Aunque en el último mes de mayo el paro
registrado ha disminuido un poquitín, la cifra sigue siendo de 4.750.000
personas y si nos remitimos al paro estimado en la Encuesta de Población
Activa, el número de parados estaría en 5.933.000 personas. Por otra parte,
según datos recientísimos del Instituto Nacional de Estadística, siguiendo los
criterios de medición de riesgo de pobreza establecidos por la Unión Europea ,
AROPE, el 27’3% de la población española
se sitúa bajo el umbral de la pobreza (8.114 euros/año hogar de una persona,
dos adultos 12.171 euros, dos adultos y dos menores 17.030 euros), un 6’2% de
la población española, 2.800.000 personas, sufren carencia material severa y en
mas de 700.000 hogares no hay ingresos por rentas del trabajo ni por prestaciones
públicas de protección social.
Estos son los más importantes y
profundos problemas de la sociedad española y por lo tanto los que de forma
ineludible y urgente deberíamos resolver. Estamos lejos, muy lejos de una
salida de la crisis socialmente equilibrada, solidaria y que reduzca la
creciente desigualdad.
En este panorama, por si fueran pocos y
sencillos los problemas, surge el debate de si monarquía o republica, si referéndum,
si reforma de la constitución, a sumar a los complejos problemas existentes en
Cataluña y en el País Vasco.
Siempre he sido republicano, de
izquierdas, porque hay que aclarar que hay muchos republicanos de derechas, no
nos vayamos a equivocar. Considero que un
modelo de estado republicano es más coherente con un sistema democrático.
Igualmente pienso que este no es un tema accesorio y la ciudadanía tiene todo
el derecho a pronunciarse sobre qué forma de estado prefiere. Pedir un referéndum
es plenamente legítimo. Como igualmente es plenamente legitimo plantear la
reforma de la constitución o llenar las plazas de concentraciones a favor de la Republica.
Ahora bien, dicho esto, al menos la
izquierda debemos dejar de agitarnos entre nosotros mismos. Ni estamos en el 14 de abril de 1931 ni Juan Carlos es Alfonso XIII. Debemos hacer un esfuerzo
de reflexión estratégica, a la que estamos muy poco acostumbrados (y así nos va) y evitar ser conducidos (y
dirigidos) por comentaristas, tertulianos, twiters, etc. Y
La primera pregunta que tenemos que
hacernos, sin demagogia y previa lectura detenida, es si el pacto que hicimos y
la Constitución
que aprobamos en 1978 sigue siendo o no validos. Porque es inadmisible la
frivolidad con la que a veces tratamos el texto constitucional, fruto, en mi
opinión, de un profundo desconocimiento del mismo. Creo que es difícil, muy
difícil, lograr una reforma constitucional que sea mas progresista que la de
1978, entre otras razones porque la derecha española hoy es mas conservadora
que la UCD e
incluso hay sectores del PSOE que son mas moderados que en 1978, además de la
desafección de CIU que no se produjo entonces. El riesgo es que se produzca una
reforma constitucional con tonos regresivos. Por tanto midamos mucho qué hay
que reformar, qué pactos hay que configurar para lograr una mayoría cualificada
y no abramos una reforma en canal que luego se nos atragante a la izquierda.
La segunda pregunta que tenemos que
hacernos es si la monarquía constitucional, que es precisamente lo que
tenemos en España, ha sido o no un obstáculo para el desarrollo político, económico
y social de nuestro país. En mi opinión, no lo ha sido. Aquí los errores de
fondo los han cometido los diversos gobiernos, no el monarca. Quienes han hecho
políticas antisociales han sido partidos votados por amplias mayorías
ciudadanas. No tengo especial aprecio a Juan Carlos, menos aun a la reina Sofía, tan conservadora
ella. Pero no tienen responsabilidad en los problemas del país, más allá de
meteduras de pata, errores y ciertos abusos. Así que para mí el problema no es
la monarquía constitucional, sino que políticas se han aplicado desde la Moncloa y que leyes se han
aprobado en las Cortes.
En tercer lugar, la provinciana
izquierda española tenemos que abrir la ventana, asomarnos al exterior y pensar
que mientras aquí nos enzarzamos en sabrosos debates sobre si son galgos o
podencos, con reflexiones más propias del siglo XIX que del XXI, el mundo ahí
fuera esta cambiando a una velocidad vertiginosa. China, India, Brasil,
Indonesia, México, Nigeria, Sudáfrica, etc. están caminando a marchas forzadas
para barrernos productivamente y arrumbar nuestro modelo social, económico e
incluso medioambiental. Las grandes multinacionales y los grandes capitales
circulan por el mundo y ni siquiera los tímidos esfuerzos de Obama o de la Comisión Europea
consiguen un cierto control del capital globalizado. La desregulación del
mercado laboral es el gran reto de los trabajadores de todo el mundo y aquí los
del 15-M y aledaños confluyen con la derecha cuestionando a los sindicatos de
clase, que son los únicos que pueden frenarla y revertirla.
Así que no tenemos otra cosa mejor que
hacer que paralizar, dividir y entretener mas aun a la sociedad española sobre si monarquía o
republica, en lugar de abrir el debate sobre los retos que la globalización
impone a España y a Europa. No hemos aprendido nada del estimulante debate que
hubo en la campaña electoral europea sobre el machismo de Arias Cañete. Vamos
camino a que nos vuelva a ganar la derecha.
Por último, la izquierda deberíamos
mandar un claro mensaje al actual Príncipe de Asturias, de qué es lo que
queremos de el y qué es lo que vamos a exigirle. Situar de manera nítida cuales
van a ser las bases de su legitimación política, que en mi opinión se centran
en tres compromisos: reforzamiento del funcionamiento democrático y
erradicación de todas las formas de corrupción; lucha contra la desigualdad
social, por el bienestar social y el medio ambiente; impulso de una nueva modernización
del tejido industrial, las estructuras, servicios, dotaciones y recursos del país.
Si el Príncipe va en esa línea, bienvenido sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario