Al mediodía del 6 de septiembre
de 1970, en la piscina Murta de Xativa, apurando ya el final de las vacaciones,
estábamos mis amigos Jesús Fernández de la Vega, Javier García Fernández
(Panfle) que pasaba unos días en mi casa, Inés Sifre, mi hermana Elisa y yo y
no estoy seguro si también Carmina Amorós y Ricardo Reig. Nos encontrábamos pletóricos por el triunfo de
la candidatura de la Unidad Popular y de Salvador Allende en Chile, que acababa
de confirmarse esa misma mañana. Pero Jesús
nos echo un jarro de agua fría, cuando con ese tono sarcástico que le
caracterizaba, dijo “no le dejaran gobernar y antes o después le echarán con un
golpe de estado”. La verdad es que no le quisimos creer. Chile era distinto: el
ejercito era constitucional, la Democracia Cristiana era moderadamente
progresista, había ya unas clases medias, el Partido Comunista era muy
responsable y poco dado a las aventuras…
En aquel momento Jesús, Javier, Elisa y yo, nos habíamos alejado de las
posiciones izquierdistas y trotskistas
que habíamos mantenido hasta hacia poco y estábamos ya en la orbita del PCE y
la cuestión de la vía democrática al socialismo andaba en el centro de nuestras
discusiones.
Tres años después seguimos con terrible angustia el golpe. En la sala
de espera de nuestro Despacho Laboralista de Españoleto 13 llenamos el tablón
de anuncios de recortes de prensa. Al terminar la consulta del miércoles 12 de
septiembre y ante la depresión general, Javier Sauquillo nos animaba diciendo “no
os preocupéis el General Prats al frente de unidades leales y con el apoyo de
columnas de trabajadores armados se dirige a sofocar la rebelión y en cuestión
de horas se habrá acabado”. Todos quisimos creerle.
La verdad es que con el golpe militar y la muerte de Allende se abrió
entre nosotros un fuerte debate. Como sucedió también en numerosos sectores de
la izquierda. Hubo quienes se reafirmaron en sus posiciones de izquierdismo
radical: “no había nada que hacer con la vía democrática al socialismo, sí en
Chile donde había las mejores condiciones no ha sido posible, es que no es
posible en ninguna parte”. Otros iniciamos una lenta y sin duda traumática reflexión,
estimulada y a veces asustada por los debates y propuestas de Berlinguer y el
Partido Comunista Italiano. que alumbraban el “compromiso histórico” en Italia
y con carácter mas general el “eurocomunismo”.
Para la izquierda comunista no era fácil asumir las ideas de Berlinguer
de ofrecer un pacto estratégico a la democracia cristiana, o dicho de otra
forma “al centro derecha”, después de la actitud de Frei y de la mayoría de la dirección
Demócrata Cristiana en Chile, estimulando o al menos aceptando el golpe
militar. ¿Y con esa gente había que caminar en un proyecto estratégico de
futuro? A pesar de los pesares, a pesar de que Berlinguer murió sin lograr la
plasmación de ese “compromiso histórico”, al que se encargarían de herir de muerte
las Brigadas Rojas y diversos servicios secretos con el asesinato de Aldo Moro
y “la estrategia de la tensión” con el terrorismo de extrema derecha, el
dirigente comunista italiano tenia toda la razón.
Sin una amplia mayoría política y social no se podían abordar reformas
en profundidad para ir paulatinamente transformando la sociedad capitalista.
Ganar las elecciones era necesario pero
no suficiente. Había que trazar amplias alianzas. Es lo que no se consiguió en
España con la II Republica y lo que no logró Allende con el Gobierno de la
Unidad Popular.
Con una sociedad partida por la mitad no es posible cambiar en
profundidad las condiciones económicas y sociales de un país. Sin los ejemplos,
que no conoció, de la guerra civil española ni del golpe chileno, Antonio
Gramsci en la cárcel lo vislumbró claramente: había que conseguir la hegemonía
social para el cambio y ello no fue posible ni en España ni en Chile.
Como Azaña en España, Allende en Chile no logró controlar los tirones
de los sectores mas radicales del Partido Socialista y del MIR, no valoró
suficientemente los efectos en las clases medias del deterioro del orden
publico o de algunas huelgas (fomentadas al igual que en la España de 1936 por
sectores extremistas de la derecha y de la izquierda), tardó mucho en
convencerse que los altos mandos del ejercito se estaban pasando mayoritariamente
al golpe y en definitiva no logro arrancar de la dinámica golpista a un sector
de la Democracia Cristiana que hubiera sido decisivo para consolidar la situación
política y contrarrestar la desestabilización fomentada por Nixon y Kissinger .
Desde luego es mas fácil analizar las cosas a tiempo pasado, pero
desgraciadamente el gobierno de la Unidad Popular, como el de Manuel Azaña
tenia demasiados y poderosos enemigos y muy pocos amigos.
El golpe militar fue una sacudida tremenda para todos nosotros. Y por
otra parte ¿quien me iba a decir aquella mañana en la piscina de Xativa, que 40
años después mi hijo Javier iba a hacer su tesis doctoral sobre la represión
militar a las mujeres chilenas, que tendría una nieta medio chilena y que
terminarían por irse a Chile porque en España no conseguía trabajo?
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