viernes, 30 de mayo de 2014

EL GRECO Y TOLEDO: PARA NO PERDERSELO



En la historia de la pintura hay algunos artistas que podemos considerar como una excepción, Hieronymus Bosch -El Bosco-, Francis Bacon y El Greco, que pueden gustar o no pero a los  que no se les puede discutir que lograron un estilo profundamente propio, irrepetible, sin muchos antecedentes ni posteriores seguidores, aunque sin duda hayan influido de una u otra forma.

A mucha gente El Greco no les gusta, o bien por la temática muy mayoritariamente religiosa o por un estilo que escapa de cualquier definición, ni propio  del clasicismo del Siglo XVI que estaba terminando y tampoco del barroco del naciente siglo XVII. 

Como es conocido, en estos mismos días en la ciudad de Toledo se esta celebrando una magna celebración con motivo del Cuarto Centenario de su muerte. El público de nuestro país tenemos la gran suerte de poder acceder habitualmente a una parte sustancial de su obra, tanto en el Museo del Prado como en las Iglesias y Museos de Toledo. Pero hasta ahora no había tenido lugar una presentación tan amplia de su obra, concentrada sobre todo en el maravilloso Palacio de Santa Cruz.

A mí la obra del Greco en su totalidad no me entusiasma, hay cuadros que me encantan, otros que menos, en algunos encuentro sorprendentes muestras de genialidad y también hay cuadros que no me gustan nada. Pero en todo caso su pintura no me deja indiferente.

Esos colores brillantes, que en las pinturas restauradas adquieren una viveza espectacular; el efecto de profundidad que se percibe en algunos cuadros que parecen tridimensionales; esa tremenda distorsión de los paisajes y de los cielos; los tonos sombríos de paisajes y cielos en notable contraste con la luminosidad de la ciudad de Toledo donde muchos de ellos fueron pintados; la tristeza o rigurosa expresión de casi todos sus personajes; los forzados escorzos de muchos de sus cuerpos; la omnipresencia de ángeles revoloteantes; y en definitiva la sorprendente modernidad de bastantes de sus obras, producen un gran impacto cuando se recorren los  cuatro brazos de la planta baja del Palacio.  

No extraña que ni a Felipe II ni a algunos jerarcas de la Iglesia no les gustaran los encargos tal y como salían de su pincel. Eran obras para impresionar no para disfrutar serenamente en Iglesias o en Palacios.

La exposición en Santa Cruz esta muy bien diseñada, distribuida, explicada e iluminada, aunque algunos cuadros en altura tienen algunos reflejos que dificultan la buena visión y ciertos comentarios en torno a “lo visible y lo invisible” en la obra del pintor resultan excesivamente abstractos o eruditos, además, a pesar de las imponentes multitudes se puede visitar y disfrutar sin agobios.

Porque son inmensas multitudes las que recorren la ciudad y los distintos puntos de exposición, que aprovechan para compaginar la visita a la obra de El Greco y a una de las ciudades mas bellas y mejor conservadas de España.

Acompaño a este post las imágenes de dos de los cuadros que personalmente mas impresión me han causado, “La dama del armiño”, de una modernidad que parece pintada por los grandes pintores de la segunda mitad de siglo XIX o principios del XX y “El Martirio de San Sebastian” de un impactante belleza, de un sereno dramatismo. Y como estas dos pinturas hay otras muchas maravillosas.


Después de tantas semanas de intensa política y lo que nos queda (reflejada en los post casi monotemáticos de este blog), nada mejor que airearse un poco, disfrutando de la ciudad de Toledo y de los cuadros de El Greco, seguro que nadie se arrepentirá de aprovechar un día para empaparse de arte y cultura de belleza  indiscutible e irrepetible.  

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