Entre las muchas cosas buenas que tengo que agradecer a mi padre, está su participación desde el primer momento en la aventura de “Cuadernos para el
Dialogo”, como accionista y suscriptor, lo que me permitió leerlo y seguirlo
puntualmente, con autentico fervor e interés, desde el primer número en octubre
de 1963 al ultimo en diciembre de 1978.
Aunque con apenas 14 años, de aquellos tiempos, había muchos artículos que me costaba
entender, todos los meses esperaba impaciente la llegada del sobre marrón con
la revista dentro y antes que mi padre lo cogiera, ya me lo había leído entero,
desde el editorial hasta las crónicas de
cine y teatro. “Cuadernos” fue junto con la efímera y añorada revista de
izquierdas “Siglo XX”, cuyo redactor jefe era Manuel Vazquez Montalbán, el
alimento ideológico de aquellos primeros años de mi adolescencia. Se cargaron
“Siglo XX”, me pase a “Triunfo”, pero “Cuadernos” siguió siendo la mas sólida
referencia de mis lecturas periódicas.
En las próximas semanas seguramente se van a suceder actos de rememoración
y homenaje a “Cuadernos” con motivo del 50 aniversario de su aparición. Buena
ocasión para recordar lo que supuso en la historia de la lucha por la
democracia en nuestro país. Y no debería ser un recuerdo nostálgico, porque su
mensaje esta bien vivo y de gran utilidad para nuestros días.
Como recordareis, “Cuadernos para el Dialogo” surgió de una iniciativa
de políticos e intelectuales, en su juventud vinculados al franquismo, que a lo
largo de la década de los años 50 evolucionaron hacia posiciones democráticas,
especialmente demócrata-cristianos, aunque también liberales (que no,
neoliberales) y socialdemócratas moderados. Todos ellos impulsados por la gran
personalidad de Joaquín Ruiz-Giménez. Aunque buena parte eran profesores de la
Universidad Complutense, también había una nutrida representación de las nuevas
generaciones de abogados demócratas. Y por encima de ese proyecto volaba la incomparable
figura del Papa Juan XXIII y del Concilio Vaticano II. Igualmente estaba
presente el espíritu del llamado “Contubernio de Munich”, que en junio de 1962 había
reunido a toda la oposición democrática (menos a los comunistas) en torno a una
propuesta de democracia y europeismo.
Ruiz-Giménez pretendía con “Cuadernos” un lugar de encuentro de todas
las tendencias democráticas y con el paso del tiempo también buscó una plataforma
de debate entre católicos y marxistas. Todo ello con las evidentes limitaciones
de lo que suponía una revista legal en aquellos duros tiempos de censura y represión,
y que por ello tuvo que arrostrar sanciones de diversa índole.
Y lo logró. A pesar de la clara mayoría de demócratas-cristianos que había
entre los promotores de “Cuadernos”, en su Consejo de Redacción y entre sus
colaboradores habituales, personas que hoy estarían en el centro derecha,
tuvieron la lucidez y la generosidad de abrirse a la izquierda y dialogar con
ella, con los entonces pocos y dispersos socialistas y socialdemócratas, con los perseguidísimos comunistas, con los nuevos
dirigentes de CCOO e incluso con personas vinculadas al FLP (Frente de Liberación
Popular) y hasta de vez en cuando con la extrema izquierda. En la revista se
materializó la propuesta que Santiago Carrillo había hecho algunos antes de
“Reconciliación Nacional” entre las dos Españas.
La línea editorial de “Cuadernos” fue evolucionando, desde unas
posiciones demócrata-cristianas muy moderadas, hasta un centro izquierda
simpatizante de la renovación del PSOE con Felipe González. Evolución que en
algunos momentos provoco tensiones e incluso el alejamiento de los sectores mas
a la derecha, sobre todo molestos con la posición adoptada a raíz del golpe de
Pinochet y el papel jugado por la Democracia Cristiana Chilena en el mismo. Pero
D. Joaquín fue inflexible en su enorme tolerancia y respeto al dialogo y a la
pluralidad y aunque no compartiera parte de lo que se escribía en la revista, fue la garantía
de la diversidad.
“Cuadernos” no solo fue un ejemplo de convivencia democrática, de
respeto y dialogo entre la izquierda, el centro y la derecha, tan ausente hoy
en la vida política de nuestro país, fue también el camino que nos ayudo a
transitar sin traumas a unas generaciones burguesas desconocedoras o incluso
temerosas del marxismo y que desde posiciones de renovación conciliar, muy
influidos por Juan XXIII y después por Pablo
VI, fuimos evolucionado hacia posiciones de izquierda, socialista o comunista.
Tampoco podemos olvidar la seriedad y el rigor de la inmensa mayor
parte de lo que en sus páginas se escribía o el esfuerzo divulgador que suponían
los números especiales o extraordinarios. Muy lejos de la brocha gorda que hay
campa por sus respetos en tertulias, medios de comunicación y desde luego en
los debates parlamentarios.
Fue por tanto una escuela de formación política para la izquierda, el
centro y la derecha, que sin duda tuvo sus beneficiosos efectos en la
transición democrática, que hoy frívolamente se cuestiona y se critica y que
sin embargo posibilitó el cambio mas profundo y positivo en la historia de
nuestro país. Es una desgracia que “Cuadernos para el Dialogo” desapareciera
por razones de financiación; si hoy contáramos con esta revista seguro que el
debate político tendría unas características muy diferentes.
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