martes, 3 de septiembre de 2013

LA TRANSICION DEMOCRATICA Y LAS MAYORIAS POLITICAS EN ESPAÑA






Este verano se han seguido publicando artículos diversos, algunos de personas muy respetables, que siguen cuestionando en profundidad nuestra Transición democrática.  A veces tengo la impresión de que cuanto más crispados y frustrados  nos sentimos por la situación política, económica y social de nuestro país, buscamos con mayor ahínco las causas en las concesiones que al parecer la izquierda y el centro izquierda hicimos en el proceso de democratización de España.

Un mensaje subliminal al respecto se puede resumir en que en 1977 pudimos hacer un cambio en profundidad y sin embargo nos quedamos a medio camino por las vacilaciones y los excesivos pactos de las fuerzas progresistas. Esta relectura de la Transición podría quedarse en un mero debate teórico-histórico, si no fuera por las evidentes derivadas que tiene en como afrontar y salir de la situación actual.

Así que con permiso de la paciencia de los lectores de este blog, ahí va un post bastante mas largo de los ya habitualmente largos, que sirva para comenzar el nuevo curso político con ganas de polémica, ya que de antemano aviso que para algunos lectores no será  muy correcto políticamente.

Una parte de la izquierda española sigue anclada en una visión irreal de la sociedad de nuestro país y confunden sus opiniones y deseos con los del resto de la ciudadanía y este error de apreciación lleva a diseñar una política equivocada. En mi opinión ya va siendo hora de que toda la izquierda española asuma            que la mayoría de nuestro país no es de izquierdas, por supuesto que tampoco de derechas. Todos los estudios realizados en los últimos 30 años, sitúan la mayoría ideológica en un moderado centro-izquierda, algo que el PSOE supo perfectamente entender en 1977 y sobre todo en el año 1982, lo que le permitió arrasar en las urnas.

Esta realidad es una constante en la historia del siglo XX. Aunque hay una parte de la izquierda que parece tener alergia a estudiar en profundidad esa historia. Los de mi generación, cuando éramos adolescentes, rechazábamos y con toda la razón, la lectura de la historia reciente que nos inculcaban en la enseñanza del franquismo y por eso aceptamos sin mas los análisis de trazo grueso que la izquierda tradicional hacia de los dos primeros tercios del siglo XX. En cuanto a los jóvenes nacidos y educados en la democracia, se les ha enseñado, poco, poquísimo, casi nada, de la historia del Siglo XX. Y unos se han quedado anclados en referencias simplistas y otros en el más puro desconocimiento.

Afortunadamente en los últimos años excelentes historiadores han profundizado en ese dramático  siglo XX español. ¿Y que nos dicen? Que la sociedad española ha estado siempre partida casi por la mitad en dos grandes bloques, uno progresista y otro conservador, con fuerza muy equivalente.

Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, a pesar del triunfo republicano en las grandes ciudades, no supuso en la totalidad de los votos una clara mayoría republicana. Es evidente que en los pueblos había unas redes caciquiles mucho mas dificiles de evitar que en las ciudades, pero aun y así, la mayoría de los españoles (las españolas no podían votar) no se pronunció a favor de la Republica. Sí en cambio en las siguientes elecciones constituyentes, en las que el bloque republicano estrechamente unido ganó claramente, frente a una derecha desunida y desmoralizada tras la huida de Alfonso XIII. En las elecciones de 1933, pasó lo contrario, la derecha fue unida y los republicanos desunidos. Ganó la derecha, pero no por goleada, aunque el sistema electoral premió a las candidaturas unitarias de la CEDA. En febrero de 1936, el Frente Popular, recuperando la unidad republicana y con el voto anarquista, ganó, pero igualmente no por goleada, sino con unos resultados  bastante ajustados, beneficiándose de nuevo de un sistema electoral favorable a las listas unitarias.

En cuanto a la guerra civil, tema todavía tabú donde los haya, dejando muy claro el desequilibrio militar entre la España republicana y la franquista, la enorme diferencia de ayudas internacionales económicas, políticas y militares, de quienes defendían la legalidad y quienes se alzaron contra ella, lo cierto, nos guste o no, es que la derecha que se alzó tenia amplias y sólidas bases sociales, que se fueron incrementando a lo largo de la guerra, muy en especial  por la tremebunda persecución religiosa que sectores de la izquierda realizaron, echando en los brazos de Franco a una parte de la burguesía republicana, que defendían la legalidad pero que eran católicos.

