sirve cualquier salida de la crisis. Porque es cierto que en estos durísimos
años ni a todos los países, ni a todos los sectores, ni a todos los colectivos
sociales les ha ido igual de mal e incluso ha habido a quienes les ha ido bien
y hasta muy bien.
No nos puede servir una salida de la crisis con empleo precario,
con temporalidad, sin convenios colectivos, con aun mayor poder empresarial, en
definitiva con los derechos laborales arruinados. Ni tampoco una sociedad con reducción
de las políticas de bienestar social, con un adelgazamiento generalizado e
injustificado de los servicios públicos y en definitiva con un incremento de la
desigualdad, de la pobreza y de la exclusión social. Ni desde luego seria
aceptable dirigirnos a una nueva fase de crecimiento basada en la economía
especulativa y en la sucesión de burbujas.
Esa salida no la quiero y supongo que la mayoría tampoco. Yo no deseo parecerme
a Singapur.
El gobierno ha estado viviendo durante
un tiempo de la ilusión de que el sector exportador jugaría un papel de motor
de la economía española. Desde luego es mucho mejor tener unas empresas
exportadoras competitivas, aunque no
olvidemos que una parte de esa mayor competitividad se debe a la caída de los
salarios y al deterioro de las condiciones de trabajo. Pero la experiencia nos
esta diciendo que la exportación tiene unos efectos muy limitados en la
creación de empleo y en la reactivación del consumo. Es mas, hay empresas
exportadoras pujantes que están reduciendo el empleo, como es el caso de
algunas del automóvil.
Ahora nos están construyendo un nuevo
espejismo: la reforma fiscal con una amplia reducción de impuestos. Nos quieren
convencer que menos impuestos es más empleo (y más votos pensaran Rajoy y
Montoro).
Vamos por partes. España esta muy por
debajo de la presión fiscal media de los países de la Unión Europea y en
consecuencia con un sector público y un gasto público sensiblemente inferior al
existente en los estados más avanzados de Europa. Es cierto que si se bajan algunos
impuestos y en especial el IRPF, como reacción
inmediata la gente que trabaja o percibe ingresos de diversa índole pública o
privada, va a tener mas liquidez, pero eso no se traduce automáticamente en que mejore su capacidad de consumo y su nivel
de vida.
Porque la rebaja fiscal, en un contexto de
todavía elevado déficit publico y creciente endeudamiento publico, supone menos
ingresos para inversiones públicas, para educación, sanidad, servicios
sociales, servicios públicos básicos, mantenimiento de equipamientos,
I+D+I….etc. Es posible que aumente el salario directo pero a costa de bajar los
efectos del salario indirecto y el diferido. Salvo…..salvo que el PP este
pensando en una profunda reforma fiscal progresista: incrementar la presión
fiscal a las empresas medianas y grandes, a los ricos, a las grandes propiedades,
a los profesionales liberales y autónomos con alto ingresos, persiguiendo el
fraude y la evasión, acabando con la ingeniería fiscal defraudatoria….etc.
Entonces, sí: podría ser compatible bajar la presión fiscal del IRPF y
selectivamente del IVA y mantener el estado de Bienestar Social y los Servicios
públicos.
Si el PP hace esa reforma fiscal, me
trago de inmediato lo escrito y les pido
disculpas por desconfiar de ellos. Pero me temo que va a ser otra ilusión óptica,
impulsada por necesidades electorales.
La recuperación económica tiene que
apoyarse en la activación del consumo privado,
mejorando los salarios y las prestaciones sociales y en un papel activo
de la inversión pública, contando con más ingresos fiscales. Si a estas alturas
esta todo inventado; cuestión distinta es que haya voluntad política para
seguir un modelo u otro para salir de la crisis.
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