jueves, 12 de septiembre de 2013

DESPUES DE LA DIADA: CONSTRUIR UN FUTURO DE ESPERANZA PARA CATALUÑA Y ESPAÑA




Que la Díada ha sido un éxito es algo evidente y sobre todo esperable. La dinámica abierta en Cataluña hace dos años, esta muy enraizada y  no parece que vaya a cambiar. La cuestión es qué hacemos los demás ante esa realidad de que una parte muy importante de la ciudadanía catalana es favorable a la independencia, con todos los matices que se quiera, pero independencia y no por capricho sino porque no ven un futuro esperanzador dentro de España.

El gobierno de Rajoy, como en tantas otras cosas, esta a la espera. Cree que las fuerzas conservadoras catalanas y en especial los grandes empresarios terminaran por reaccionar y le pararan los pies a Artur Más. Y para ayudar un poco, el PP le esta poniendo las cosas difíciles financieramente al gobierno de CIU, que sigue recortando y recortando las políticas sociales, a ver si el descontento social obliga a Mas a dialogar con el PP.

Y la izquierda no sabemos muy bien que hacer, así de claro. El PSOE, que antes del verano presentó una propuesta de un modelo federal para España, que podría ser una base de negociación muy sensata, sin embargo se encuentra con el culo al aire por la inconsistente situación del Partido Socialista de Cataluña (dividido, sin iniciativa política, con una parte de sus dirigentes históricos en desbandada o pasándose a las filas nacionalistas, otros dirigentes  imputados en diversos escándalos o, como el caso de Narcis Serra, dando un malísimo ejemplo de corruptela).

IU tampoco esta cómoda. Cayo Lara, acallando a sus bases y dirigentes mas centralistas, apoyó hace unos meses la propuesta de la consulta para decidir y ha intentado no despegarse de forma visible de Iniciativa per Cataluña-Els Verds. Sin embargo la deriva cada vez mas independentista que estos están adquiriendo, acomplejados por ERC, hace difícil seguirles por ese camino.

La verdad es que no lo tenemos fácil.

La movilización social a favor del derecho a decidir y los que además apuestan por la independencia, reflejan un amplio y profundo sentimiento de frustración, agudizado por la crisis económica y no perciben desde el conjunto de España señales de querer buscar una solución compartida. Y tienen sus razones. Los mensajes que les llegan van desde el boicot a los productos catalanes a considerarles insolidarios, peseteros…Muy pocos o ninguno lo son en clave positiva.

Por mi parte, como viejo marxista, no soy nacionalista, en todo caso internacionalista o mejor dicho “globalizador”. Miguel de Unamuno, personalidad muy especial y muy centralista, dijo hace mucho “que el nacionalismo se cura viajando” y no voy a decir que estoy de acuerdo con el, pero la primera vez que CCOO me envio a una reunión de trabajo en un Comité de la Unión Europea en Bruselas, se me cayeron para siempre bastantes esquemas y me descubrieron que se estaba construyendo otro mundo, en el que los tradicionales estados-nación iban a tener cada vez menos  espacio.

Pero el que consideremos el nacionalismo un sentimiento propio del mundo del siglo XIX y ajeno a los retos del mundo del siglo XXI, no arregla las cosas. Sobre todo cuando una parte de la población se considera históricamente maltratada o despreciada y sus señas de identidad perseguidas o ninguneadas y motivos haberlos, haylos.

Por eso la izquierda tenemos que andar por el filo de la navaja. Respetar al máximo el sentimiento nacional de cada pueblo, reconocer su pleno derecho a decidir y en su caso a la independencia, y a la vez poner de manifiesto las limitaciones que tiene la opción nacionalista en nuestro tiempo.

Ese debe ser nuestro terreno de juego. Combatir políticamente la utilización oportunista del sentimiento nacional en beneficio de los intereses de poder de los  grupos políticos y económicos dominantes. Las clases trabajadoras, las clases medias, nunca han sido objeto de preocupación de las políticas de los gobernantes nacionalistas. Artur Mas es tan neoliberal como Esperanza Aguirre, aunque sea mucho mas educado y refinado. El Consejero de Finanzas de la Generalitat no se diferencia de Montoro ni la de Sanidad de Ana Mato, ni el de Enseñanza de Wert. Son los mismos, con distintas banderas.

Los trabajadores y las clases medias catalanas en una Cataluña independiente, en el caso de que entraran en la Unión Europea (que antes o después lo harían), pintarían mucho menos que ahora y estarían mucho mas solos para defender sus intereses.

El debate que deberíamos intentar abrir en Cataluña es qué futuro podemos construir juntos los trabajadores españoles y catalanes, las clases medias catalanas y españolas. No es debatir sobre cuestiones abstractas de legalidad o legitimidad. Sino de qué  modelo de sociedad queremos, de cómo lograr la mejor  integración en Europa, de cómo potenciar de manera conjunta las posibilidades económicas, sociales, educativas, investigadoras, culturales, etc. de España y Cataluña, de qué empleo podemos crear para los jóvenes parados catalanes y españoles.

Ese es el marco en el que desde el respeto a la diversidad podemos conseguir  una vía de encuentro. Y ese debate lo tiene que protagonizar la izquierda española y la izquierda catalana. No podemos dejárselo a Mas y a Rajoy, porque o nos llevan a un callejón sin salida y de ruptura irreversible o nos llevan a un apaño de financiación  entre elites políticas y económicas a costa de los de siempre.

Estamos a tiempo de enderezar la situación, pero no nos equivoquemos, el objetivo no es “conseguir llevar a los díscolos catalanes al redil español”, el objetivo es un pacto para construir un futuro de prosperidad, justicia social y bienestar social, de respeto a la diversidad cultural, en que la nos sintamos cómodos conviviendo en un mismo Estado los Catalanes y el conjunto de los Españoles.

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