Y tampoco una parte de la izquierda ha sido capaz de analizar con rigor los efectos, por un lado  de 40 años de propaganda franquista y por otro del crecimiento económico de los años 60 y 70, que permitió el surgimiento de unas nuevas clases medias, que si bien podían estar a favor de la democracia no compartían una concepción progresista o de izquierdas.

Por ultimo, un sector de la izquierda, ante la terrible realidad del ocultamiento de la represión franquista durante la guerra y durante una larguísima posguerra, aplastados por la perdida de la Memoria Histórica en la represión de los republicanos, no han valorado los efectos que la represión republicana, por supuesto muy diferente cuantitativa y cualitativamente a la franquista, pero represión al fin y al cabo, ha causado en la memoria de cientos de miles de familias de la derecha y centro derecha de nuestro país que la sufrieron y han transmitido de padres a hijos.

Los muy limitados resultados del PCE en 1977, tras una heroica resistencia durante tres décadas y una inteligente política en los años 70 que le permitió impulsar y protagonizar las movilizaciones sociales y las alianzas políticas por la democracia, tienen mucho que ver con el anticomunismo feroz de 40 años de dictadura, pero también con la imagen de que una parte de sus candidatos comunistas venían de la guerra civil. Fue injusto con un partido, que a pesar de sus errores indudables, fue el que junto con Azaña y Negrin más y mejor trabajó por la defensa de la legalidad y del orden público y por organizar un ejército en condiciones; pero así son las cosas.

Por tanto, por mucho que algunos quisiéramos, en 1977 no era  posible “darle la vuelta a la tortilla”. Ni la derecha ni la izquierda podíamos imponer nuestros objetivos a la otra parte. Lo único posible era llegar a un pacto y eso es lo que hicimos. Un pacto, que dicho sea sin triunfalismos, a la postre recogió muchos mas reivindicaciones de la izquierda que de la derecha: construcción autonómica, igualdad de genero,  derechos civiles, supeditación del ejercito al poder político, estado de bienestar y un largo etc. La Constitución de 1978 no solo es mucha mas progresista que la de 1931, sino que es de las mas progresistas del mundo.

Un pacto realista, con concesiones, p.e. a la Monarquía o a la Iglesia Católica, pero con avances impensables  a principios de los años 70. Desvalorizar esa transición, no solo es injusto y poco riguroso, sino también una forma masoquista de enjuiciar la gran capacidad que tuvo la izquierda para convencer a la derecha de que aprobase la Constitución.

Cuestión bien distinta es que después una parte de la izquierda, los socialistas, no haya aprovechado sus muchos años de gobierno para hacer mas y mejores cambios y la otra parte de la izquierda, los de raíz comunista, no haya sido capaz de convencer a una parte mayor del electorado para que les dieran su apoyo y su voto.

Ahora podríamos estar a punto de cometer el mismo error de apreciación que cometimos los comunistas en 1977, cuando veíamos nuestros mítines a rebosar y pensábamos que íbamos a conseguir tantos o más diputados que un PSOE desaparecido durante largo tiempo. Podemos hacernos la ilusión de que España se ha vuelto anti PP, la derecha se ha desmoronado y la izquierda alternativa va a arrasar en las urnas. No, la inmensa base social de la derecha esta ahí y no va a desaparecer por muchas manifestaciones que les hagamos, un fin de semana sí y otro también. Lo más que podemos conseguir es atraer a los sectores más centristas, como hizo el PSOE en 1982, a la vez que tiramos de los abstencionistas de izquierda.

Tenemos que aprender de nuestra historia. Las izquierdas han triunfado electoralmente cuando ha logrado atraer al centro y a los abstencionistas. No se trata de descafeinar nuestras propuestas de transformación para atraer a una parte del centro. Se trata de ganar la batalla de las ideas y convencerles de que nuestras propuestas y nuestras candidaturas son la mejor garantía de progreso cívico y bienestar social

Esta no es la hora del triunfalismo, sino de diseñar una estrategia realista, unitaria, ilusionante. Y esto pasa, también, por reivindicar y hacer nuestro el legado de la Transición que tanto cambio nuestro país para mejor. Tendría gracia que ahora fuera la derecha la que se apropiara en exclusiva de la Constitución y fuera una parte de la izquierda la que renunciara a ella. Mayor error político no podríamos cometer.


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