martes, 3 de junio de 2014

REPUBLICA, MONARQUIA, CRISIS, POBREZA, GLOBALIZACION


Aunque en el último mes de mayo el paro registrado ha disminuido un poquitín, la cifra sigue siendo de 4.750.000 personas y si nos remitimos al paro estimado en la Encuesta de Población Activa, el número de parados estaría en 5.933.000 personas. Por otra parte, según datos recientísimos del Instituto Nacional de Estadística, siguiendo los criterios de medición de riesgo de pobreza establecidos por la Unión Europea, AROPE,  el 27’3% de la población española se sitúa bajo el umbral de la pobreza (8.114 euros/año hogar de una persona, dos adultos 12.171 euros, dos adultos y dos menores 17.030 euros), un 6’2% de la población española, 2.800.000 personas, sufren carencia material severa y en mas de 700.000 hogares no hay ingresos por rentas del trabajo ni por prestaciones públicas de protección social.

Estos son los más importantes y profundos problemas de la sociedad española y por lo tanto los que de forma ineludible y urgente deberíamos resolver. Estamos lejos, muy lejos de una salida de la crisis socialmente equilibrada, solidaria y que reduzca la creciente desigualdad.

En este panorama, por si fueran pocos y sencillos los problemas, surge el debate de si monarquía o republica, si referéndum, si reforma de la constitución, a sumar a los complejos problemas existentes en Cataluña y en el País Vasco.

Siempre he sido republicano, de izquierdas, porque hay que aclarar que hay muchos republicanos de derechas, no nos vayamos a equivocar. Considero que un  modelo de estado republicano es más coherente con un sistema democrático. Igualmente pienso que este no es un tema accesorio y la ciudadanía tiene todo el derecho a pronunciarse sobre qué forma de estado prefiere. Pedir un referéndum es plenamente legítimo. Como igualmente es plenamente legitimo plantear la reforma de la constitución o llenar las plazas de concentraciones a favor de la Republica.

Ahora bien, dicho esto, al menos la izquierda debemos dejar de agitarnos entre nosotros mismos. Ni estamos en el 14 de abril de 1931 ni Juan Carlos es Alfonso XIII. Debemos hacer un esfuerzo de reflexión estratégica, a la que estamos muy poco acostumbrados  (y así nos va) y evitar ser conducidos (y dirigidos) por comentaristas, tertulianos, twiters, etc. Y 

La primera pregunta que tenemos que hacernos, sin demagogia y previa lectura detenida, es si el pacto que hicimos y la Constitución que aprobamos en 1978 sigue siendo o no validos. Porque es inadmisible la frivolidad con la que a veces tratamos el texto constitucional, fruto, en mi opinión, de un profundo desconocimiento del mismo. Creo que es difícil, muy difícil, lograr una reforma constitucional que sea mas progresista que la de 1978, entre otras razones porque la derecha española hoy es mas conservadora que la UCD e incluso hay sectores del PSOE que son mas moderados que en 1978, además de la desafección de CIU que no se produjo entonces. El riesgo es que se produzca una reforma constitucional con tonos regresivos. Por tanto midamos mucho qué hay que reformar, qué pactos hay que configurar para lograr una mayoría cualificada y no abramos una reforma en canal que luego se nos atragante a la izquierda.

La segunda pregunta que tenemos que hacernos es si la monarquía constitucional, que es precisamente lo que tenemos en España, ha sido o no un obstáculo para el desarrollo político, económico y social de nuestro país. En mi opinión, no lo ha sido. Aquí los errores de fondo los han cometido los diversos gobiernos, no el monarca. Quienes han hecho políticas antisociales han sido partidos votados por amplias mayorías ciudadanas.  No tengo especial aprecio a  Juan Carlos, menos aun a la reina Sofía, tan conservadora ella. Pero no tienen responsabilidad en los problemas del país, más allá de meteduras de pata, errores y ciertos abusos. Así que para mí el problema no es la monarquía constitucional, sino que políticas se han aplicado desde la Moncloa y que leyes se han aprobado en las Cortes.

En tercer lugar, la provinciana izquierda española tenemos que abrir la ventana, asomarnos al exterior y pensar que mientras aquí nos enzarzamos en sabrosos debates sobre si son galgos o podencos, con reflexiones más propias del siglo XIX que del XXI, el mundo ahí fuera esta cambiando a una velocidad vertiginosa. China, India, Brasil, Indonesia, México, Nigeria, Sudáfrica, etc. están caminando a marchas forzadas para barrernos productivamente y arrumbar nuestro modelo social, económico e incluso medioambiental. Las grandes multinacionales y los grandes capitales circulan por el mundo y ni siquiera los tímidos esfuerzos de Obama o de la Comisión Europea consiguen un cierto control del capital globalizado. La desregulación del mercado laboral es el gran reto de los trabajadores de todo el mundo y aquí los del 15-M y aledaños confluyen con la derecha cuestionando a los sindicatos de clase, que son los únicos que pueden frenarla y revertirla.

Así que no tenemos otra cosa mejor que hacer que paralizar, dividir y entretener mas aun  a la sociedad española sobre si monarquía o republica, en lugar de abrir el debate sobre los retos que la globalización impone a España y a Europa. No hemos aprendido nada del estimulante debate que hubo en la campaña electoral europea sobre el machismo de Arias Cañete. Vamos camino a que nos vuelva a ganar la derecha.

Por último, la izquierda deberíamos mandar un claro mensaje al actual Príncipe de Asturias, de qué es lo que queremos de el y qué es lo que vamos a exigirle. Situar de manera nítida cuales van a ser las bases de su legitimación política, que en mi opinión se centran en tres compromisos: reforzamiento del funcionamiento democrático y erradicación de todas las formas de corrupción; lucha contra la desigualdad social, por el bienestar social y el medio ambiente; impulso de una nueva modernización del tejido industrial, las estructuras, servicios, dotaciones y recursos del país. Si el Príncipe va en esa línea, bienvenido sea.


  





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