Era una apuesta de alto riesgo. Las
huelgas de limpieza pública nunca son bien recibidas por la ciudadanía en
ninguna parte del mundo. Las imágenes de basura acumulada en las calles tienen
un gran impacto en la opinión pública. Además este es un sector tradicionalmente
no muy sindicalizado, con una patronal dura. Los medios de comunicación, salvo
contadas excepciones, en estos momentos no son precisamente favorables a los
sindicatos ni a las movilizaciones de los trabajadores. Si a todo ello añadimos
el contexto de más de medio millón de parados en la Comunidad de Madrid, había
muchas bazas para que una huelga indefinida, con un listón, tan justo pero tan
alto, como el de ni un despido y no a las rebajas salariales, no tuviera un
camino fácil.
Han ganado la lucha y lo han hecho muy
bien, más allá de algunas provocaciones de grupos muy minoritarias. Han sabido
explicar con claridad sus razones, sus pésimas condiciones de trabajo, la
codicia de las empresas que querían no solo despedir a casi 1200 trabajadores,
sino rebajar brutalmente los salarios. Como se suele decir la avaricia rompe el
saco. Los sindicatos y los trabajadores han conseguido que los medios de comunicación,
incluso los más favorables al PP, no se hayan puesto abiertamente en contra. Han encontrado apoyos solidarios
en el conjunto del movimiento sindical madrileño, en asociaciones vecinales y
en otros movimientos sociales. En el ambito político han contado con la simpatía
de IU y del PSOE y también de UPyD y hasta en las filas del PP ha habido gran
malestar por la manera en que ha conducido el conflicto la alcaldesa madrileña.
Ahora que esta tan de moda criticar a
los sindicatos hay que aprender de este ejemplo. Sin la capacidad movilizadora
y negociadora, especialmente de CCOO y
UGT, hoy los trabajadores de la limpieza de Madrid tendrían casi 1200
compañeros despedidos y una rebaja salarial que podría alcanzar hasta el 40%.
El sindicalismo de clase ha vuelto a demostrar que los dos carriles de la acción
sindical: movilización y negociación son imprescindibles para la defensa de las
condiciones de trabajo y para el mantenimiento del empleo. Que tan importante
es saber luchar como tener voluntad y capacidad para una buena negociación. Han
luchado bien, han negociado bien. Y han asumido sacrificios, pero preservando
el empleo.
Ahora además de felicitarles por los
resultados, la ciudadanía tenemos que sacar alguna conclusión de esta
experiencia. El movimiento sindical y la izquierda política llevamos mucho
tiempo alertando de las consecuencias de una desenfrenada carrera de privatización
de la gestión de determinados servicios públicos y de los perjuicios que antes
o después acarrea a la gente. Nos dicen que la nuestra es una postura
trasnochada y basada en una cerrazón ideológica de raíz marxista. No es cierto.
Personalmente creo que es perfectamente compatible la colaboración de la
iniciativa privada en la gestión de determinados servicios públicos, con
calidad del servicio y respeto de los derechos de los trabajadores.
Pero la calidad del servicio y el
respeto de los derechos no son posibles a cualquier precio. Nadie da duros a
cuatro pesetas y menos las grandes empresas. He tenido la oportunidad de
gestionar durante ocho años una institución pública, el IMSERSO, que tenía una amplísima
gama de actividades concertadas con la iniciativa privada lucrativa y no
lucrativa. Ni a mí ni a los excelentes y profesionales colaboradores que tenía
a mi lado, nunca se nos ocurrió suprimir o reducir la gestión concertada. Pero había
que tener las ideas muy claras de cómo hacer la concertación.
El objetivo de la concertación nunca
puede ser una obsesión compulsiva de reducir costes, sino de conseguir por una
parte medios humanos y materiales de manera inmediata, lo que desde el ámbito
publico no siempre es fácil de lograr y en segundo lugar disponer de unos
recursos mas flexibles y diversificados, lo que a menudo es mucho mas factible desde el ámbito y la normativa privada que
desde la pública.
Teniendo claro ese objetivo de
racionalización y optimización, de eficacia y eficiencia, de la prestación de
servicios públicos, el segundo paso es elaborar unos pliegos de condiciones
técnicas y administrativas, claros, suficientes, rigurosos, exigentes,
precisos, para que no quepa después lugar a dudas para su exacta aplicación. En
tercer lugar, una vez presentadas las propuestas hay que huir de las “bajas
temerarias” con la misma fuerza si cabe que de las “alzas codiciosas”. Una baja
temeraria o estratégica es pan para hoy y hambre para mañana, además es el
instrumento del que se sirven las grandes empresas para echar a las pequeñas y
medianas y si no que se lo pregunten a las empresas prestadoras de la Ayuda a
Domicilio que han sido barridas en Madrid por Eulen, Quavitae y similares.
Porque hay que tener muy presente que cuando las empresas poderosas con sus
bajas temerarias o estratégicas “limpian” un sector de competencia, la Administración
Pública concernida se queda en sus manos, sin posibilidad real de movimiento. Y
por ultimo hay que tener suficientes y constantes instrumentos de inspección y evaluación
para controlar la gestión concertada.
Todo esto que es de sentido común, lo aprendí
a las pocas semanas de estar en la dirección del IMSERSO y supongo que igual
que yo me enteré, se ha podido enterar Ana Botella, incluso mucho antes porque
para algo es funcionaria de alta cualificación desde hace muchísimos años.
Pero no, los neoliberales no buscan
racionalizar, optimizar, hacer eficaces y eficientes los servicios públicos. Se
guían, en este caso de forma evidente, por el radicalismo ideológico y por el afán
de favorecer los intereses del sector privado, al que tan estrechamente
vinculados están muchos de ellos. No voy a entrar en que haya otros intereses
fuera de la ley. Simplemente les pierde, como al Tea Party, su ideologismo
exarcebado y sus estrechas relaciones con sectores empresariales.
No estoy pidiendo que se revierta la gestión
privada de los servicios de limpieza. Estoy defendiendo que esa gestión privada
se realice desde otros muy diferentes parámetros que no sean la codicia
empresarial y el ahorro a toda costa de las arcas municipales. Madrid requiere
unas calles y jardines limpios y unos trabajadores con trabajo en condiciones
decentes. El grave déficit municipal ocasionado por los derroches de Ruiz Gallardón
no los tenemos que sufrir ni la ciudadanía ni los trabajadores.
La huelga de limpieza de Madrid y sus
resultados debería ser un motivo de honda reflexión para los y las madrileñas y
desde luego para todos los que siguen preguntándose para que sirven los
sindicatos.
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