viernes, 7 de febrero de 2014

LOS INMIGRANTES SIGUEN MURIENDO EN EL ESTRECHO


Hay noticias terribles que sin embargo, de tanto repetirse, pueden llegar a asimilarse como algo natural o al menos irremediable. P.e. los inmigrantes africanos que mueren al intentar entrar en Europa o mas en concreto en nuestro país.

Las imágenes de las pateras llegando a nuestras playas, de las mujeres y niños en una situación de hipotermia, deshidratados o quemados por el sol y el salitre, nos estuvieron acompañando todos los días en los veranos de los años del boom económico en España. Parecía que con la persistencia y gravedad de la crisis se estaba produciendo el fenómeno contrario, de vuelta a sus países de origen o de salida hacia otros estados europeos con mejor situación económica.

Efectivamente la entrada de inmigrantes ha disminuido y se están sucediendo las salidas, sobre todo de los hispanoamericanos, pero la presión, aunque menor, sigue existiendo y seguirá, a pesar de los evidentes avances económicos que se están produciendo en algunos países africanos y a pesar de las casi inexistentes posibilidades de encontrar trabajo en España o de que este sea mínimamente decente.

Tuve la oportunidad de seguir muy de cerca la presión migratoria en Ceuta y Melilla a finales de los años 90. Fueron tiempos dramáticos con cientos y cientos de subsaharianos subsistiendo en condiciones inhumanas y para los que el IMSERSO en tiempo record logró montar dos centros de acogida, realmente dignos. También conseguimos diseñar, con el  inestimable apoyo  de las ONGs y de Cruz Roja, una operación de paulatina salida de aquellos centros, encauzándolos hacia las zonas de la Península con mayores probabilidades de empleo y ofreciéndoles unas ayudas transitorias.

En aquel entonces éramos muy conscientes que aquel programa de acogida iba a perpetuarse y que incluso podrían quedar desbordadas las medidas que habíamos puesto en marcha. Con el respaldo de Amalia Gómez y de Manuel Pimentel, que apostaron sin lugar a dudas por estos programas de acogida, logramos que Gobierno y el Ministerio del Interior (Jaime Mayor Oreja) no utilizara como única política el amurallamiento para que no entraran y la expulsión de quienes lo lograban.

Tuvimos muchas y a veces muy duras discusiones con los responsables de Interior, pero mientras estuvieron Amalia y Manolo, los responsables de Interior aguantaron nuestros argumentos y aceptaron nuestros programas. Cuando Pimentel dimitió y pocos meses  después le seguimos Amalia y yo, Interior desplazó las políticas de acogida, atención e integración e incluso pasaron a ser de su competencia los Centros de Acogida de Ceuta y Melilla. En definitiva prevaleció la estrategia policial sobre la social, lo que caracterizó la segunda legislatura de Aznar y que desgraciadamente no se modificó en las dos siguientes de Rodríguez Zapatero.

Cuando en Ceuta y Melilla discutíamos con los representantes de Interior, todo su afán era blindar el perímetro de estas dos ciudades. Una muro cada vez más alto, con cada vez más alambradas, con cada vez más vigilancia por cámaras y por unidades móviles de la guardia civil, hasta que años después se llegó a las cuchillas supuestamente disuasorias. El gobierno confiaba que con presión y concesiones a Marruecos lograrían una mayor colaboración en el control de los subsaharianos, cuando es un secreto a voces que el gobierno de ese país lo que quiere es sobre todo quitarse de en medio a los miles y miles de subsaharianos que malviven y pululan  en las proximidades de las fronteras.

Los profesionales de los Servicios Sociales que había en Ceuta y Melilla, las ONGs, Cruz Roja y sobre todo el sentido común y el mínimo conocimiento del África Subsahariana, nos decía que era imposible impedir la presión migratoria, que frente a la desesperación no había muralla posible. Y así ha sido.

Sí, se les hace mucho más difícil entrar, pero se buscan nuevas vías y formas, las mafias de traficantes de inmigrantes arriesgan mucho más las vidas de “sus clientes”, los precios que estos pagan son aun más elevados. Pero ni a la tierra y mucho menos al mar se le pueden poner puertas.

No comparto la política que algunos defienden de abrir las fronteras sin mas. La avalancha migratoria crearía problemas difícilmente resolubles en España y en la mayoría de los países europeos, máxime en el contexto de una larga y profunda crisis, cuyas consecuencias en el empleo tardaremos bastantes años en superar. Pero tampoco creo que la única política posible sea la del blindaje de las fronteras, que se ha demostrado ineficaz y con frecuentes victimas mortales.

Es evidente que la única solución de fondo es el desarrollo económico y social  de África, a lo que contribuiría en cierta medida el reforzamiento de los programas de cooperación al desarrollo, hoy prácticamente abandonados por nuestro país y muy reducidos por la mayoría de los estados ricos del mundo. Pero el cambio de situación de África, que sin duda ya se esta produciendo paso a paso, tardara aun muchos años en ofrecer condiciones de vida dignas a sus crecientes poblaciones. ¿Y mientras tanto? 

Habrá que profundizar la lucha contra las mafias de traficantes, lo que no es fácil, ya que se extienden de manera muy porosa por todo el continente y con muchas complicidades corruptas. Habrá que mejorar unos protocolos de actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles en el control de las fronteras, para impedir que se produzcan daños en las personas y sobre todo riesgos mortales. Habrá que reforzar los medios y programas de acogida y atención en Ceuta y Melilla y en las costas de Andalucía y Canarias.

No se trata de inventar muchas cosas, los profesionales de los servicios sociales públicos y de las ONGs dedicadas a la solidaridad con los inmigrantes, así como solventes expertos que llevan trabajando en los temas migratorios desde hace años, tienen suficiente conocimiento y experiencia para ofrecer y poner en marcha otra estrategia de actuación ante la inmigración irregular.

Lo que es inadmisible es asumir como inevitable las muertes en el Estrecho. Si esta archidemostrado que la mera represión de los intentos de entrada no resuelven el problema, habría que diseñar y practicar otras políticas, aunque de un gobierno tan insensible con el dolor de buena parte de la ciudadanía de su propio país es difícil esperar que sea sensible al dolor y la perdida de los inmigrantes subsaharianos.  




No hay comentarios:

Publicar un comentario