Los resultados de las elecciones italianas requieren una reflexión
rigurosa por parte de los sectores progresistas, incluidos los españoles.
Mas allá de la aplicación de una ley electoral que prima descaradamente
a quien obtiene mas votos, que ésta vez ha beneficiado a la izquierda, lo
cierto es que Italia esta partida casi por la mitad con un cierto predominio de
la derecha. En uno de los países mas cultos del mundo, un mafioso y un payaso
han ganado las elecciones, aunque al final termine por gobernar la izquierda
con mayor o menor inestabilidad. Y para colmo, la opción centrista de Monti,
que algo había enderezado la economía italiana, queda en cuarta posición, por
detrás del payaso y el mafioso.
El éxito de Berlusconi es aun más significativo debido a la oposición que
su candidatura ha tenido de los poderes económicos de Italia, la Bolsa
incluida, el rechazo de las instituciones de la Unión Europea y las claras
reticencias del Vaticano y de la influyente Iglesia Católica italiana. Y lo de
Grillo con 8’7 millones de votos, solo se puede explicar desde el hartazgo y el
rechazo al sistema democrático, pero desde la derecha, es decir un voto que en
el pasado hubiera ido en buena medida al fascismo. En resumidas cuentas el 55%
de los votantes se han ido a la derecha y ¡vaya derecha!
Los resultados de Berlusconi son aun mas aterradores teniendo en cuenta
que no mostrado ninguna distancia o autocrítica por las prácticas de sus
anteriores gobiernos, no se ha cortado un pelo en su campaña de un populismo
neoliberal y hasta en el último día ha arremetido contra el poder judicial. No
es, por tanto, un voto engañado, sino muy consciente de a quien se vota. En
este sentido, seria interesante conocer adonde ha ido el voto de las mujeres
italianas y cual es el porcentaje que ha recibido Berlusconi. Como tampoco es
un voto engañado el que el que se ha llevado Grillo.
Una vez mas, a pesar de las ilusiones de la izquierda, una larga y
profunda crisis económica, social y política, no conduce de por si a la derrota
de los culpables de esa crisis, sino que acentúa las tendencias conservadoras
de una parte muy considerable de la población, la insolidaridad, el machismo,
la xenofobia, el individualismo y en definitiva la absoluta desconfianza de que
la izquierda pueda sacar el país de la crisis.
La izquierda italiana, a pesar de la seriedad de su candidato Bersani,
no ha sido capaz de ofrecer garantías a una sociedad fragmentada por la crisis,
la corrupción, la ausencia de modelos alternativos progresistas, el miedo a la emigración,
la extensión de las prácticas caciquiles que incluso han alcanzado a las
fuerzas de la izquierda, la pérdida de
valores morales que tenían amplios sectores populares sustentados en la conciencia
de clase fomentada en el pasado por los comunistas e incluso por los
socialistas.
La desaparición de la clase obrera tradicional, con una historia combativa
tan notable como la de los italianos e italianas, no se ha sabido sustituir por
amplias coaliciones sociales donde se sientan identificados y defendidos la
diversidad, pluralidad y complejidad de las sociedades postindustriales. Y la
ausencia de una alianza social progresista se sustituye por las promesas populistas
de Berlusconi y Grillo, que no prometen soluciones para todos, sino ventajas y
favores para cada uno que sepa aprovecharlo, el espejismo de la salida
individual de la crisis frente a la hipotética salida colectiva.
Veremos si Bersani atrae a Monti e incluso a sectores decentes del
centro derecha y logra una cierta estabilidad gubernamental. Los antecedentes
no son buenos, pero Italia se juega mucho.
¿Y nosotros? Yo creo que aunque las realidades son distintas y no se
repiten mecánicamente, el drama italiano debería hacernos reflexionar a la
izquierda española, sobre todo a quienes piden elecciones ya, incluso constituyentes.
No vayamos a vender la piel del oso antes de cazarlo. No confundamos la
capacidad de sacar gente a la calle con la posibilidad de ganar unas
elecciones. Aún nos queda mucho trabajo por delante para ofrecer una oferta
progresista, ilusionante, con voluntad de un gobierno unitario del conjunto de
la izquierda, con ideas de renovación democrática, de cambio económico y social,
protagonizada por caras nuevas que den confianza a la gente, especialmente a
los desencantados y a los hartos.
Que lo sucedido en Italia al menos nos sea útil a los españoles.
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