domingo, 11 de mayo de 2014

LA UNION EUROPEA: NUESTRO PARAGUAS, NUESTRA PALANCA Y NUESTRO ALTAVOZ




Todos sabemos que la Unión Europea tiene por delante en los próximos años retos de enorme trascendencia. Estamos saliendo de la fase más aguda de la crisis y están pugnando dos modelos, el neoliberal y quienes pretendemos una salida solidaria y de cohesión social y territorial.

Vivimos en un mundo en el que se están reajustando los poderes políticos y militares tras el relativo impasse que se produjo después del desmoronamiento del bloque soviético; donde las grandes potencias  emergentes aun no han clarificado sus alianzas y alineamientos estratégicos, porque  mas allá de que formen un aparente bloque para disputar terreno a las potencias tradicionales, sus intereses son diversos; en el que África esta sometida a un complejo proceso de importante desarrollo conviviendo con extensas zonas de inmensa miseria; condicionado por los desafíos medioambientales que van a exigir cambios profundos en nuestras formas de vida y consumo; asistiendo a cambios tecnológicos que podrían o acrecentar el poder de las minorías  o hacer avanzar a las mayorías a unas condiciones de conocimiento, desarrollo y bienestar social desconocidos.

Y en ese tsunami de cambios, los y las españolas no podemos quedarnos tan tranquilos a verlas pasar. Nos guste o no estamos implicados, aunque solos somos una pequeña pieza en ese mundo globalizado. Afortunadamente tenemos un paraguas, una palanca y un altavoz que es la Unión Europea.

Un paraguas para protegernos solidariamente ante las tensiones y reajustes que se están produciendo y que nos podrían arrollar como pequeño país que somos. Una palanca para afrontar junto a otros los cambios y transformaciones que solos ni por asomo podríamos realizar. Un altavoz para defender nuestros intereses con la ayuda y respaldo de casi 500 millones de europeos.

La Unión Europea es, además de todo lo anterior, una garantía de vida democrática frente a las tendencias xenófobas, populistas, nacionalistas, reaccionarias, perseguidoras de los derechos de las mujeres o de las minorías.

A pesar de todo, no nos hagamos ilusas ilusiones. La Unión Europea no lo tiene fácil. Vamos a ser una pieza importante pero no la decisoria en el tablero mundial. Sin duda un referente de nivel cultural, de desarrollo económico y social, de convivencia democrática (con nada menos que tres generaciones que ya no han conocido la guerra, algo inédito en la mayor parte del mundo), de voluntad de cooperación de 28 estados…Sí, somos una referencia a la que aspiran miles de millones de personas, pero al igual que los viejos imperios cayeron y de muy poco les sirvió su poder económico, cultural o militar, la Unión Europea va a tener que esforzarse para mantener su modelo de sociedad y las condiciones de vida vinculadas al estado de bienestar social, incluso sus instituciones democráticas, que a pesar de los pesares y de las justas criticas que las hagamos, están a años luz de la mayoría de los Estados del mundo.

Necesitamos una Unión Europea democrática, activa, independiente, solidaria, cohesionada, con proyectos claros que afronte la creación de empleo de calidad; que sitúe la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible como una de sus prioridades; que diseñe un modelo energético eficaz, barato y limpio; que consolide, actualice y universalice los sistemas públicos de protección social; que garantice el acceso a una educación de calidad y que tenga en cuenta las demandas de competitividad en una economía globalizada; que fortalezca la I+D+I como motor de un nuevo modelo productivo; que luche contra la pobreza y la exclusión; que culmine la plena igualdad de derechos y deberes de hombres y mujeres; que respete la diversidad sexual; que estimule la integración de las minorías…

Un programa de modernización, cohesión, igualdad, exige instrumentos europeos de intervención económicos suficientes, ágiles, integrados, un presupuesto comunitario y unos Fondos de Cohesión muy, muy superiores a los actuales. Necesita erradicar las diversas formas de paraísos fiscales, fraude fiscal y economía sumergida, con una política fiscal progresiva y con unas bases comunes en los 28 estados. Una Unión Bancaria que asegure que nunca más el capitalismo especulativo y depredador va a repetir la catástrofe a la que nos han conducido numerosas entidades financieras.

 Es evidente que este es un camino nada fácil, pero no mas difícil que el reto de sentar en los años 50 a alemanes, franceses, italianos, belgas, holandeses y luxemburgueses, que tan solo diez años antes se habían estado matando por millones y arrasando salvajemente sus ciudades por segunda vez consecutiva en menos de 25 años. Se pudo conseguir porque hubo voluntad política y visión de futura. Algo que la actual mayoría conservadora de la Unión Europea no tiene, a diferencia de los demócratas cristianos que junto a los socialistas pusieron las bases de la Unión Europea.

Poder, si se puede. Hay que tener voluntad, decisión y coherencia política y por supuesto un fuerte apoyo democrático de una sociedad civil movilizada.

Y para ello necesitamos un Parlamento Europea con mayoría progresista, una Comisión Europea con iniciativa y un Presidente de la Comisión que sienta el respaldo de la ciudadanía para poner coto a los poderes económicos extrademocraticos.

El 25 de mayo con nuestro voto vamos a empezar a cambiar las cosas. No dejemos por activa o por pasiva que los que nos han puesto al borde del abismo sigan mandando en Europa.


  

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