miércoles, 26 de junio de 2013

DILMA ROUSSEFF: UNA IMAGEN VALE MAS QUE MIL PALABRAS





La foto de Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, sentada en una mesa recibiendo y escuchando a una representación de los movimientos que han sacudido las grandes ciudades de este país en la ultima semana, es de las que deberían hacer historia. 

No ha gustado nada a casi nadie. Normal. A los anquilosados y fragmentados partidos políticos de Brasil, porque supone cuestionarlos y puentearlos. A su propio Partido de Los Trabajadores, porque implica reconocer su incapacidad para detectar el malestar social, hacerle frente, promover más medidas sociales y en último caso bajar a la calle y juntarse con esas movilizaciones. Es posible que tampoco haya gustado a determinados sectores de los que están en la calle, los extremistas radicales y los de la derecha que se han sumado a última hora, porque a ellos también les quita argumentos. Tampoco a los medios de comunicación tradicionales, porque Dilma, por muy presidenta que sea, no es del stablishment político al uso. Es una mujer de la izquierda luchadora, se enfrentó a la dictadura militar por lo que sufrió cárcel y tortura. Al igual que Lula o Mujica, el Presidente de Uruguay, ella es de otra pasta.

Y desde luego no ha gustado nada, nada, nada, a todos esos gobiernos que llevan varios años mirando para otro lado mientras las calles se llenan de manifestantes. Sea en España, en Grecia, en Portugal, en Italia o en el norte de África. No digo ningún presidente, nadie en representación de los gobiernos se ha dignado a recibir a portavoces de los manifestantes.

Algunos comentaristas y periódicos ya están diciendo que la propuesta de reforma constituyente hecha por Dilma es para desactivar la presión social, que es un gesto para la galería, que es populismo, que es demagogia, que no tienen ningún fundamento legal, que se va a quedar en humo, etc. etc. ¡Pues claro que Dilma quiere apagar la protesta social!. ¿Qué gobernante en su sano juicio quiere tener las calles y plazas llenas de manifestantes? Pero el mero gesto de recibir y hablar con ellos ya es un triunfo político muy relevante de quienes se han movilizado. Luchar sirve, al menos para que te oigan, tomen nota y se molesten en hacer propuestas de cambio.

Dilma ha dado legitimidad a la lucha social. Ha echado un buen jarro de agua fría a las instituciones brasileñas, incluido su gobierno y su partido. ¿Que es populismo?, pues es posible que tenga rasgos populistas, pero yo prefiero mil veces  eso al desden y el desprecio que los gobernantes de otros países como el nuestro están mostrando con sus movilizaciones sociales.

Es verdad que Brasil es una gran potencia emergente, con un sistema político-administrativo muy complejo; una Republica Federal en la que los Estados tienen grandes competencias; en la que hay una estructura de partidos que tradicionalmente ha obligado a enrevesadas coaliciones en las que se mezclan derecha, centro e izquierda, en el gobierno y también en la oposición; con déficits históricos en su desarrollo socio-económico muy profundos y que no se superan en pocos años; con unas desigualdades de clase tremendas. Todo eso hace más que difícil gobernar y sobre todo cambiar Brasil.

Dilma, como le sucedió a Lula en su primer mandato, no puede darle la vuelta al calcetín de la realidad brasileña con una varita mágica. Pero al final el balance de Lula fue impresionante en el terreno social y en el económico y Dilma va por el mismo camino, eso sí, en un marco de crisis económica mundial mucho mas intensa que la que tuvo que afrontar Lula. Por ello ni podemos pedir ni esperar magia potagia al gobierno de Dilma. Lo que si podemos pedir es sensibilidad democrática, porque los hábitos democráticos, la profundización democrática, en sus inicios al menos, ni cuestan dinero ni aumentan la deuda publica.

Ya veremos el recorrido que tiene la propuesta de reforma constituyente de Dilma. Pero al menos su intención y sus gestos están muy lejos de esa altiva reforma constituyente que nos impusieron con nocturnidad y alevosía el gobierno de Zapatero, el PP y los nacionalistas de derechas en el año 2011.

Así que menos criticar a Dilma Rousseff y más aprender y copiar sus actitudes.


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