viernes, 27 de septiembre de 2013

FRANCISCO: UN PAPA REFORMISTA




El peso cuantitativo y cualitativo de la Iglesia Católica en el mundo de hoy es indudable, por ello a nadie le puede resultar indiferente quien sea su máximo representante, el Papa. No fue lo mismo Pío XII que Juan XXIII, ni Pablo VI que Juan Pablo II o Benedicto XVI que Francisco.

La Iglesia Católica tiene un gran pluralismo entre sus miembros y no podía ser de otra manera cuando hay varios cientos de millones de fieles. Cada país, cada tradición cultural, cada Conferencia episcopal, incluso cada orden religiosa tiene sus peculiaridades, algunas muy marcadas. Pero por encima de ese pluralismo, la influencia del Papa es decisiva.

Que la vertiente institucional del Catolicismo requería un profundo cambio para situarlo en mejores condiciones de cumplir su papel en el mundo del siglo XXI estaba fuera de duda y la mayoría de los cardenales del reciente conclave parece que lo tenían claro, al menos los de los continentes donde el Catolicismo tiene que relacionarse con la presencia de otras creencias de fuerte implantación. La elección de Francisco buscaba dar respuesta a esa perentoria necesidad.

Son pocos los meses que llevaban desempeñando sus funciones, pero resultan evidentes los aires de renovación que trae, en lo formal y también en cuestiones de fondo. Para empezar el nombre, tomando como referencia a uno de los impulsores de una propuesta de  renovación de la Iglesia Católica en la Edad Media, Francisco de Asís. Ese gesto se ha visto seguido rápidamente por numerosas actitudes en la más pura línea de aquel religioso, enlazando con los movimientos de la Iglesia de los Pobres que tanto arraigo tuvo en Iberoamérica y en otros lugares del Tercer Mundo en los años 60 y 70 del siglo XX.

Sus mensajes en relación a los efectos de la crisis económica, en contra de la intervención armada en Siria, a favor de los parados y de los emigrantes, de replantearse el papel de la mujer en la Iglesia Católica, abierto a tratar el celibato eclesiástico, el cambio de actitud sobre la obsesión con la homosexualidad, el divorcio,  el control de la natalidad o el aborto, su voluntad de poner orden en las finanzas vaticanas, son tremendamente esperanzadores. Y junto a ello la naturalidad y sencillez con la que se presenta a la gente, sus opiniones en la esfera privada, sus gustos y sentimientos, sus recuerdos de la infancia, su negativa a vivir en el Palacio Vaticana…nos presentan una personalidad cercana, normal.

Y la frase que mas ha llamado la atención a los medios, de que el nunca ha sido de derechas, quizás sea muy llamativa, pero tampoco hay que banalizarla o manipularla. En mi opinión lo que ha querido traslucir es que es un hombre anclado en la realidad del mundo actual y no una persona conservadora y tradicional.

¿Supone todo esto que el Papa es un revolucionario? ¿Un Papa de izquierdas, valga la expresión? ¿Un Papa que  va a dar la vuelta a la Iglesia Católica y transformarla en la Iglesia de la Teología de la Liberación? No lo creo. Francisco no ha sido ni es Ellacuria, ni Leonardo Boff, como no lo fueron dos Papas tan  renovadores como Juan XXIII y Pablo VI. Como decía antes, la Iglesia Católica es muy plural y pienso que Francisco no va a ser Helder Cámara pero mucho menos aun  Rouco Varela. En definitiva un Papa reformista, que no es poca cosa.

Además no le va a ser fácil a Francisco cambiar muchas dinámicas solidamente arraigadas en la Curia Vaticana y en bastantes Conferencias Episcopales. Los cambios requieren ideas claras, firmeza y decisión, pero también equipos y apoyos suficientes para realizarlas. Habrá que esperar a ver como navega por aguas turbulentas.  Que no le va a ser fácil lo reflejan muy bien las reacciones del anticlericalismo de extrema derecha, con groseros y zafios ataques, que dejan en mantillas las criticas de los anticlericales de extrema izquierda.

Y a todo esto, algunos lectores de este blog se preguntaran ¿y a este que es de izquierda que mas le da como sea el Papa, si no es católico? Pues es un error. Nos, va mucho. En el mundo y en España. Estoy convencido que la conjunción de Kennedy, Kruschev y Juan XXIII fue decisiva para evitar una Tercera Guerra Mundial en los primeros años de la década de los 60. No es lo mismo que desde Roma llegue una voz  clara y firme a favor de la paz, a favor de una salida solidaria frente a la crisis o a una redistribución de las riquezas, que un discurso ambiguo y abstracto.

Como tampoco es lo mismo en España generar una dinámica de tensión y enfrentamiento en materia educativa o de derechos individuales, que intentar buscar un dialogo sin prepotencias. Sinceramente prefiero mil veces a Tarancón o José María Cirarda  que a Rouco, o el anterior arzobispo de Sevilla, el franciscano Carlos Amigo, que al actual portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino.

Sí, Francisco puede ser una influencia positiva para los católicos y para los que no lo somos.


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