miércoles, 20 de febrero de 2013

MORTADELO Y FILEMON EN CATALUÑA




Hoy podría escribir sobre el debate del estado de la nación. Pero no. Prefiero hacerlo sobre la teladearaña  del espionaje en Cataluña,  la gota que colma el vaso de la estupefacción de la ciudadanía. ¿O habrá algo nuevo que eleve aun más el listón? Si no fuera un síntoma dramático de descomposición política, social y moral, podríamos pensar que estamos ante la reencarnación de  “Mortadelo y Filemón”, inolvidables personajes creados por el genial dibujante Ibañez.

Lo que se va conociendo, hace bueno aquel dicho de que la vida deja pequeñas las historias de ficción que vemos en el cine o leemos en las novelas. Muchos recordamos la divertida película de García Berlanga “Todos a la cárcel”, que en su día podía parecer una exageración y que hoy se nos antoja mas bien un tímido reflejo de la realidad. Todos espían a todos, incluidos a los propios compañeros de partido o de gobierno y hasta se espía a personas que poco tienen que ver con la vida política. Si a todo ello se añade las aventuras de la familia de Jordi Pujol con sus fraudes fiscales y sus trapicheos, podemos hacernos una idea de cómo esta el “establishment” de Cataluña.

Pero ¿cómo se ha llegado a esa situación? ¿Cómo es posible que actuaran con tanta tranquilidad o impunidad? ¿Cómo podían pensar que este espionaje antes o después no se iba a descubrir? En mi opinión por la creciente falta de ideología, de principios, en buena parte de la clase política, en este caso la catalana.

Los principios democratacristianos o socialcristianos que estaban en los orígenes de Convergencia i Unio, de sus fundadores y lideres en los años de la Transición, se han perdido, derrumbados por un único principio: “acaparar dinero”, “hacerse ricos”, a costa de lo que fuera y para ello mantenerse en el poder tejiendo redes de apoyo y complicidad en poderosos sectores empresariales, grupos mediáticos o intereses corporativos.

La involución de la Iglesia Católica tiene también relación con este vaciamiento ideológico de los partidos de inspiración cristiana; barridos los partidarios de la renovación del Concilio Vaticano II en la jerarquía y dominada esta   por el integrismo, solo les preocupa mantener privilegios en la educación, defender los recortes de los derechos de las mujeres o de las personas homosexuales y hacer la vista gorda con la corrupción o con las diversas formas de fraude.

Pero también hay una perceptible crisis de valores en la socialdemocracia. Desaparecidos o minimizados sus rivales comunistas, sin capacidad de crecimiento de las opciones verdes o ecologistas, se han dejado arrastrar por su soberbio convencimiento de ser la fuerza hegemónica de la izquierda y han compartido con la derecha la obsesión de que lo importante es “ocupar el poder” y lo secundario es para que se quiere el poder. Muchos dirigentes socialistas se han dejado seducir por el espejismo del crecimiento económico a toda costa, por la desregulación neoliberal y al final han terminado cayendo en prácticas semejantes a la derecha nacionalista. Las duras críticas de Beatriz Talegon a sus compañeros de la Internacional Socialista, son suficientemente elocuentes.

Así las cosas, si bien resulta imprescindible una regulación exigente en materia de transparencia de las organizaciones políticas (y también de las patronales y sindicales) y una rigurosa aplicación del Código Penal, esto es necesario pero no suficiente.

Tiene que producirse  un rearme moral e ideológico en la clase política, en la derecha y en la izquierda, o tras Mortadelo y Filemón, veremos las aventuras de émulos de la Familia Soprano, de Boardwalk Empire o The Wire.






 

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